Un rayo de luz ilumina Viganella |
Hoy viajamos hasta un pequeño pueblo llamado Viganella, en el corazón de los Alpes italianos. Se trata de una pequeña villa cuya población ha ido descendiendo en los últimos años, actualmente solo quedan unos 185 habitantes, de los que solo 50 viven aquí de forma permanente.
Situado a unos 120 Km al norte de Turín, este asentamiento se encuentra en una ladera del valle de Antrona, en la región de Piamonte. Esta ubicación en el fondo del valle es precisamente lo que ha hecho famosa a esta pequeña población. Cada año cuando llega el invierno, Viganella se sumerge en una noche sin fin. Al estar situada en el fondo de un profundo valle, las montañas cercanas le tapan el sol... 83 días al año. Desde el 11 de noviembre hasta el 2 de febrero aproximadamente, los escasos habitantes de Viganella quedaban sumidos en las penumbras.
Sin embargo, en 2006, un vecino de una localidad cercana encontró la solución a sus problemas. Giacomo Bonzani era un arquitecto y diseñador de relojes de sol que, quizás inspirado por los famosos "espejos de Arquímedes", decidió diseñar un gran espejo de unos 40 metros cuadrados que reflejase la luz del esquivo sol hasta el sombrío pueblo.
Dos operarios trabajan en el espejo de Viganella |
La idea no era nueva, el uso de espejos para concentrar el calor solar en un punto se remonta a la antigüedad. En “Óptica” de Euclides, escrito alrededor del 300 A.C., el matemático y geómetra griego expone por primera vez la teoría de los reflectores esféricos. Los espejos ustorios o "espejos ardientes" son superficies reflectantes cóncavas que concentra los rayos solares en un punto fijo generando gran calor que puede llegar a prender fuego al objetivo. De hecho, el término "ustor" significa “el que quema” en latín.
Dice la leyenda que Arquímedes usó estos espejos ustorios para incendiar la flota de Marcelo en el puerto de Siracusa, aunque hay muchos autores que ponen en duda la veracidad de este suceso. Según estos autores, el simple bamboleo de las naves en el mar impediría que el rayo se concentrase en un punto fijo por lo que harían falta varios espejos muy bien coordinados.
Pintura de Giulio Parigi representando un ataque con un espejo ustorio contra una nave romana durante el sitio de Siracusa. |
Realidad o leyenda, el caso es que, según un artículo de la revista Life del 23 de julio de 1945, los nazis volvieron a apostar por este tipo de armas ustorias durante la Segunda Guerra Mundial. La idea original fue de Hermann Oberth, un famoso científico especializado en cohetes espaciales, que en 1929 planteó un espejo orbital cuyo propósito inicial sería proporcionar luz solar bajo demanda, a cualquier punto de la Tierra. Con el tiempo, los buenos propósitos iniciales se torcieron, y Orbeth empezó a sopesar la idea de usar el espejo como un arma definitiva capaz de "incendiar una ciudad enemiga o hervir parte de un océano".
A pesar de que el proyecto parecía el plan maligno de un villano trasnochado, los nazis retomaron esta idea años después. El "Cañón Solar" fue un proyecto secreto consistente en un espejo de 1600 metros de diámetro que los alemanes pretendían poner en órbita. Con un coste de unos 3 millones de marcos, el espejo tardaría unos 15 años en construirse y ponerse en órbita. Una vez en el espacio, el espejo ustorio se situaría en una órbita geosíncrona a 35.785 kilómetros sobre la tierra, desde donde podría enfocar su rayo contra sus enemigos. Pronto los alemanes llegaron a la conclusión de que había maneras más sencillas y económicas de incendiar una ciudad enemiga y que hervir los mares no resultaba muy útil a decir verdad.
Ilustraciones del Espejo Solar en la revista Life. |
El proyecto fue olvidado durante medio siglo, hasta que a finales de los años 80, un ingeniero soviético volvió a recuperar la idea de los espejos espaciales. Vladimir Sergeevich Syromyatnikov era un brillante ingeniero que diseñó el sistema de acoplamiento entre las cápsulas espaciales soviéticas y americanas, sus diseños todavía se usan en los transbordadores que se acoplan en la Estación Espacial Internacional. También ayudó a diseñar y desarrollar Vostok, la primera nave espacial tripulada del mundo, que mandó a Yuri Gagarin al espacio exterior en 1961.
