Moynaq era una animada ciudad portuaria en la república autónoma de Karakalpakia, al noroeste de Uzbekistán. Se trata de el único puerto de un país sin litoral, por lo que tradicionalmente siempre ha gozado de una próspera industria basada en gran medida en la pesca, las conservas y los astilleros. Esta industria llegó a dar empleo y sustento a unas 60000 personas, sin embargo, a partir de la década de los 80s, la ciudad comenzó un lento e imparable declive que continua hoy en día ¿por qué cayó en desgracia toda esta región?
Situada estratégicamente a orillas del Mar de Aral, toda la actividad económica de esta ciudad giraba en torno a una línea de costa que hoy se encuentra a 150 Km. de distancia. En las afueras de la ciudad, los cascos oxidados de los barcos pesqueros dan testimonio de que en este desierto, hubo una vez un mar.
La ciudad de Moynaq (Мўйноқ) comparte muchas similitudes con su vecina Aral, en Kazajstán, ambas eran ciudades portuarias junto a las costas del mar de Aral, un mar que en realidad era un lago interior, el cuarto lago más grande del mundo en su momento.
Las dos ciudades se encontraban bajo el auspicio de la Unión Soviética en la década de 1960, cuando los dos principales afluentes del Mar de Aral, los ríos Amu Daria y Sir Daria, fueron desviados para tratar de convertir Asia Central en una zona productora de algodón y cereales. Los proyectos de irrigación soviéticos optaron por drenar los ríos que alimentaban el Mar de Aral para apoyar la creciente industria de algodón; sin embargo, en un mundo con recursos finitos, el ascenso de una región suele implicar el deterioro de otras zonas, en este caso la caída de todos los pueblos que rodeaban el Mar de Aral. Cuanta menos agua llegaba al lago, más fácil resultaba que el sol la evaporase. Esto provocó un imparable descenso del nivel del mar que llegó a ocupar tan solo un 10% de su tamaño original.
La línea de costa comenzó a bajar, alejándose a pasos agigantados cada año. Al igual que Aral, en el lado kazajo del mar, la población de Moynaq comenzó a descender, y sus habitantes comenzaron a sufrir diversas enfermedades. La ciudad, que siempre se había apoyado en la pesca para sostener su economía, y que incluso llegó a tener cierto renombre como centro de procesado de pesca y conservas, veía impasible como su sustento se evaporaba, hasta que un buen día, el mar dejó de verse en el horizonte.
A medida que el mar se redujo, la pesca excesiva y sin control se volvió la práctica habitual agravando aun más el problema. Además, el agua que quedaba tenía una gran salinidad debido a una mayor concentración de sustancias solubles por la elevada tasa de evaporación, la salinidad del mar aumentó desde los 10 g/l hasta unos insostenibles 45 g/l con lo que el hábitat de numerosas especies colapsó causando su progresiva desaparición. Entonces la gente comenzó a morir...
Las autoridades soviéticas, que expandieron la industria de algodón de Uzbekistán y Kazajstán, no contaban con que los herbicidas y pesticidas empleados en las nuevas plantaciones se verterían en los ríos aledaños y terminarían por desembocar en el mar de Aral. A medida que el mar se secó, los químicos tóxicos de la industria del algodón quedaron expuestos sobre el lecho marítimo. Estas sustancias fueron propagadas a la atmósfera por las frecuentes tormentas de arena y acabaron siendo inhaladas por los habitantes de una vasta región.
Ante la perspectiva del desempleo y una esperanza de vida desalentadora, muchos optaron por irse. Algunos pocos resisten, como la gente de Karakalpak, que ha vivido en la zona durante más de mil años; de hecho el gobierno uzbeko jamás reconoció un descenso en la población, hoy en día ya no se hacen censos y la zona ha sido calificada como "arrasada por un desastre ecológico" por el propio gobierno uzbeko.
Quienes aun habitan esta región se enfrentan a un ambiente hostil sin incentivos: los veranos son más calurosos y los inviernos más fríos (el mar ya no modera el clima continental), las tormentas de polvo tóxico del lecho marino envenenan los pulmones de sus habitantes mientras los niños persiguen a los turistas (el último sustento de la ciudad) sin ser conscientes de que probablemente sean la última generación que vive en este lugar estéril que una vez sostuvo a decenas de miles de personas.
