30 octubre 2022

Aşgabat y Awaza - Turkmenistán

El singular palacio que sirve de portada en estos artículos se denomina Bagi Kösgi o "Palacio de la Felicidad".

En el anterior capítulo hablábamos del insano culto a la personalidad que habían impuesto los sucesivos presidentes de Turkmenistán. Quizás donde mejor se reflejan los caprichosos gustos, de Niyázov primero y de Berdimuhamedow después, es en estas ciudades y muy especialmente en Ashgabat, la capital del país:

Aşgabat, la ciudad del amor:

Ashgabat es la capital de Turkmenistán, y se encuentra situada junto a un oasis en el desierto de Karakum, muy cerca de la frontera con Irán. Se trata de una ciudad relativamente joven situada cerca de la antigua Nisa (la capital de los partos) y de las ruinas de Konjikala, en la Ruta de la Seda (que fue destruida por los mongoles). Su nombre vendría a significar "la ciudad del amor" en persa antiguo.

En 1869, el ejército ruso construyó una fortaleza sobre una colina cercana. En una región donde las ciudades son sistemáticamente destruidas hasta los cimientos, la presencia militar dio cierta seguridad y garantías a numerosos mercaderes y artesanos que vivían por la zona. Pocos años más tarde, en 1881, se fundaba la aldea de Ashgabat aprovechando la protección que brindaba esta fortificación. 

En 1884 toda la región fue anexionada a Rusia, que decidió dar un impulso a esta ciudad debido a su proximidad al territorio de Persia, bajo influencia británica. En aquella época, Ashgabat era una ciudad moderna y elegante, con numerosos edificios de estilo europeo. A partir de 1927, ya bajo el control soviético, la ciudad experimentó un rápido crecimiento e industrialización que sin embargo se vería truncado 20 años más tarde.

El 6 de octubre de 1948 un terremoto de grado 9 en la escala de Richter, sacudió toda la región dejando sin vida a más de 110.000 personas (2/3 de la población total) y destruyendo la mayoría de los edificios. Por este motivo, hoy en día Ashgabat no cuenta con el típico casco antiguo oriental que poseen otras muchas ciudades centroasiáticas.

Dentro de la desgracia que supone cualquier terremoto, ahora Ashgabat tenía la oportunidad de modernizarse, adaptarse a los nuevos tiempos y a las necesidades de sus ciudadanos. Pero una vez más, no hubo suerte ni sentido común; Ashgabat se modernizó, pero adaptándose a los caprichos de los sucesivos dictadores, el resultado es una ciudad absurda, una fantasía disfuncional en la que vivir es una experiencia tan cara como desoladora.

Ashgabat se convirtió en una suerte de lujo centroasiático que proyectaría la imagen del moderno Turkmenistán en el mundo exterior. La principal y única prioridad durante el diseño y reconstrucción de esta urbe fue conseguir récords Guinness a base de despilfarrar miles de millones de euros. Actualmente, la seña de identidad de la ciudad son sus absurdas plusmarcas: el mayor conjunto de fuentes del planeta, el centro de deportes acuáticos más grande, el edificio con forma de estrella más alto o la mayor noria empotrada en una estructura metálica de todo el mundo.

De entre todos estos récords, el que más enorgullece a sus gobernantes es el que la reconoce desde 2013 como "la ciudad con más edificios de mármol blanco de todo el planeta". Efectivamente, la mayoría de los edificios gubernamentales en Ashgabat están recubiertos de mármol blanco (el color preferido de Berdimuhamedow). Un total de hasta 543 edificios que suponen unos 4,5 millones de metros cuadrados de mármol blanco, en muchos casos importado desde el extranjero.

El índice de Albedo de Ashgabat debe ser elevadísimo

La joya de esta fantasía marmolea sería el palacio presidencial, un edificio con una espectacular cúpula dorada que costó más de 220 millones de euros y al cual no se le deben sacar fotos (como la de arriba). Para construir su modesta residencia, el Protector demolió todas las casas que rodeaban la zona (suponemos que por criterios estéticos) y bloqueó toda una avenida entera para su uso exclusivo y personal; en este bulevar está terminantemente prohibido abrir las ventanas o instalar aires acondicionados.

Por motivos obvios, está prohibido circular por esta impoluta ciudad con el coche sucio. Antaño también estaban prohibidos los coches oscuros o negros (suponemos que por ser su color menos favorito). En la actualidad ya se ha retirado esta prohibición, aunque el 99% de los vehículos siguen siendo blancos... no vaya a ser que el presidente se vuelva a enfadar con el color negro.

Ashgabat no es una ciudad acogedora, ni siquiera un sitio en el que apetezca estar más de lo estrictamente necesario. La sensación desoladora de encontrarse en un escenario postapocalíptico es una constante, la mayoría de los edificios no aceptan visitas, los habitantes se concentran en barriadas periféricas donde no alteran la estética de la "ciudad del amor" y las flamantes instalaciones están prácticamente sin uso. Esto le ha ganado el sobrenombre de "la ciudad de los muertos" entre sus escasos ciudadanos. Sea la hora del día que sea, las calles de Ashgabat están prácticamente desiertas. Los habitantes que deambulan por ellas son mujeres, uniformadas de verde, que limpian meticulosamente las fuentes, las estatuas, cada baldosa de plazas y aceras...

Un ejercito de limpiadoras vestidas de verde mantienen impoluta la capital.

Uno de los motivos por los que Ashgabat puede ser una de las ciudades menos acogedoras del mundo es otro récord mucho menos conocido y del que sus gobernantes no presumen tanto. Recientemente Ashgabat ha sido calificada como la ciudad más cara para vivir de todo el mundo, para llegar a esta conclusión se han estudiado los precios de 200 bienes y servicios en distintas ciudades. Pero, ¿Cómo llega una ciudad con apenas 1 millón de habitantes a ser más cara que Nueva York, París o Tokio? El secreto está en la altísima inflación que sufre.

Turkmenistán depende en gran medida de las exportaciones de gas natural a Rusia, y el bajo precio al que se ha pagado el gas en los últimos años ha ido haciendo a la población de Ashgabat cada vez sea más pobre. En 2014, los precios de la energía se desplomaron, lo que hizo subir la inflación y con ella los precios de los alimentos. Con la pandemia de 2020 las cosas empeoraron y los ciudadanos de Ashgabat quedaron una situación crítica, sin recursos y con unos precios disparatados para su nivel de vida.

En Asjabad viven un millón de personas, pero en barrios como Berzengi apenas se dejan ver ya que "estropean" la perfección diseñada por su líder.

Si hay un lugar que condensa la quintaesencia de esta surrealista ciudad, ese es Berzengi, un barrio de reciente creación y que no ha parado de crecer desde que Turkmenistán se liberó del control de la URSS. Berzengi básicamente consiste en una mole de mármol blanco, rodeada de 15 millones de pinos recién plantados rodeados a su vez de implacable desierto. La mayoría de los edificios en este extraño barrio son instituciones oficiales y su arquitectura podría definirse como una mezcla entre neoclásica (con columnas dóricas incluidas) y futurista con burdas pretensiones simbólicas: el Ministerio de Energía tiene forma de mechero, el de Educación es un libro abierto…

Edificios de ministerios, oficinas, universidades, embajadas... todos recubiertos del omnipresente mármol blanco bordean anchas avenidas de ocho o diez carriles sin apenas tráfico. Hasta las paradas de autobús participan en esta orgía derrochadora: en este barrio son habitáculos cerrados con televisión y aire acondicionado. 

Desde sus inicios, Berzengi ha sido un monumento a la pomposidad. Numerosos memoriales repartidos por todo el barrio rinden homenaje a Sapurmurat Niyázov, el padre de todos los turkmenos. Muchos de ellos ya los vimos en el capítulo anterior: desde el Arca de la Neutralidad, un trípode coronado por una estatua de Niyázov bañada en oro, pasando por el Monumento a Ruhnama, hasta la descomunal Plaza de la Independencia, con jardines cuidados con mimo y exuberantes fuentes... pero siempre vacía.

De noche, la Plaza de la Independencia tiene la iluminación que cabría esperar de un país con electricidad casi gratuita.