Syromyatnikov estaba especialmente interesado en las velas solares, un método de propulsión de naves espaciales que utiliza la presión de la radiación del sol y de las estrellas para viajar por el espacio, del mismo modo que los veleros aprovechan el empuje del viento. Sin embargo las inquietudes de los líderes soviéticos de la época iban por otro lado, su gran preocupación era aumentar la productividad de los trabajadores. De hecho, Stalin llegó a abolir los fines de semana para aumentar la producción industrial.
Con el fin de despertar el interés por las velas solares, Syromyatnikov propuso que se usasen grandes velas reflectantes para redirigir la luz solar hacia la Tierra, de este modo se podrían iluminar las ciudades y las tierras de cultivo en las regiones polares, perpetuamente oscuras. Syromyatnikov argumentaba que esto podría reducir el coste de energía para la iluminación eléctrica, y extender las horas de trabajo durante las temporadas de siembra y cosecha. También podría ayudar en las tareas de rescate en desastres naturales como terremotos y huracanes.
La vela solar LightSail-2 desarrollada por la Sociedad Planetaria |
En octubre de 1992, el cohete espacial Progress M-15 despegó con el satélite Znamya 2 (que significa bandera o estandarte en ruso). Después de permanecer unido a la estación Mir durante tres meses, el 4 de febrero de 1993, Znamya 2 se desacopló y desplegó un reflector de 20 metros de diámetro.
Durante unas horas justo antes del amanecer de la noche del 4 de febrero de 1993, un punto de luz gigante, de unos 5 kilómetros de diámetro, recorrió Europa de oeste a este a una velocidad de 8 Km por segundo. Comenzó en el sur de Francia y siguió a través de Suiza, Alemania, República Checa, Polonia para finalmente desaparer en la temprana luz matinal de Bielorrusia. Aquellos que estaban en la trayectoria del rayo informaron haber visto un destello momentáneo de luz plateada pálida similar a una noche de luna llena. Desafortunadamente, el tiempo estaba nublado ese día y no hubo muchos testigos en tierra.
El experimento duró sólo unas pocas horas, tras las cuales el satélite se desorientó y se quemó en la atmósfera. A pesar de lo efímero del experimento, se consideró todo un éxito y los científicos soviéticos comenzaron a planear algo mucho más grande. Empezarían con un Znamya 2.5 que brillaría como 10 lunas llenas, con un rayo de luz más grande (7 kilómetros de diámetro), y que permitiría mantener el foco de luz fijo en un punto de la Tierra. Después vendría Znamya 3 y toda una cadena de satélites colocados en órbitas sincronizadas con el sol, estos satélites iluminarían un área de 25 kilómetros cuadrados con un brillo 100 veces superior al de la luna llena. La idea era, básicamente, acabar con la noche en la Gran Madre Rusia. Desafortunadamente, Znamya 2.5 falló y las finanzas rusas, en la ruina tras la ruptura de la Unión Soviética, no pudieron permitirse continuar con el proyecto.
El Espejo Solar Znamya |
Pero volvamos a la Tierra... en 2006 los vecinos de Viganella volvieron a recuperar la idea de los espejos solares para iluminar su pueblo. El sistema utiliza un programa informático que rastrea la posición del sol para desviar su luz a las calles de la pequeña población (siempre que no esté nublado, claro está).
El espejo, ubicado en el cercano Monte Scagiola a 870 metros de altura, fue fabricado en una empresa de Huelva. De hecho, una niña de Huelva y un niño de Viganella fueron los encargados de pulsar el botón de encendido durante su inauguración. Un momento que fue bautizado como el “Encuentro de la luz” y que pretendía hermanar la sombría villa alpina con la Costa de la Luz en España.
