Tras la guerra fría la mayoría de los países decidieron poner freno a la escalada nuclear. Una de las medidas adoptadas fue la creación de un Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. Unos 178 países han ratificado este tratado desde 1996 y una de sus medidas para controlar el cumplimiento de sus medidas fue la creación de una red de vigilancia que cuenta con 45 estaciones repartidas por todo el mundo en las que se analizan infrasonidos en busca de señales de actividad nuclear que pudieran pasar desapercibidas al oído humano.
Desde su creación, los responsables quedaron sorprendidos por la enorme actividad registrada... Tras varios sustos iniciales, los científicos llegaron a la conclusión de que todo aquel ruido no podían ser pruebas nucleares. No lo eran, eran meteoritos entrando a la Tierra; cada día entre 1000 y 10000 toneladas de material espacial caían en nuestro planeta en una lluvia de piedras que nadie percibía.
Cada día llueven piedras en el planeta Tierra, muchas. De media, unos 60 meteoritos caen en la Tierra cada hora, casi 1500 al día y algo más de medio millón al año... jamás hemos conseguido detectar ninguno antes de que haga su entrada. Afortunadamente, lo más habitual es que sean de pequeño tamaño y se desintegren en las capas más altas de la atmósfera. Son mucho más frecuentes de madrugada, ya que a esas horas nos encontramos en la región de la Tierra que mira hacia adelante en su órbita, si son pequeños nos gusta llamarlos "estrellas fugaces"
Excepcionalmente, algún meteorito tiene un tamaño considerable que le impide desintegrarse, en esos casos tan solo un 1% del planeta está poblado por lo que lo más habitual es que se estrellen en el mar o en zonas despobladas. No obstante, cada cierto tiempo es inevitable el drama:
- Cada 100-300 años impacta un meteorito del 40 a 50 metros de diámetro (Tunguska)
- Cada 100.000-200.000 años impacta un meteorito con un kilómetro de diámetro
- Cada 50-70 millones de años nos cae un meteorito de hasta 10 Km. de diámetro (Chicxulub) y el 70% de la vida en la Tierra desaparece. El último cayó hace 65 millones de años...
Recientemente, el meteorito de Cheliabinsk en Rusia saltó todas las alarmas, era un meteorito de tan solo 17 metros de diámetro y unas 10.000 toneladas que chocó contra la atmósfera terrestre liberando 500 kilotones de energía (3 veces la bomba de Hiroshima). Las ondas infrasónicas son las mayores jamás registradas por el sistema de vigilancia de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBTO), afortunadamente, el meteorito se desintegró muy alto (a unos 30 Km sobre el suelo) lo cual hizo que los destrozos no pasasen de unos cuantos cristales rotos y algunas heridas sin gravedad. Ese día se retomó el el proyecto Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS) un sistema de 8 telescopios distribuidos en dos regiones distintas de Hawai que sondeará nuestros cielos en busca de objetos apenas visibles. Ese día también, empezó una fiebre del mete-oro, actualmente, el gramo de meteorito se paga 65 veces más caro que el oro y un trozo de piedra lunar encontrado en Marruecos se ha llegado a vender por 1,4 millones de euros.
Fotografía de los árboles derribados captada por la expedición de Leonid Kulik en 1927
Para hablar del mayor meteoroide con testimonios presenciales debemos irnos más de 100 años atrás, hasta el 30 de Junio de 1908, cuando una roca espacial de unos 37 metros de diámetro entró en la atmósfera terrestre detonando en el cielo con la fuerza de 185 bombas como la de Hiroshima. El impacto del bólido derribó todos los árboles en un área de 2150 kilómetros cuadrados cerca del Río Podkamennaya Tunguska, en Siberia. En honor a este evento, todos los 30 de Junio se celebra el día internacional de los asteroides.