En los últimos años, a estos memoriales se les han sumado numerosos edificios públicos como museos, bibliotecas, estadios... que sin embargo no parecen adaptarse a las necesidades de sus habitantes. La mayoría de los edificios de Ashgabat no responden a ningún criterio práctico o funcional, son un mero reflejo de los antojos del dictador de turno y su obsesión por los récords. Un ejemplo de esto sería el Museo de las alfombras, en cuya entrada una gigantesca alfombra tejida a mano ostenta el récord Guinness a la alfombra más grande del mundo.

Otro edificio que también ha logrado entrar en el libro de los récord Guinness es la Rueda de la Fortuna, la noria interior más alta del mundo. Cuenta con 24 cabinas desde las que se pueden admirar las vistas de... nada. Al estar completamente cubierta por metal y cristal, el viaje puede resultar muy decepcionante, los pocos turistas que la visitan lo suelen hacer más por el morbo que por la panorámica.
Eso sí, una de las cabinas está permanentemente cerrada y reservada para el presidente, cuenta con una decoración profusa y un ordenador, quizás para que el presidente no se aburra durante el trayecto.

la Rueda de la Fortuna es la mayor noria cubierta del mundo

Esta disonancia entre funcionalidad y coste es prácticamente el sello distintivo de Turkmenistán; obras faraónicas que dan lugar a edificios absurdos. Muchos de estos edificios se convierten en llamativos símbolos del país, pero al nacer sin un cometido o función claramente definidos, suelen quedar en desuso o infrautilizados, monumentos costosísimos con forma de edificio.

Uno de los edificios más emblemáticos de la capital y un gran exponente de esto último es el Bagi Kösgi o "Palacio de la Felicidad" que sirve de portada a este artículo. Un espectacular edificio en el que la mayor parte es una bola de espejos encerrada en un marco. No se sabe a ciencia cierta cual era su cometido, pero hoy en día es un escenario recurrente para celebrar bodas. Los novios que se casan aquí pueden y deben sacarse una fotografía frente a un retrato del amado líder.

El Palacio de la Felicidad en invierno

No todos los edificios son construcciones raras y sin sentido, algunos tienen una función claramente definida y la mejor de las voluntades, pero están escalados para una realidad muy distinta a la de Turkmenistán.

Un caso tan triste como desolador sería la Biblioteca Nacional de Ashgabat. No existen datos sobre el coste de este inmenso edificio de cuatro plantas en el que trabajan unas 680 personas con capacidad para atender hasta 1600 lectores, pero lo que si se sabe seguro es que este coste no se amortizará jamás. En la práctica sus usuarios no suelen llegar a la docena, lo cual en cierto modo era lógico y previsible. En un país en el que la censura alcanza cotas absurdas, una biblioteca de estas dimensiones no tiene ningún sentido. A pesar de que afirman tener 6 millones de libros, en sus baldas solo es posible encontrar los 68 libros que supuestamente ha escrito Berdimuhamedow, el protector.

Biblioteca Nacional de Ashgabat

En este coleccionismo de récords no se repara en gastos y el resultado suelen implicar que muchos de estos majestuosos edificios no estén escalados en base a la demanda o necesidades reales. Un magnífico ejemplo sería el Aeropuerto de Ashgabat, una infraestructura que costó cerca de 2.000 millones de euros, diseñada para atender a 1600 pasajeros por hora, pero que nunca ha operado ni al 10% de su capacidad.

Para construir este espectacular aeropuerto, se derribó por completo el pueblo de Choganly. Amnistía Internacional denunció el traslado forzoso de al menos 50.000 personas que tuvieron que buscar un nuevo hogar lejos de esta zona. Si bien hay muchos ejemplos en que puede estar justificada una operación de esta envergadura, en el caso de este aeropuerto los motivos eran mucho más triviales: "Al presidente le preocupaba que los extranjeros viesen un pueblo vulgar y corriente cuando mirasen por las ventanillas del avión."

Con su característica forma de ave, remodelar el aeropuerto de Ashgabat costó unos 2.000 millones de euros.

La última macro-obra ha sido la ampliación del Estadio Olímpico de Ashgabat. Desde su creación en el año 2000, esta sobredimensionada obra tan solo ha acogido ha acogido unos Juegos Asiáticos durante 10 días. Unos juegos en los que inesperadamente, Turkmenistán logró más medallas que China, Japón o Australia.

A pesar de su nombre, este estadio jamás ha sido olímpico, lo cual no ha impedido que en 2007 se ampliase su capacidad hasta los 50.000 espectadores. En 2017 se volvieron a invertir cerca de 5.000 millones en una fastuosa villa olímpica que apenas se utilizó un par de semanas durante los 'Asian Indoor and Martial Arts Games'. 

Una cabeza de caballo preside el estadio olímpico de Ashgabat.

En resultado de este anti-urbanismo son calles vacías por las que solo patrullan policías y militares vigilando el palacio presidencial. Berzengi y gran parte del centro de Ashgabat son un escenario flamante pero sin actores; mientras tanto, en la periferia, los turkmenos se esmeran en sobrevivir y residen en caóticas barriadas de origen soviético.

Sin embargo, como buena autocracia que es, el regimen turkmeno no iba a permitir que la miseria de sus ciudadanos le amargase el diorama. En uno de los planes de realojamiento urbano más masivos del mundo, el gobierno turkmeno ha puesto en marcha un gigantesco plan de desplazamiento de los habitantes de la capital hacia el paraíso del mármol. Las pequeñas viviendas de estilo ruso de la periferia son demolidas mientras sus habitantes son reubicados en Berzengi.

Podríamos llenar páginas analizando cada uno de los edificios del centro de Ashgabat, la mayoría supuran barroquismo, derroche y desolación, pero es hora de conocer otras ciudades igualmente fallidas de Turkmenistán:

Awaza, la Dubai del Mar Caspio

Quizás lo único realista del proyecto de zoológico y acuario de Awaza sea el paisaje desértico del fondo... y las decoraciones estilo alfombra de los bordes

Pocos kilómetros al sur de la ciudad portuaria de Turkmenbashi, a orillas del Mar Caspio, se encuentra una estación balnearia surgida de la nada. Awaza es un megaproyecto inaugurado en Junio de 2009 que pretende ser un referente mundial en arquitectura, ingeniería civil, diseño técnico y creatividad... como sus promotores se apresuran a repetir: "la Dubai del Mar Caspio"

Inicialmente se diseñó como un centro de vacaciones con capacidad para 120.000 turistas. Situada en pleno desierto, esta ciudad es posible gracias a un costoso y sofisticado sistema de irrigación que incluye un río artificial. Su arquitectura pomposa no tiene nada que envidiar a la de Berzengi (si es que tal cosa es envidiable). En la actualidad, Awaza cuenta con una treintena de hoteles clónicos de diseño exquisito, glamurosos restaurantes internacionales, un canal navegable de 7 km, un bosque en mitad del desierto, un enorme parque acuático con una cúpula deslizante, un delfinario, un planetario, balnearios, campos de fútbol, hipódromos, velódromos, dos clubes de yates, un complejo para esquiar con una pista de 1.200 metros y la joya de la corona: un gran palacio de congresos en el que, como es costumbre, no se ha escatimado en gastos.

El llamativo centro de congresos de Azawa

Lo primero que conoceremos de la joven ciudad es un gigantesco parking de varias plantas con capacidad para miles de coches (blancos). Los visitantes deben dejar su vehículo a la entrada del complejo y desplazarse en taxi o autobús por este resort que pretende ser la ciudad de veraneo de todo Turkmenistán. Sin embargo, lo más probable es que nos encontremos una veintena de coches aparcados, nada de aglomeraciones ni agobios.

La cruda realidad es que, una vez más, la ciudad no cumple con sus ambiciosos objetivos. Los visitantes oscilan entre unas pocas decenas fuera de temporada y menos de mil durante los meses de Julio y Agosto. En un país donde hay que superar una carrera de obstáculos para lograr un visado como turista es lógico que el turismo internacional no se anime a viajar hasta aquí, y si lo hacen, no podrán salir del recinto libremente y estarán en todo momento vigilados. Lo que vienen siendo unas relajadas vacaciones en la Corea del Norte centroasiática.

