Irlanda es un país rebosante de misticismo y leyendas, sin embargo, hay un lugar que destaca sobre todos los demás… la Calzada de los Gigantes es la joya del patrimonio natural y el lugar más visitado de Irlanda del Norte. El contraste entre estas negras formaciones de basalto, el violento mar, el verde de la isla y la atmósfera plomiza propia del clima irlandés, han hecho de este paraje un lugar recurrente en los mitos y cuentos celtas, y un destino imprescindible para quienes visitan Irlanda del Norte.
Situada en la costa nororiental de Irlanda, en el condado de Antrim, fue descubierta en 1693 y declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986. Se trata de una formación compuesta por unas 40.000 columnas hexagonales de basalto que probablemente se formó por el enfriamiento rápido de la lava procedente de una cráter o una caldera volcánica.
Cuenta la leyenda que hace muuucho tiempo, en esta región vivían dos gigantes en eterna disputa; por un lado estaba el héroe Finn, también conocido como Fionn Mac Cumhail en otros relatos, que habitaba el condado norirlandés de Antrim, y por otro lado su archienemigo, el aun más gigante Benandonner que vivía en la isla escocesa de Staffa.
Ambos seres tenían una enorme rivalidad, 150 Km. de gélido mar los separaban, pero eso no les impedía pasarse el día tirándose grandes rocas el uno al otro. Tal era su empecinamiento, que finalmente lograron formar una larga calzada de piedras que unía la costa de Irlanda con el lejano archipiélago escocés de las Hébridas Interiores.
Un buen día, Benandonner se cansó de tirar proyectiles y decidió cruzar el mar para romperle la cara a Finn en persona. Decidido, el gigante se encaminó hacia el sur caminando sobre la calzada que ambos habían formado con su correspondencia de piedras. Finn era valiente, pero no era tan estúpido como para pegarse con un gigante escocés mucho mayor que él, así que hizo lo que haría cualquier héroe sensato, correr a esconderse en su casa y pedir ayuda a su mujer.
Finn y Benandonner intercambian correspondencia
La buena mujer, llamada Oonagh, decidió poner un poco de cordura en la disputa y acabar con tanta tontería. Mientras abroncaba a su marido por meterse en líos innecesarios, lo disfrazó de bebé con ropas de su talla. Tumbado en una gigantesca cuna, Finn observaba como su mujer preparaba numerosos pasteles, una parte los dejó junto a la cuna, mientras que el resto los sirvió en una bandeja y los rellenó con hierro.
Cuando Benandonner llegó clamando venganza se encontró con que no había rastro de Finn. "Ha salido un momento, te presento a su hijo" le dijo Oonagh mientras señalaba a un bebé descomunal que tragaba pastelitos en su cuna. Benandonner miraba preocupado el tamaño del bebé cuando la amable mujer le ofreció unos pastelitos para amenizar la espera. Al masticar el primer pastelito, Benandonner tuvo que escupir varios dientes... en su cabeza empezaban a surgir muchas dudas: "a lo mejor no es tan buena idea pegarme con un rival cuyo hijo recién nacido es de este tamaño y come pasteles más duros que una piedra sin necesidad dientes". Sin perder un instante, Benandonner salió de la casa con la primera escusa que se le ocurrió y huyó despavorido por el mismo camino por el que había llegado.
En su huída, Benandonner trató de destruir la calzada a base de pisotones, por si a Finn se le ocurría hacerle una visita, pero hubo un tramo en la costa que no pudo destruir con las prisas, ese tramo es lo que hoy conocemos como la Calzada de los Gigantes.
Cuenta la ciencia que hace muuucho tiempo (unos 60 millones de años), en esta región existía un gran volcán del que hoy no queda ni rastro. Dicho volcán entró en erupción en un momento dado y una gran lengua de lava y roca fundida descendió hacia el mar. Sin embargo, la erupción cesó de repente y la lava se enfrió rápidamente formando unas 40.000 columnas hexagonales de basalto. Este proceso geológico permite que al enfriarse rápidamente la lava procedente de una colada o una chimenea volcánica, ésta cristalice sin la presión propia de otras rocas ígneas, formando cristales muy pequeños de basalto. Estos peculiares adoquines desaparecen bajo el mar para reaparecer de nuevo varios kilómetros al norte, en la isla de Staffa.