12 diciembre 2020

Islas Trobriand - Papúa Nueva Guinea

 

El archipiélago de las islas Trobriand (llamadas oficialmente islas Kiriwina) es un grupo de atolones de coral en el Mar de Salomón, pertenecen a la provincia de Milne Bay (Papúa Nueva Guinea). La mayor parte de sus 12.000 habitantes viven en la isla de Kiriwina, donde se encuentra el poblado de Losuia, la cabecera del gobierno local. 

Al comienzo de la primera guerra mundial, el antropólogo austrohúngaro Bronisław Malinowski llegó a Papúa y se dirigió a las islas Trobriand para realizar un estudio antropológico sobre sus habitantes. Sus descripciones del sistema de intercambio kula, la religión, la magia, la agricultura y las prácticas sexuales de los trobriandeses, plasmadas en su libro "Los argonautas del Pacífico Occidental", se convirtieron en el paradigma de la etnografía moderna. Fascinado por las costumbres de este pueblo, Malinowski publicaría en 1929 el libro "La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia", en donde describe las islas Trobriand como un paraíso con gran libertad sexual. Este relato sería mitificado y exagerado por publicaciones como Playboy o National Geographic, haciendo que el archipiélago pasase a ser conocido como “las Islas del Amor”.

Debemos ser cautos con este relato, muy influenciado por la sorpresa del autor al conocer las insólitas tradiciones de la isla. Las mujeres de un puñado de aldeas de la isla tenían como costumbre asaltar a los hombres de otros poblados cuando se ponían al alcance de su vista. Según el relato de un perplejo Malinowski:

"El hombre se convierte entonces en juguete de las mujeres, que se entregan con él a toda clase de violencias sexuales y crueldades obscenas, cubriéndole de inmundicias y maltratándole de mil maneras... Algunas mujeres cubren el cuerpo del hombre con sus excrementos y orina, atacando con preferencia el rostro, que mancillan cuanto pueden”. 


Teniendo en cuenta que muchas de estas tradiciones se exageraron y que muchas de las que fueron verdad en su día, se han perdido o diluido con el paso del tiempo, veamos algunos de los rasgos más llamativos de estas peculiares islas:

  • Las Islas Trobriand tienen una estructura social matrilineal, es decir, dan un papel preponderante al predominio de la línea materna. El parentesco sigue únicamente la linea materna; de ella depende la adscripción al grupo familiar y la sucesión de los bienes y propiedades. Suegras y madres son la cabeza de la familia y la figura principal de autoridad. El padre de los niños queda relegado a un segundo plano y el hermano de la esposa es el que hace muchas veces de guía para los niños.  En la mayoría de los casos, el padre no llega a conocer a su hijo hasta pasadas seis semanas después del parto, en las que la madre se recupera resguardada en la choza. A partir de entonces, el padre se encargará del pequeño tanto como la madre, pero nunca será reconocida su paternidad.
  • Todavía hoy en día, los trobriandeses no creen que exista una relación entre sexo y embarazos, y sostienen que la mujer es fecundada por espíritus de la isla vecina de Tuma, donde viven los espíritus de las personas muertas. Cuando una mujer queda embarazada, se considera que su esposo o pareja fue sólo una especie de conducto por el que el verdadero padre, un baloma o espíritu, la preñó. Y es que los trobiandeses niegan al semen cualquier papel en la procreación: la mujer se queda embarazada cuando un niño-espíritu se introduce, trepando, en su vagina; el padre tan sólo ensancha el camino.  
  • Las parejas pueden tener tantas relaciones sexuales como se deseen antes del matrimonio. Sin embargo, no les está permitido compartir comida. Eso es algo reservado para después de la boda.
     
  • Las relaciones extramaritales son situaciones toleradas entre los isleños. Incluso existen chozas llamadas bukumatula, donde los amantes pueden quedar para tener encuentros discretos. 

  • Al contrario de lo que pasa en Occidente, las parejas no ponen cuidado alguno en sus relaciones sexuales: si sus hijos pequeños los observan, no tienen problema ni pudor alguno, tampoco hacen nada por evitar este tipo de situaciones. 

  • Tanto hombres como mujeres tienen una visión del sexo muy amplia y libre. Las chicas demandan sexo tanto como los hombres. En esta sociedad existe una regla que sería la envidia de toda mujer: el hombre no termina (es decir, no eyacula) hasta que su pareja ha quedado por completo satisfecha. Es casi un acto de honor. 

  • Los niños comienzan a tener relaciones sexuales a una edad muy temprana: entre los 6 y 8 años de edad las niñas, y de 10 a 12 años los chicos, todo ello sin ningún tipo estigma social. Desde temprana edad, los cortejos no se hacen esperar, los pequeños varones hacen regalos a las niñas (animales, insectos y flores raras) para comenzar un juego de seducción con el que crecen acostumbrados. A causa de ello, las niñas conocen los métodos anticonceptivos tan pronto como puedan entender las instrucciones de sus madres. Esto no quita que de vez en cuando se presenten casos de embarazos a temprana edad. Esto no supone problema alguno; las familias se hacen responsables del bebé y no hay reproches hacia la joven madre. 

  • Una vez que los hijos alcanzan los 12 o 14 años de edad, son separados de sus hogares para instalarse en una casa de solteros o viudos en la que podrán vivir su sexualidad de manera libre y autónoma. 

  • Un hombre blanco no tendría suerte con las lugareñas, ya que para ellas la piel banca es sinónimo de fealdad. Desgraciadamente, en los últimos años se han disparado los índices de VIH (supuestamente, el virus fue introducido por turistas australianos). 

  • En estas islas no existe el dinero, las transacciones comerciales se hacen con yams (una especie de tubérculo) y hojas de plátano. 

  • Las guerras interétnicas fueron prohibidas por las autoridades coloniales, por lo que los trobriandeses desarrollaron una modalidad de críquet caracterizada por su extrema violencia. Toda disputa política suele arreglarse con un partido de esta agresiva variante del críquet. 

  • En las Islas Trobiand podemos encontrar el kula, un sistema de intercambio ceremonial en que los participantes viajan kilómetros en sus canoas para intercambiar objetos previamente acordados con otros pobladores de otras islas. Los objetos intercambiados suelen ser el soulawa (un collar de conchas roja) y el mwalli (brazaletes con pequeñas conchas blancas). El circuito del Kula era muy amplio e implicaba a individuos de hasta dieciocho comunidades isleñas del archipiélago que forjaban alianzas y vínculos mediante estos trueques sin trasfondo económico.

Mas allá del mito, en los últimos años las islas Trobriand se han vuelto un campo de estudio fascinante en el campo de la psicología. Un reciente estudio de la Universidad Autónoma de Madrid ha demostrado que en Trobriand, solo el 58% de los habitantes asocian la sonrisa a la alegría, un 46% reconoce la tristeza, solo un 31% el miedo, el 25% el asco y tan solo el 7% de los lugareños consigue vincular un rostro ceñudo con el enfado. Según esto, las emociones no son universales; serían un rasgo cultural, no biológico como se venía pensando hasta hace poco. El descubrimiento es mayúsculo en su campo, durante años el psicólogo estadounidense Paul Ekman (asesor científico de la película Inside Out) ha sido unos de los principales impulsores de la llamada Tesis de la Universalidad, según la cual, existen cinco emociones (alegría, tristeza, enfado, miedo y asco) cuyos gestos serían reconocibles por cualquiera de los habitantes de la Tierra.