Los precios de los hoteles y los paquetes turísticos son desorbitados para la mayoría de los turkmenos, por lo que el turismo nacional tampoco parece una opción. El pasado verano el gobierno turkmeno decidió tomar cartas en al asunto y apostó por una innovadora fórmula: todos los funcionarios públicos de la región de Dahsoguz fueron amenazados con el despido si no veraneaban en Awaza.
A pesar de la tentadora oferta, volvió a ser un fracaso estrepitoso.

Llenazo en una de las playas de Azawa

Actualmente, la ocupación dista mucho de ser máxima, incluso durante la temporada alta, pero a pesar de esta escasa afluencia, Azawa es uno de los pocos sitios de Turkmenistán en el que distintas etnias y nacionalidades se relajan y divierten con relativa naturalidad. Los turkmenos que veranean aquí suelen mostrarse tan curiosos por el modo de vida fuera de sus fronteras como discretos con lo que sucede dentro de ellas. La convivencia entre turistas turcomanos (tradicionalmente musulmanes) y rusos (los principales visitantes extranjeros) suele dar lugar a curiosas escenas, una extraña relación que de algún modo funciona. 

En un país laico y con enseñanza religiosa prohibida, si bien es cierto que no hay un fervor religioso a la altura de otras regiones musulmanas, las turcomanas siguen siendo tímidas y retraídas; rara vez se bañan y si lo hacen es con un largo vestido que cubre cada centímetro de su cuerpo. En contraste, rusos y rusas beben hasta la inconsciencia, se pasean con tacones y bikinis y chapotean en el agua ante la indiferencia de los locales.

Al margen de estas tiernas estampas veraniegas, actualmente el lujoso complejo parece una ciudad fantasma y sus inmensas avenidas permanecen desiertas la mayor parte del año. Los pocos habitantes que hay suelen ser trabajadores, y a pesar de que ya nadie alberga muchas esperanzas, siempre están alerta ante la posible llegada de un visitante despistado. Todos los hoteles permanecen abiertos y con todo el personal en sus puestos, los taxis recorren las calles en busca de un posible cliente y los autobuses trasladan al personal entre los distintos edificios, siempre iluminados y funcionando a pleno rendimiento. Y así pasan sus vidas...

Azawa puede parecer desolada, pero es que lo está

El “Caribe de Turkmenistán”, ya lleva gastados más de 1.500 millones de dólares y se siguen construyendo más y más instalaciones (la última ocurrencia fue una pista de esquí de más de 20 hectáreas) en una especie de huida hacia adelante. Awaza, se ha convertido la apuesta personal del presidente Gurbangulí Berdimujamédov, al igual que el marmol blanco fue el sello distintivo de su antecesor. 

12 octubre 2022

Turkmenistán, la república capricho

Sin duda este blog tenía una deuda pendiente con Turkmenistán, uno de los países más extraños y peculiares que existen en la actualidad. Una joven nación que nadie demandaba. Un país perpetuamente neutral que ha sufrido todas las invasiones posibles. Un árido desierto que oculta un tesoro bajo su suelo. Un lugar donde no se permite cambiar el nombre a un caballo, dejarse bigote siendo joven o conducir un coche sucio por la capital. Sin más preámbulos... Turkmenistán!

Bagi Kösgi o el "Palacio de la Felicidad" en Ashgabad, un edificio civil donde se celebran numerosos matrimonios.

A primera vista, Turkmenistán no parece una zona especialmente agraciada. El desierto de Karakum ("arena negra" o Gara Gum en turcomano) ocupa prácticamente el 60% del territorio. Se trata del décimo desierto más grande del mundo y uno de los más hostiles, compuesto en su mayor parte de esplanadas de arcilla y dunas de arena, muy pocas plantas son capaces de sobrevivir aquí. Además de su clima árido, su desamparada orografía impide la formación de ríos o valles y dificulta mucho cualquier defensa contra los invasores. Una tierra inhóspita y limítrofe sin mucho atractivo para vivir... hasta que se descubrió que es la cuarta reserva mundial de gas.

Tradicionalmente, Turkmenistán ha sido una frontera entre imperios y una apreciada escala para los comerciantes de la Ruta de la Seda. Al igual que otros países en Asia Central, su nombre se compone del gentilicio de los habitantes (los turkmenos) seguido del sufijo "-stan", que vendría a significar "lugar de asentamiento", o dicho de otro modo: "donde habitan los turkmenos".
En cierto modo, Turkmenistán se define la región en la que se concentran la mayoría de los turkmenos, un pueblo que a lo largo de su historia ha ido migrando por distintas regiones de Asia.

Los turkmenos conservan numerosos elementos de su folklore, desde la música hasta la ropa.

Los turkmenos (al igual que los uzbekos) provienen de los oghuz, un pueblo nómada al que se considera antecesor directo de los turcos. Esta comunidad, compuesto por casi una veintena de tribus, empezó a ganar importancia a partir del siglo X. Originalmente era un pueblo nómada que iba desplazándose por toda Asia Central en busca de pastos y agua para desarrollar su actividad; hoy en día podemos encontrar comunidades de descendientes suyos en Turkmenistán, Irán o Afganistán. La ganadería trashumante y la agricultura eran las actividades principales de esta comunidad y muchas de sus antiguas tradiciones han perdurado hasta nuestros días.

Un ejemplo de esto serían los perros Alabai, una raza autóctona de perros pastores con su propia fiesta nacional que durante siglos han ayudado a los turkmenos a cuidar su ganado.
Otro animal que constituye todo un símbolo nacional son los caballos Akhal-Teke, una de las razas más antiguas del mundo; algunos incluso afirman que Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, pertenecía a esta raza.
Las alfombras turkmenas, declaradas Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por la Unesco, también son una de estas tradiciones que han sobrevivido. Actualmente son motivo de orgullo y aparecen representadas hasta en la bandera nacional.

La irreproducible bandera de Turkmenistán incluye una alfombra en su franja izquierda.

La historia de Turkmenistán como país es relativamente corta (apenas 30 años) sin embargo el territorio que abarca ha estado habitado desde tiempos inmemoriales. Quienes vivían aquí siempre han estado condicionados por dos importantes factores: el agua (o su carencia más bien) y la presión de los imperios limítrofes.

El Agua: 

Desafortunadamente, Turkmenistán carece casi por completo de una fuente estable de agua; debido al escaso desnivel de todo el país, apenas hay montañas que recojan las precipitaciones, casi no se forman ríos y la poca agua que llega hasta aquí no tarda en disiparse en el desierto. 

El río más importante de la región es el Amu Daria, con un cauce aproximado de 2.540 kilómetros, este río sirve de frontera natural entre Afganistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Nace en las montañas de Tayikistán y recorre gran parte de la frontera este de Turkmenistán hasta desembocar al norte, en el Mar de Aral (Uzbekistán).

El Amu Daria poco antes de desembocar en el Mar de Aral (Fotografía de Matthieu Paley, Corbis)

Antiguamente este río se desviaba hacia el oeste en una zona de escasa pendiente al norte de Turkmenistán, después atravesaba la cuenca del lago Sariqamish, seguía su curso hacia el suroeste y terminaba desembocando en una antigua bahía del Mar Caspio. Este tramo era conocido desde tiempos remotos como el Río Uzboy y cruzaba de este a oeste la región más septentrional del actual Turkmenistán. Heródoto lo define como "una embocadura que une el Amú Dariá con el mar Caspio".

El río Uzboy recorría 750 Km a través del área noroccidental del desierto de Karakum, siendo un recurso indispensable para todos los habitantes de la región. Sabemos que ha estado poblado por civilizaciones fluviales desde por lo menos el siglo V AC y en sus orillas se han descubierto restos neolíticos, cerámicas de la época de bronce y asentamientos que databan del siglo VII-V AC. 