El Mar de Aral, situado en Asia Central, entre Uzbekistán y Kazajistán, llegó a tener una superficie de unos 67.300 kilómetros y sus poblaciones pesqueras suministraba una sexta parte de todo el pescado que se consumía en la Unión Soviética. El mar fue perdiendo flujo a medida que los ingenieros de la URSS desviaban los ríos que lo alimentaban para nutrir las secas estepas, con el objetivo de crear enormes campos de arroz, algodón y otros cultivos. Con el auge de la producción de algodón llegaron los problemas, problemas que el Kremlin se negó a reconocer. La población local se quejó durante años, pero las autoridades no escucharon sus llamadas de alerta. Los pescadores optaron entonces por colocar varas con marcas en el lago para demostrar que la costa estaba desapareciendo, tampoco sirvió de nada...
Hoy en día, donde antes había agua, solo queda arena. Lo que una vez fue el cuarto lago más grande del mundo ha quedado reducido a un 10% de su superficie original, en el camino se ha perdido una superficie hídrica del tamaño de Irlanda. El llamado Mar de Aral, en Asia Central, está prácticamente seco y en su lugar ha quedado un gran desierto llamado Aralkum (Orol choʻli) jalonado por pequeños lagos con mayores o menores posibilidades de subsistir. El ecosistema original del mar de Aral se considera actualmente colapsado según los criterios de la Lista Roja de Ecosistemas de la UICN
No ha sido algo repentino, ni imprevisto, organizaciones defensoras del medioambiente y expertos llevan años alertando del que quizás sea el mayor desastre natural producido por la mano del hombre. El colapso del mar de Aral ya fue anticipado por un informe del departamento de Medio Ambiente de Naciones Unidas, en el que se alertaba no sólo del desastre medioambiental, si no también del impacto social. Como resultado de la desertificación de las últimas décadas, millones de peces murieron y las ciudades costeras así como su prolífica industria pesquera, languidecieron hasta casi desaparecer. Esto derivó en un gran éxodo migratorio hacia zonas más prósperas.
Los ciudadanos que optaron por quedarse, viven expuestos a numerosos agentes tóxicos, a los problemas de salud derivados de un agua escasa, salada y contaminada hay que sumarle las tormentas de polvo tóxico que llegan hasta lugares tan remotos como Pakistán o el Ártico. Los habitantes de estas regiones muestran una mayor propensión a problemas pulmonares y cardiacos, reducción de la fertilidad y retraso del crecimiento. Otros estudios sobre el terreno del Instituto de Física de Uzbekistán también han mostrado un aumento significativo de ciertas formas de cáncer así como otras patologías probablemente vinculadas a cambios en el ADN.
¿Qué más podríamos añadir a este infierno? Un laboratorio de armas biológicas!! En 1948 la agencia soviética de guerra biológica (Biopreparat) decidió construir uno de sus 18 laboratorios secretos en la isla Vozrozhdeniya (Renacimiento), en el medio del Mar de Aral. Por lo visto esta gente no había recibido suficiente castigo, con el descenso del nivel del mar, la isla se convirtió en una península que rápidamente se convirtió en motivo de disputa entre Kazajistán y Uzbekistán. Todavía no se conocen los detalles concretos sobre la historia, funciones y situación actual de las instalaciones; solo sabemos que la base fue abandonada en 1992 tras la desintegración del ejército soviético y que distintas expediciones científicas han demostrado que este lugar se había utilizado para la producción, pruebas y desecho de armas biológicas. De hecho, un proyecto de cooperación internacional intentó limpiar los vertederos de carbunco.
Hace ya una década que un proyecto financiado con ayuda internacional trata de devolver la vida al Mar de Aral, sin embargo se trata de una tarea casi imposible, se requiere la cooperación de todos los países por donde transcurren los ríos que lo alimentan (en algunos casos enfrentados o con mala relación entre ellos).
En 1987 la disminución progresiva del nivel de las aguas acabó dividiendo el lago en dos volúmenes de agua separados, el mar de Aral Norte y el mar de Aral Sur, este último dividido a su vez en distintas porciones.