Para el proyecto se tuvieron en cuenta la acción del viento, las posibles vibraciones, las descargas atmosféricas, la solidez del conjunto y los posibles reflejos del sol sobre las inmediaciones (por su peligro de incendio) así como el suministro de energía eléctrica. Desde entonces la vida en este municipio del Piamonte es un poco más alegre y un rayo de sol ilumina a los vecinos en los días de invierno. Numerosos turistas y curiosos acuden cada año a visitar esta pionera villa que pronto empezó a inspirar a otros pueblos con el mismo problema...
Viganella entre las sombras de las montañas |
Mucho más al norte, a casi 2000 Km de distancia, se encuentra Rjukan, una pequeña localidad noruega en la provincia de Telemark. Rjukan es un pueblecito situado a unos 170 Km al este de Oslo, ubicado en medio de las montañas en un paraje natural espectacular, su mayor virtud es también su condena. Al igual que pasaba con Viganella, desde los meses de Septiembre hasta Marzo sus habitantes no reciben ni un triste rayo de luz solar directa.
Todo comenzó hace más de un siglo, cuando Sam Eyde, un empresario noruego, construyó una central hidroeléctrica en la zona llamada Norsk Hydro. También mandó construir una serie de casas para sus empleados que con el tiempo darían lugar al pueblo de Rjukan; pero lo que era un buen emplazamiento para la central no lo era tanto para vivir. Ya en 1913 la idea de poner espejos en la montaña sedujo a Sam Eyde, que obserbaba como sus trabajadores se pasaban la mitad del año a oscuras. Sin embargo la tecnología de la época no permitía orientarlos con precisión, por lo que finalmente se optó por un teleférico llamado Krossobanen. Desde 1928 los habitantes de Rjukan se resignaron a usar el teleférico para recordar cómo era sentir la tenue caricia del sol en invierno, un viaje que pasó a formar parte de su rutina.
Los vecinos de Rjukan acuden la plaza a tomar su ración de sol |
En 2013, un artista llamado Martin Andersen pensó que los espejos ustorios podían ser la respuesta a los problemas de Rjukan. Siete años antes se había puesto en marcha el espejo de Viganella con magníficos resultados, por lo que Andersen comenzó una recaudación de fondos para replicar el proyecto en su pueblo. Numerosos patrocinadores se sumaron a la iniciativa, aunque la que la mayor parte del dinero llegó de Norsk Hydro, la central hidroeléctrica en torno a la que se había creado todo el pueblo.
Estas donaciones hicieron posible "Soslpeil", un sistema de 3 espejos, de 17 metros cuadrados cada uno, que se transportaron en helicóptero hasta lo alto de las montañas, a unos 450 metros sobre el pueblo. Como si de girasoles se trataran, estos tres espejos se alimentan de luz solar para corregir su inclinación y seguir siempre el recorrido del sol en el cielo noruego.
Los tres espejos de Rjukan iluminan la plaza |
Al principio la idea tenía sus detractores, cuando comenzaron las obras se inició un petición para evitar que los espejos se instalasen en la montaña. De los 6000 residentes del pueblo, 1300 apoyaron esta petición, pero al ser minoría su petición fue desestimada.
Una de sus principales quejas era el alto coste del proyecto, unos 840.000$. Sin embargo si hay algo que no se les puede reprochar a los noruegos es su mimo por la naturaleza. Los tres espejos funcionan mediante heliostatos alimentados por luz solar, un dispositivo que utiliza un sistema de motores para girar un espejo, siguiendo al sol, y reflejar su luz hacia un objetivo concreto (en futuros capítulos veremos otros ejemplos de heliostatos en The Solar Project).
Los vecinos de Rjukan saludan al astro rey |
A pesar de las reticencias, pronto el teleférico dejó de ser una necesidad vital (aunque sigue funcionando y es todo un símbolo para el pueblo). Actualmente, los vecinos de Rjukan ya no se encierran en sus casas, si no que quedan en la plaza del pueblo para aprovechar los preciados rayos de sol y socializar, incluso algunos años se han animado a organizar torneos de voley-playa en pleno invierno.
Los espejos también son un reclamo para el turismo y numerosos viajeros se acercan hasta este pueblo perdido en los bosques noruegos para conocer la peculiar localidad; de hecho, en 2015 Rjukan pasó a formar parte de la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
+ info: Cañón Solar - Znamya - Viganella - Rjukan