Una impresionante tormenta de arena barre el extremo sudeste del país

Sin embargo, en el siglo XIII todo esto cambió, los mongoles invadieron la región y para conquistar la ciudad de Kunya-Urgench no se les ocurrió mejor idea que cambiar el cauce del río, destruir las presas que lo canalizaban e inundar toda la ciudad. Desde entonces el recorrido del Amu Daria empezó a sufrir cambios y la mayor parte del río pasaría a desembocar en el Mar de Aral.

Tras la marcha de los mongoles, se recuperó en parte el antiguo trazado del Uzboy. Si bien la mayoría del Amu Daria seguiría desembocando en el Mar de Aral, otra parte del río formaba un brazo que recuperaba el antiguo cauce. Durante su recorrido, el renacido río Uzboy regaba las tierras del oeste y alimentaba al lago Sarikamish, un lago endorreico (sin salida al mar) en cuya orilla se había asentado gran parte del pueblo turkmeno. El lago Sarikamish había vivido tiempos mejores antes de que se desviase el Amu Daria, pero a pesar de todo, seguía siendo un oasis en medio del desierto que permitió a muchas tribus nómadas hacerse sedentarias.

El lago Sarikamish y el río Amu Daria en la frontera norte de Turkmenistán; todavía hoy en día se puede intuir el trazado del río Uzbey conectando ambos (Imagen: Landsat/Copernicus)

Sin embargo, en el siglo XVIII el lago Sarikamish empezó a evaporarse. Este proceso se aceleró aun más cuando el agua que alimentaba al río Uzboy y al lago Sarikamish fue desviada hacia el mar de Aral. En uno de los primeros casos documentados en que se deseca voluntariamente un río, los habitantes de la región decidieron cortar el brazo del Amu Daria allí donde nacía. Por motivos que aun se desconocen, el río Uzboy fue borrado de la faz de la Tierra. Como resultado, todas las tierras que regaba a su paso se secaron abruptamente causando la desaparición de la civilización turcomana que había prosperado junto a sus orillas. Sin que sirva de mucho consuelo, actualmente hay un valle en Marte llamado Uzboy que intenta preservar su memoria.

El agua que formaba el río Uzbey, ahora se sumaba al cauce del Amu Daria y seguía su curso hacia el norte, desembocando en el Mar de Aral. Mientras el lago Sarikamish agonizaba y retrocedía cada vez más, el Mar de Aral vivía un espejismo de prosperidad y crecimiento.

Los tres cauces principales de Turkmenistán, el extinto río Uzboy (rojo) el Amu Daria (azul) y el actual canal de Kara Kum (cian)

En una región en la que la mayor parte de la superficie es desértica, la falta de agua empujó a la población que vivía junto al lago a migrar hacia el sur, dispersándose por todo lo que ahora es el actual Turkmenistán. Las tribus que habían poblado las orillas del río Uzboy tuvieron que optar por retomar su modo de vida nómada en el nuevo desierto, o bien seguir con su vida sedentaria pero en regiones más meridionales que pudiesen cultivar.

Efectivamente, las condiciones climáticas de las tierras del sur eran propicias para una gran variedad de cultivos, pero antes de nada era necesario un abastecimiento regular de agua que mitigase los efectos de las sequías y la aridez propia de la zona.
Pronto empiezan a surgir canales y acequias que buscan recuperar estas zonas para la agricultura. Bajo el mandato de la Unión Soviética esta red de irrigación se potencia para fomentar el desarrollo agrícola de la región (y para dar una alternativa sedentaria al modo de vida nómada de muchas tribus). A partir de 1930 se empiezan a construir numerosos oasis de cultivos, lagos artificiales y canales de riego a lo largo de todo el Amu Daria para dar riego a las cada vez más numerosas plantaciones de algodón. 

Paradójicamente, en la misma zona donde antaño se había desecado un río, ahora prosperaban los proyectos de regadío. Incluso se proyectó la construcción del Canal principal de Turkmenistán, un gran canal destinado a irrigación que seguía aproximadamente el lecho del antiguo río Uzboy. No obstante, el proyecto fue abandonado en 1953 tras la muerte de Stalin

El canal de Kara Kum lleva el nombre del desierto por el que trascurre.

Al final el canal se terminó construyendo, pero con el nombre de Kara Kum y un trazado mucho más meridional. Eso sí, tal y como prometía se convirtió en el "principal" canal de Turkmenistán, con 1375 Km. de extensión el Kara Kum es el canal de irrigación más largo del mundo. Esta gigantesca obra desvía cerca del 20% del cauce de río Amu Daria hacia las tierras del este, regando a su paso gran parte de Turkmenistán, alimentando sus dos mayores oasis (Tejen y Mary) y desembocando en el Mar Caspio la mayoría de las veces ya sin agua. Se calcula que el canal da riego a unas 440.000 hectáreas de terreno, principalmente dedicadas al cultivo de algodón o trigo.

Hicieron falta más de 30 años para terminar esta faraónica obra. Durante los primeros 15 años se construyeron 840 kilómetros de canales, desde el río Amu Darýa hasta la capital del país, Ashkhabad. En una segunda fase, durante las décadas de los 70s y 80s, se amplió su recorrido con una sección navegable de unos 450 kilómetros que conectaba con la costa del mar Caspio; esto lo convierte en el segundo canal de navegación más grande del mundo.

Un vídeo de propaganda soviética narra las virtudes del nuevo canal de Kara Kum

Por desgracia, la inmensa mayoría de los canales que parten del río Amu Daria no son maravillas de la ingeniería hidráulica. En muchos casos consisten en simples zanjas cavadas en la arena del desierto sin ningún tipo de revestimiento. Como resultado, en estos canales cerca del 90% del agua se acaba filtrando, evaporando o perdiendo. Al igual que pasó con el lago Sarikamish, la abundancia y el derroche de unos suele implicar el declive de otros: mientras el sur de Turkmenistán reverdece, el Mar de Aral se muere y marchita...

Los Imperios: 

Sorprendentemente para lo inhóspita que parece esta región, Turkmenistán ha estado habitado desde el neolítico como demuestran asentamientos como el de Yeitun, con construcciones que datan del 7000 AC

En torno al año 2000 AC, varios pueblos iranios comenzaron a asentarse por toda la región, en algunos casos de forma sedentaria como es el caso del complejo arqueológico bactria-margiana, en otros de forma nómada como hicieron las tribus masagetas y escitas.

Toda esta región era conocida desde tiempos antiguos gracias a las numerosas rutas comerciales que la transitaban, siendo la más importante de ellas la ruta de la seda. Además se trata de un terreno árido y desolado con muy pocos accidentes geográficos, una región desamparada y difícil de defender que en cierto modo apetece invadir... y eso es lo que hicieron prácticamente todos los que pasaron por aquí.

El Imperio aqueménida se anexionó la región en el siglo IV AC. Años después les fue arrebatada por la invasión de Alejandro Magno, que dejó su impronta en la región planificando importantes asentamientos como la ciudad de Merv.

El Kyz Qala o Castillo de la Doncella. Merv tiene más de 4.000 años de historia, en su día fue la ciudad más grande del mundo y uno de los puntos más importantes de la ruta de la seda durante el siglo XII.

Después los parni invadieron la región hasta que el Imperio Parto se fraccionó como resultado de las invasiones tribales que llegaban desde el norte. En los años siguientes Heftalitas, Hunos y Göktürks conquistarían la región con sucesivas invasiones. Finalmente, el Imperio sasánida, de origen persa, lograría gobernar la región con relativa estabilidad... hasta que llegaron los árabes durante el califato omeya, entre los siglos VII y VIII. Tras la invasión árabe gran parte de la sociedad turcomana adoptaría el Islam como religión mayoritaria hasta el día de hoy.

En el siglo X, y de nuevo en el XIII, habría dos nuevas invasiones encabezadas por grupos túrquicos (los Seljuq y los Oghuz, respectivamente) procedentes de Asia Central. Los turcos oghuz también dejarían su huella y gran parte de la población local adoptaría su idioma y tradiciones. Una tribu oghuz, los selyúcidas, establecieron una cultura turco-irania que culminó en el Imperio Jorezmita del siglo XII.

Después llegaron las hordas mongolas lideradas por Gengis Kan y su hijo, conquistaron la región entre 1219 y 1221 y devastaron gran parte de las ciudades existentes. Como es lógico, esto provocó un rápido declive (por no hablar de extinción) de la población urbana, mayoritariamente de etnia irania. Los turcomanos, en cambio, lograron sobrevivir al periodo mongol gracias a su estilo de vida seminómada (y a que no tenían ciudades que destruir). Con el tiempo se convirtieron en comerciantes a lo largo del Mar Caspio propiciando numerosos contactos con Europa Oriental.

El mausoleo del Sultan Sanjar es uno de los pocos edificios que siguen en pie en Merv después de que el hijo de Genghis Khan arrasara la ciudad llevándose por delante más de 700.000 vidas.

Tras el ocaso de los mongoles, Tamerlán conquistó la región y su Imperio timúrida gobernaría, hasta que los safávidas, los uzbekos y el Kanato de Jiva los expulsaron a base de sucesivas incursiones. 

En el siglo XIX Asia Central se convirtió en un motivo de disputa entre dos grandes imperios: el ruso y el británico. Este conflicto, que pasaría a ser conocido como "el Gran Juego", terminaría con la decisiva batalla de Geok-Tepe de enero de 1881. Pedro el Grande invadió la zona y se propuso transformar esta región islámica medieval en una república cristiana ortodoxa dentro del Imperio Ruso.

Tras la revolución bolchevique de 1917, la guerra civil rusa y la fundación de la URSS, en 1921 toda esta región se agrupa en una de las Repúblicas Autónomas Socialistas de la Unión Soviética bajo el nombre de "Turkestán". Sin embargo, la nueva república de Turkestán era demasiado grande e inmanejable, por lo que en 1924 fue dividida en cuatro partes, siendo una de ellas la nueva República Socialista Soviética de Turkmenistán.

La caballería turkmena fue un valioso activo del ejército ruso (Fotografía: A. Luarsabov 1896)

Bajo el mandato de la Unión Soviética, Turkmenistán afronta numerosos cambios sociestructurales. El gobierno soviético trató de reorganizar a una población históricamente nómada para adaptarse a un modelo de vida sedentario y basado en la agricultura (sobre todo del algodón) y en la extracción de petróleo.

Durante estos años se intenta generar entre los turkmenos un sentimiento de pertenencia identitaria basada en un territorio fijo y una lengua común. Aunque todavía queda áreas rurales en las que se conservan tradiciones vinculadas a un pasado nómada (la cría de caballos, el rapto de esposas, la dote...), lo cierto es que la modernización soviética tendría consecuencias irreversibles y dejaría una huella muy difícil de borrar. 

Como parte de la URSS, Turkmenistán se tuvo que adaptar a la colectivización, la política soviética por la que la mayor parte de las tierras (y animales) pasaban a ser gestionados por el Estado. Estas medidas  eran conflictivas en todas las repúblicas, pero en el caso de Turkmenistán fueron especialmente traumáticas ya que el pueblo turkmeno consideraba a los caballos miembros su familia. Hasta 1986 no fue revertida la prohibición de poseer caballos, llevando la raza Akhal-Teke al borde de la extinción.

La religión también fue otra fuente de disgustos; a partir de los años veinte, la URSS intensificó su política contra el islam, cerrando mezquitas, prohibiendo fiestas religiosas y reemplazando el alifato por el alfabeto cirílico. A pesar de esta represión, hoy en día el 93% de los turkmenos se declaran musulmanes sunitas.

Las impresionantes mezquitas de Turkmenistán dan fe de su pasado y presente islámico

Tras la caída de la URSS, Turkmenistán se convirtió por primera vez en un Estado independiente. Lo hizo muy a su pesar: pocas veces en la historia la creación de una nueva nación ha sido menos demandada, en el referéndum de 1991, el 98% de los habitantes votaron por mantener la URSS. 

Pese a la voluntad de sus ciudadanos, el 25 de diciembre de 1991 se disuelve oficialmente la URSS y las repúblicas que la componen pasan a ser estados independientes. Sin tiempo para asimilarlo, Turkmenistán se convierte en una República presidencialista y (supuestamente) democrática. Los turkmenos tenían un país propio con fronteras claramente delimitadas, pero tenía que construir una nación con su propia identidad, sus símbolos, instituciones, estructuras de Estado... una patria.

A falta de nadie mejor, Saparmyrat Niyázov, que era el anterior gobernante con la URSS, asumió el mando del país y en 1992 convoca las primeras elecciones presidenciales de Turkmenistán. Unas elecciones que tenían todos los ingredientes de una buena historia: cambios y desafíos en el horizonte, una nación por forjar y un ganador que escribiría la primera página de la historia de Turkmenistán como país. Pues no. El primer conato de democracia de esta joven nación quedó reducido a una "elección presidencial" en la que solo había un candidato: Saparmyrat Niyázov. Continuismo o

Saparmyrat Niyázov, el Padre de todos los turkmenos:

Ingeniero industrial de profesión, Saparmurat Niyázov fue un déspota que dirigió el país con mano de hierro durante 21 años. Niyázov había sido el máximo mandatario del Partido Comunista en Turkmenistán durante la URSS y llevaba en el poder desde 1985, un puesto que no abandonaría hasta su repentina muerte en 2006.

En 1994 Niyazov repetiría victoria electoral en unos comicios en los que de nuevo no hubo rival ni alternativas. En 1999 decidió dejarse de disimulos y se autoproclamó "presidente vitalicio", un cargo que sería ratificado por el parlamento. Es cierto que se trata de un título que, democráticamente hablando, no suena muy bien; pero tampoco era las más megalómana de las opciones. Antes de eso, a mediados de los 90, Niyázov estuvo barajando la opción de cambiar su cargo por el de “sah”, el equivalente al rey para los persas, pero finalmente, en 1993 optó por el que sería su apodo oficial, un mucho más modesto: "Türkmenbaşyel padre de todos los turkmenos".

Es difícil definir la ideología un personaje como Saparmurat Niyazov, que a lo largo de su carrera política pasó de ser el líder regional de la URSS, a apoyar un golpe de Estado prosoviético contra Gorbachov para finalmente declarar la independencia de Turkmenistán y prohibir el Partido Comunista. Lo que no resulta tan difícil es definir su personalidad, plasmada en su libro y en un sinfín de caprichosas medidas. Tampoco era difícil recordar su cara, que acabó haciéndose omnipresente en todo el país.

Estatua del Turkmenbashi en el Monumento a la independencia, en Ashgabat

Turkmenistán fue reconocido por la ONU como país (territorio en el que habitan personas delimitado por una división política y administrativa) antes incluso de que su población se sintiera una nación (territorio en el que habitan personas con orígenes, costumbres y cultura comunes). El primer desafío de Turkmenistán, por lo tanto, era forjar una identidad turkmena que reemplazase a la homogeneidad impuesta durante las últimas décadas; una historia y tradiciones comunes que rellenasen el vacío que había dejado el fin del proyecto soviético. 

Para ello Saparmyrat Niyázov aplicó una política nacionalista de turkmenización en la que se recuperaban las tradiciones anteriores a la etapa soviética. Los rasgos y señas de identidad del país pasaron a ser los de su etnia mayoritaria, los turkmenos, con orígenes en grupos túrquicos preislámicos como los oghuz. Tras siglos de influencia persa, mongol, árabe o rusa, el país se vio sumergido en otro proceso de homogenización cultural e identitaria, solo que esta vez los turkmenos eran el nuevo referente.

Estatuas de soldados turkmenos custodian el Parque de la independencia

El primer paso fue borrar todo lo anterior, así que se derribaron decenas de monumentos y edificios soviéticos. Cuando se acabaron los edificios, el gobierno siguió con las plantas, talando multitud de árboles perennes y reemplazándolos por pinos, mucho menos adaptados a este clima desértico (ya llevan 15 millones).

Las personas tampoco se libraban. Para lograr una correcta turkmenización del país, Niyázov no dudaba en aplicar políticas de discriminación étnica en las que se menospreciaba todo lo relacionado con los extranjeros (especialmente los rusos) en favor de otras etnias consideradas autóctonas (como los oghuz). 

El segundo paso debería ser la creación de una nueva identidad turkmena llena de nobles virtudes y altas metas, pero de algún modo todo acabó degenerando en un trasnochado culto a la personalidad de Niyázov. En lugar de definir la identidad de Turkmenistán, Niyázov optó por adaptar la nación a su personalidad. En pocos años, el extravagante tirano logró hacerse omnipresente por todo Turkmenistán; todo el país estaba lleno de representaciones suyas: decenas de estatuas doradas, libros, billetes, monedas, bebidas, alfombras, fachadas de edificios... toda superficie imaginable llevaba impresa la cara sonriente del Turkmenbashi. Saparmurat daba nombre a un sinfín de edificios públicos, mientras que la tercera ciudad del país, Kranovodsk, también pasaba a llamarse "Turkmenbashi". En 2002, cambió los nombres de los meses y los días de la semana por otros más acordes con su grandeza. Como era previsible, enero se convirtió en Türkmenbaşy, abril pasó a llamarse como su madre (Gurbansoltan) y septiembre como su libro (el Ruhnama). Según el propio Saparmurat, todo este culto no era de su agrado, pero se sacrificaba porque "el pueblo lo exigía"

El "Monumento de la neutralidad" en Asjabad está coronado por una estatua dorada de Niyázov de 6 metros de altura que antaño giraba sobre su eje para estar siempre orientada hacia el sol. 

Poco a poco el país se fue sumergiendo en una espiral delirante en la que se gobernaba y se hacían leyes en base a las decisiones caprichosas de su presidente, entre sus medidas más absurdas destacan:

  • La supresión de las pensiones a los agricultores jubilados y a los ciudadanos rusos (lo que causó un serio problema para los más de 100.000 ciudadanos rusos con residencia en Turkmenistán).
  • Durante una reforma del sistema sanitario, ordenó cerrar todas las clínicas del país, excepto las de la capital, Ashjabad. Esto ha dejado a Turkmenistán con la esperanza de vida más baja de Asia Central, menos de 65 años.
  • Para paliar estas deficiencias sanitarias, declaró fuera de la ley todas las enfermedades infecciosas, incluido el cólera y el sida.
  • Prohibió a los jóvenes menores de 40 años llevar cabellos largos, barbas y bigotes (jake mate hipsters!). También prohibió los dientes de oro, hasta entonces muy apreciados por sus compatriotas.
  • Anunció su intención de construir un zoo con pingüinos en el desierto de Karakum (donde las temperaturas superan los 50 grados). El clima no era algo que amedrentase a Saparmurat que también ordenó construir una pista de patinaje sobre hielo en este mismo desierto. 
  • Niyázov obligaba a sus ministros a correr carreras de 36 kilómetros, los amonestaba por cualquier motivo y gustaba de humillarlos en público. 
  • Abolió el ballet, el circo y la ópera por considerarlos "contrarios a las tradiciones nacionales turcomanas". Tampoco se puede reproducir música grabada en bodas o eventos.
  • Invalidó todos los diplomas expedidos por las universidades extranjeras en los últimos 10 años.
  • Durante el mandato del Türkmenbaşy, menos del 1% de los habitantes del país tenía acceso a internet. El régimen impuso la censura y el control de los medios de comunicación para evitar críticas al mismo tiempo que limitaba la movilidad de los ciudadanos por el país.
  • No todo era horrible o dadaísta, también instauró un sistema masivo de subsidios bajo el que el agua, la sal y la energía eran gratuitos para todos sus ciudadanos.

En un país que se define en base a los antojos de su líder, merece la pena detenerse en la obra que condensa su quintaesencia, el Ruhnama o “el Libro del Alma”. Por lo visto, el presidente también era un adalid espiritual y “guiado por Alá” condensó todo su conocimiento místico en un libro en el que reinterpreta el Corán, narra (a su manera) la historia del pueblo turkmeno, establece los códigos de conducta del país y explica a sus despistados lectores en qué consiste el sentido de la vida.  El resultado, como era de esperar, es un pastiche infumable, un compendio doctrinal de comentarios banales, consejos paternalistas y peculiares revisiones históricas y culturales, que a pesar de todo, acabó convirtiéndose en una referencia obligatoria para todos los ciudadanos. 

En la televisión estatal se leían capítulos al azar las 24 horas del día, contaba con su propia estatua animada en la que las páginas del libro se movían mientras unos altavoces daban tremenda chapa con su contenido. El libro era una lectura obligada en las colegios, universidades y todos los turkmenos tenían la obligación de conocerlo al detalle, llegando al punto de ser necesario superar un “test Ruhnama”  para obtener un empleo público o sacar el carné de conducir.

Uno de los monumentos más surrealistas de Ashgabat es una reproducción de varios metros de altura del Ruhnama que, hasta hace bien poco, se abría mecánicamente cada noche en una página aleatoria para que una voz grabada deleitase a los ciudadanos leyendo un párrafo al azar.

Niyázov consolidaba su posición mediante un constante relevo de altos funcionarios y el sistemático encarcelamiento de políticos y familiares para prevenir posibles conspiraciones. En teoría, Niyázov pretendía retirarse en 2009 tras cumplir su veinticinco aniversario en el poder, pero un repentino (y sospechoso) paro cardíaco puso fin a su mandato en 2006. A falta de un sucesor claro, su antiguo dentista, Gurbanguly Berdimuhamedow, fue elegido para ejercer de presidente en funciones hasta que se eligiese un nuevo líder. ¿Qué podría salir mal?

Gurbanguly Berdimuhamedow, el Protector:

Dos meses después de la muerte de Niyázov se celebraron las primeras elecciones en las que había más de un candidato (eso si, todos pertenecían al mismo Partido Democrático de Turkmenistán, el único permitido). A pesar de esta apariencia de democracia, los organismos internacionales que monitorizaban el proceso no dudaron en calificarlo de "burda simulación de unas elecciones plurales y libres".

El ganador de las elecciones fue Gurbanguly Berdimuhamedow, el antiguo dentista de Niyázov y más tarde ministro de Sanidad y vicepresidente del Gobierno. La primera victoria electoral de Berdimuhamedow se saldó con el 89% de los votos, aunque mejoró este resultado en los comicios posteriores de 2012 y 2017, llegando al 97% de los votos, unas cifras más cercanas a las que en su momento conseguía Daddy Niyázov.

Desde sus comienzos, Berdimuhamedow se había opuesto al culto a la personalidad del anterior líder. En cuanto llegó al poder, lo primero que hizo fue quitar algunas de las medidas más estrafalarias de su antecesor y reducir su omnipresencia: derribó estatuas, revocó la reforma del calendario, levantó la obligación de aprender el Ruhnama de memoria, eliminó la cara de Niyázov de los billetes.
Al principio, el silencio y discreción de Gurbanguly invitaban al optimismo, parecían soplar aires de cambio en Turkmenistán...

Como es lógico, en Turkmenistán está prohibidísimo cambiarle el nombre a un caballo

Sin embargo, tras la jura del cargo en febrero de 2007, Gurbanguly se dio buena prisa por hacer añicos toda esperanza. Tras una temporada discretamente alejado de las cámaras, Gurbanguly reapareció en público como un ser de luz montando a caballo, con una paloma blanca posada en el hombro y con una puesta en escena que oscilaba entre lo excesivo y lo ridículo; un espectáculo tan pasado de rosca que haría reír a cualquiera... salvo a los turkmenos, que ya tenían experiencia con este tipo de conductas.
En realidad, Gurbanguly no estaba en contra del culto a la personalidad por motivos morales o éticos bla bla... tan solo quería reemplazar a su predecesor: se volvieron a erigir estatuas doradas, pero esta vez a su imagen y semejanza. Al igual que su antecesor, también se puso un apodo que parece inspirado en los metabarones: Arkadag (el Protector).

Entre sus fobias y manías destaca la salud de la gente (por algo fue ministro de Sanidad). Algunas veces, estas rarezas se traducen en medidas que se podrían considerar positivas o eficaces, como la prohibición de fumar o comprar tabaco en todo el país (a raíz de un susto que tuvo como fumador). Pero otras muchas veces son gilipolleces como exigir públicamente a sus ministros que adelgacen, subir vídeos haciendo pesas o más recientemente, combatir la pandemia del COVID-19 prohibiendo decir la palabra "coronavirus" (gracias a esta ocurrencia, no existen datos oficiales sobre del impacto de la pandemia en todo el país).

Estatua ecuestre de Berdimuhamedow en Ashgabat

El que según algunos rumores, podría ser hijo ilegítimo del fallecido Saparmurat Nizayov, también adora las cámaras (casi tanto como a sí mismo) y al igual que su antecesor, también se ha sacrificado duro para darle al populacho el culto a la personalidad que se merecen.

Licenciado en odontología, Gurbanguly Berdimuhamedow nos ha deleitado con una miríada de vídeos e imágenes practicando el tiro al blanco, paseando en bicicleta, explicando ante la cámara cómo lanzar cuchillos a un enemigo, compitiendo en cualquier concurso que implique caballos, derrapando en carreras de coches, componiendo temas de rap dedicados a sus mascotas o cantándolos en público junto a su nieto. Una de sus canciones fue incluida en el libro Guinness tras ser interpretada simultáneamente por más de 4.000 personas...

Al igual que Niyázov, también ha apostado por la literatura, pero en este caso la cantidad prima sobre la calidad: hasta la fecha, Berdimuhamedow ya ha publicado más de 60 libros libros (la mayoría históricos, autobiográficos, sobre caballos o té). Obras todas ellas que sus compatriotas adoran y reverencian por la cuenta que les trae... Poco a poco el Ruhnama iba perdiendo peso mientras es reemplazado por estos nuevos libros en bibliotecas, aulas...

Gurbanguly dispara a los malos

Como ya vimos con su predecesor, lo malo del culto a estas personalidades excéntricas es que tarde o temprano acaban salpicando a la legislación. Una de las leyes impuestas por Gurbanguly al llegar al poder prohíbe cambiar el nombre a un caballo; otra obligó a todas las mujeres que hubiesen aprobado el carnet de conducir en los últimos diez años a repetir el examen, solo las mujeres.

En otras ocasiones ni siquiera hace falta modificar la legislación, basta con el miedo. Muchos ciudadanos intentan anticiparse y adaptarse lo mejor que pueden a los gustos y antojos del líder. En febrero de 2020, los funcionarios de la provincia de Lebap se encontraron con que ya no estaba permitido teñirse el pelo de negro. Gurbanguly se disponía a visitar la ciudad la próxima semana y recientemente había dejado de ocultar sus canas. Como todos saben, si el líder de la nación decide tener el cabello gris, todos sus súbditos deben seguir su ejemplo si no quieren perder el trabajo. Del mismo modo, mientras Gurbanguly se teñía el pelo de negro, todos los funcionarios tenían que hacer lo mismo. 

Gurbanguly, Gurbanguly, Gurbanguly!!

Política exterior:

Uno de los motivos por los que nadie se decide a intervenir en esta fantasía trasnochada es que nadie quiere llevarse mal con Turkmenistán. Se calcula que el 10% de las reservas mundiales de gas están en este país. Esto sumado a unas importantes reservas petrolíferas que le permiten autoabastecerse, y a que es el noveno productor mundial de algodón, sitúan a los gobernantes de Turkmenistán en una posición muy cómoda a la hora de buscar apoyos

En la actualidad, su red de gaseoductos conecta a Turkmenistán con Irán, Rusia, Uzbekistán, Kazajistán y China, siendo este último país su principal cliente (el 79% del gas turkmeno acaba en el gigante asiático). También hay planes para ampliar esta red y llevar el gas turkmeno a Afganistán, Pakistán o la India, incluso se negocian nuevas vías que permitan exportar parte del gas a la Unión Europea a través del mar Caspio.

Las exportaciones son uno de los aspectos clave en la política exterior de Turkmenistán, y es que de nada sirve tener una de las mayores reservas de gas del mundo si no tienes rutas para exportarlo. Esta necesidad de llevarse bien con los vecinos se plasma en su peculiar política exterior y más concretamente, en su inquebrantable neutralidad.

El Arca la Neutralidad, en Ashgabat

Sin duda, una de las cosas que más llaman la atención de Turkmenistán es lo que ellos denominan "la neutralidad perpetua". La política exterior de Turkmenistán es única en la región: ha decidido ser perpetuamente neutral, para siempre... En 1995 la Asamblea General de las Naciones Unidas ratificó esta decisión en una votación unánime y Turkmenistán se adhirió al Movimiento de Estados no Alineados, un foro creado por países que rechazaban unirse a ninguno de los dos bandos durante la Guerra Fría.

Según esta declaración de neutralidad, Turkmenistán se compromete a no participar en alianzas militares, evitar las guerras y promover el desarrollo económico en la región. La neutralidad perpetua está recogida en la Constitución turkmena como la base de su política, aparece mencionada en las primeras estrofas del himno y tiene hasta su propia festividad, el Día de la Neutralidad.

Esta neutralidad tiene su explicación en el contexto geopolítico del país. Actualmente, sus vecinos son Kazajistán y Uzbekistán al norte, Irán y Afganistán al sur, y las aguas del Mar Caspio al oeste, sin duda una ubicación delicada en la que resulta conveniente llevarse bien con todos.

Mapa político de Turkmenistán

Al igual que otras repúblicas postsoviéticas, Turkmenistán comenzó su andadura sin infraestructuras propias que la permitiesen romper lazos o enemistarse con Rusia; de hecho, el único gasoducto del país llevaba el gas turkmeno hacia Rusia.

Por otro lado, no deseaban estrechar vínculos con Moscú, fue el único país postsoviético de Asia Central que no entró en la alianza militar liderada por la antigua URSS. Turkmenistán comparte frontera con Afganistán, país con el que estuvo en guerra en contra de su voluntad entre los años 1979 y 1989 cuando formaba parte de la URSS. Desde entonces está atrapada entre dos viejos enemigos con los que intenta mantener un delicado equilibrio. Fue uno de los pocos países en establecer relaciones diplomáticas con el Gobierno talibán de Afganistán, y las mantuvo aun tras el atentado del 11S. 

Por el lado ruso, si bien es cierto que las relaciones se deterioraron cuando Turkmenistán buscó otros socios con los que diversificar sus exportaciones, en la actualidad se ha relajado bastante la tensión entre ambos países.

Gurbanguly regala un cachorro a un sorprendido Vladimir Putin durante su cumpleaños.

La cara oscura del capricho:

A pesar de lo cómicas que puedan sonar las muchas excentricidades que nos llegan desde Turkmenistán y de su afable neutralidad, lo cierto es que ocultan una realidad interna mucho más triste. Mientras el gobierno presume de récords en su capital (la ciudad con más fuentes, con más mármol blanco...), el conjunto del país está entre los peores del mundo en materia de derechos civiles, democracia, aperturismo o libertad de prensa.

Visitar el país no resulta nada sencillo, las solicitudes de visado deben gestionarse con meses de antelación a través de alguna agencia de viajes local. Cada petición es cuidadosamente investigada y un alto porcentaje de las solicitudes son rechazadas por las autoridades sin ningún motivo aparente. Quienes consiguen entrar como turistas no pueden moverse fuera de la capital sin estar permanentemente acompañados por un chofer-espía designado por el Gobierno.

Salir del país tampoco es fácil, las leyes de emigración e inmigración son cambiantes y opacas. En la última década, el Gobierno ha establecido “visados de salida” para abandonar el país, listas negras de viajeros o la prohibición de emigrar para los jóvenes, para evitar la pérdida de mano de obra. Aun así, se estima que dos millones de turkmenos han abandonado el país desde 2008, casi un 30% de la población.

El crudo desierto de Karakum no ofrece muchas oportunidades (Fotografía: Daniel Kreher)

Según Reporteros Sin Fronteras, Turkmenistán es el país que menos respeta la libertad de prensa, superando en 2018 a Corea del Norte. Los periodistas son sistemáticamente perseguidos, los informadores acaban rociados con ácido y es prácticamente imposible entrar al país con acreditación de prensa. En la aduana está estrictamente prohibido introducir prensa escrita, drones o cualquier objeto relacionado con medios de comunicación, estando tan penado como el tráfico de drogas o de armas. Todo esto hace de Turkmenistán uno de los países más herméticos del mundo, nada entra y nada sale.

Aunque el acceso a Internet aumentó tras la muerte de Niyázov hasta llegar al 14% de la población, sigue estando muy controlado por el Gobierno, al igual que los pocos medios de comunicación que existen. La mayoría de sus ciudadanos jamás han entrado en redes, pero todos saben que implica problemas. Youtube, Twitter, Facebook, Instagram y la mayoría de los medios informativos extranjeros están bloqueadas por el Gobierno. Navegar por la web en Turkmenistán no solo es frustrante y tedioso, también es peligroso: el régimen espía las cuentas de correo electrónico y monitoriza la actividad de cada usuario. El resultado es un país que parece anclado en los años 70, uno de los últimos rincones del mundo en los no se ve a los jóvenes enganchados a sus teléfonos móviles todo el día.

No existen datos oficiales sobre la desigualdad, el paro o la composición étnica del país, ni siquiera hay certeza sobre el número real de habitantes. Hace más de una década que no se hace público el padrón, la última cifra oficial estimaba unos seis millones de habitantes, pero la realidad es que probablemente no llegan a cuatro.

Las desoladas calles de Ashgabat, la capital, casi siempre están vacías

Según Human Rights Watch, Turkmenistán es uno de los países más represivos y menos democráticos del mundo, con un Índice de Democracia que le sitúa en el puesto 162 de 167 (por debajo de Arabia Saudí o Libia); es de lejos la ex-república soviética que ha salido peor parada tras la independencia.

La democracia no termina de consolidarse en Asia Central, una región marcada por los regímenes personalistas, la corrupción, las violaciones de los derechos humanos y la falta de transparencia. No obstante, Turkmenistán consigue despuntar en todos estos aspectos y en ocasiones hasta parece que crea tendencia entre sus vecinos, una especie de I+D+i de la autocracia... En 1994, Niyázov fue el primer dirigente de la región en prorrogar sus mandatos vía referéndum, una táctica que al año siguiente copiarían los líderes de Kazajistán y Uzbekistán. En 2016, Turkmenistán eliminó el límite de mandatos presidenciales, poco después Tayikistán hizo lo mismo.

Líderes invent decoran el Parque de la Independencia, en Ashgabat

A esta ausencia de democracia se le suma un control obsesivo de la población y una brutal represión. La mayoría de los habitantes de Turkmenistán tienen miedo, digámoslo claro, y el miedo es fundado. Los disidentes dentro del país son atacados con ácido y propensos a desaparecer forzadamente. La mano larga del presidente llega incluso a otros países como Turquía, donde según Human Rights Watch, activistas turcomanos están siendo objeto de amenazas y agresiones: 

Turquía es uno de los pocos países a los que los turkmenos pueden acceder sin visado y donde pueden solicitar un permiso de residencia; además, las similitudes en el idioma y la cultura permiten que los turcomanos se integren rápidamente en la sociedad turca. Como resultado más de un millón de turkmenos viven en Turquía.
Sin embargo, en los últimos años los consulados de Turkmenistán han dejado de renovar los pasaportes obligando a los turkmenos a volver a su país o quedarse en situación irregular en Turquía. Ante esta situación, los ciudadanos turcomanos han organizado protestas y manifestaciones exigiendo a su país que cumpla la ley. La respuesta de Erdogan ha sido deportar o detener a muchos de estos activistas gracias a las denuncias falsas de los consulados turkmenos.

El futuro de los deportados es muy poco esperanzador. Turkmenistán, al igual que otros países como China, Estados Unidos o la propia Turquía, se niegan a ratificar la "Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas". Según Amnistía Internacional, hay por lo menos 120 presos cuyo paradero se desconoce y que probablemente hayan sido sometidos a estas "desapariciones forzadas".

Cuando Erdogan y Gurbanguly se reúnen la democracia salta por la ventana

La enorme riqueza energética de Turkmenistán le permite tener uno de los PIBs per cápita más altos de la región muy por encima de Irán, Uzbekistán o Tayikistán; sin embargo esta diferencia se debe en parte a que tiene mucha menos población. A pesar de esta aparente riqueza "per cápita", Turkmenistán es uno de los estados más desiguales del mundo

Aunque el país cuenta con una de las mayores reservas de gas natural del mundo, su población sufre escasez de productos de primera necesidad (como la harina o el pan). Por desgracia, esta escasez se ha agravado durante la pandemia, y algunas regiones han impuesto racionamientos.

Según los disidentes, el paro del país roza el 60%, según el "Estimado Presidente" no hay paro. Lo peor de todo es que el trabajo además de escaso, tampoco te saca de pobre. El salario medio del ciudadano de a pie ronda los 100 euros mensuales y en los puestos más bajos de la administración se desploma hasta los 40-50 euros. Hasta ahora la supervivencia solo era posible gracias a las ayudas del Estado, sin embargo desde 2019 comenzó la retirada gradual de subsidios estatales. Desde entonces la electricidad, el gas, el agua y la sal ya no son gratis para los turkmenos. 

En este contexto de grave crisis económica, la solución del dictador fue la de obligar a ocho bancos turkmenos a crear un fondo millonario destinado a proteger una raza autóctona de perros pastores. Un animal que apasiona a Gurbanguly y sobre el que acababa de escribir su último libro.

Estatua en honor al perro pastor de raza Alabai, un símbolo nacional con su propio día festivo.

Turkmenistán también es uno de los países más corruptos. Esta corrupción es una constante en todos los niveles, en los frecuentes controles policiales de carretera es común ver a los conductores deslizar varios billetes entre la documentación para seguir su camino. En las altas esferas, familiares y amigos de Berdimuhamedov copan los puestos directivos de las empresas públicas, empresas a las que siempre se adjudican los faraónicos caprichos del dictador.

El sector industrial supone la mitad del PIB del país, sin embargo dicho sector está muy controlado por el gobierno. A pesar de la cada vez mayor participación de empresas extranjeras en el sector de los hidrocarburos, apenas existen empresas privadas. El Índice de Libertad Económica sitúa a Turkmenistán en el puesto 170, con una puntuación similar a la de Argelia o Bolivia.

Todo esto afecta a la economía como es lógico, en 2018 la inflación fue del 9,4% según el gobierno, mientras que los expertos la situaban en más del 300%. La moneda local, el manat, equivaldría a 0,25 euros según el cambio oficial; en el mercado negro, ajeno a estas fantasías, un manat se cambia por 5 céntimos.

Un billete de 100 manat con la cara de Niyazov

Esta lamentable situación económica unida a la ya tradicional corrupción, están ahogando a las pocas empresas privadas que resisten en el país, un ejemplo dramático sería el suicidio del máximo responsable de Coca Cola en Turkmenistán. Los problemas con los suministros, la hiperinflación y la corrupción gubernamental le impidieron producir el refresco a un precio que pudieran pagar los turkmenos; finalmente, optó por arrojarse al vacío desde una ventana.

Este panorama es una pesadilla para la inversión extranjera, que no ve ninguna seguridad para invertir en este país. Afortunadamente, una vez más Gurbanguly reaccionó a tiempo. En septiembre de 2019, obligó a su ministro de Comercio a aparecer en televisión, esposado y lloriqueando, para confesar que había sido un corrupto. Días después anunció que iba a redactar otra constitución y el 1 de octubre, en un acto gubernamental emitido por televisión, abroncó, humilló, despidió y acabó echando de la sala al hasta entonces poderoso ministro del Interior. Otra crisis bien resuelta.

Serdar Gurbanguliyevich ¿Una nueva oportunidad?

Desde Marzo de 2022, Serdar Gurbanguliyevich Berdimuhamedov ocupa la presidencia de Turkmenistán. El que fuera hijo de Gurbanguly, es definido como una persona tranquila y ecuánime por quienes le conocen; parece difícil que logre igualar los niveles de histrionismo de sus predecesores, sin embargo todo es posible en esta "república del capricho" como la llaman algunos.

Serdar Berdymukhamedov, el actual presidente de Turkmenistán, posa junto a un perro Alabai