A pesar de que el impacto sucedió en 1908, ninguna expedición científica pudo visitar la zona hasta 19 años después lo cual complicó bastante la reconstrucción de los hechos. Leonid Kulik, responsable de la colección de meteoritos del Museo de San Petersburgo organizó una primera expedición a Tunguska en 1921, sin embargo la difícil accesibilidad de la zona unido a las duras condiciones de Siberia les impidieron alcanzar su destino. Seis años más tarde volvían a intentarlo con una nueva expedición; en esta ocasión se toparon con las reticencias de los habitantes de la zona, los cuales se negaron a hablar con ellos sobre el evento al considerar "que la explosión había sido una visita del dios Ogdy, el cual había echado una maldición a la zona derribando árboles y matando animales"
A pesar del recelo de los nativos, Kulik y su equipo pudieron llegar a la zona de impacto en 1927. Aunque no lograron testimonios de lo sucedido, ni quedaba ningún resto del meteorito, las evidencias eran claras: más 2.000 kilómetros cuadrados de bosque habían sido arrancados de cuajo, 80 millones árboles yacían en el suelo formando un patrón radial que apuntaba hacia el epicentro de la explosión. Algo más tarde lograron llegar a la zona cero, donde los árboles seguían en pie pero con la corteza y todas sus ramas volatilizadas. Yeomans, uno de los integrantes de la expedición lo definió como un "bosque de postes de teléfono". Esto requiere ondas de expansión de rápido movimiento capaces de arrancar las ramas de un árbol antes de que éstas puedan transmitir el impulso del impacto al tronco. Treinta y siete años después de la explosión de Tunguska, se repitió el mismo fenómeno (árboles sin ramas) en el epicentro de otra explosión: Hiroshima, Japón.
La magnitud de la explosión fue tremenda, la onda expansiva fue registrada por los barómetros de Inglaterra. En la región del impacto, cientos de renos, que constituyen el sustento de muchos ganaderos del lugar, resultaron muertos, pero no hubo evidencia directa de que ninguna persona pereciera por la explosión.
Las expediciones de Kulik (que viajó a Tunguska en tres ocasiones distintas) lograron finalmente que algunos vecinos de la región narrasen los hechos: "De pronto, en el cielo norteño... el cielo se partió en dos y, sobre el bosque, toda la parte norte del firmamento parecía cubierta por fuego... En ese momento, hubo un estallido en el cielo y un gran estrépito... Al estrépito lo siguió un sonido como de piedras que caían desde el cielo o de pistolas que disparaban. La tierra tembló."
Uno de los pocos testimonios que se conservan, es el de un hombre que estaba sentado en el balcón de un solitario establecimiento comercial en Vanavara, la población más cercana a 64 Km del lugar del suceso. Pasados unos segundos de las siete de la mañana, fue arrancado de su silla y se vio rodeado de un calor tan intenso que sentía como si su camisa estuviera envuelta en llamas. En la misma localidad se rompieron varias ventanas y algunas personas se cayeron al suelo envueltas en un calor insoportable.
En lugares muy alejados como el distrito de Kansk (a 600 km) se informó sobre barqueros que caían al agua, caballos derribados, casas que temblaban y numerosos objetos rotos.
En los días posteriores se formaron densas nubes a grandes altitudes, estas nubes reflejaban la luz solar desde el otro lado de la Tierra. Debido a este fenómeno, los cielos nocturnos brillaban y se recibieron informes de personas en lugares remotos de Asia, que afirmaban poder leer el periódico en la calle a medianoche.
Aspecto de Tunguska años después del evento
Cien años después del evento, los científicos continúan debatiendo las causas y detalles con una pasión que no parece menguar. Existen cientos de teorías, algunas de ellas son ciertamente originales, desde el choque de partículas de materia con antimateria, una colisión con agujero negro errante o el accidente de una nave extraterrestre.
Lo que sabemos a ciencia cierta es que la explosión de Tunguska fue producida por un objeto procedente del espacio exterior. En 1935 se realizaron investigaciones aéreas que unidas a los testimonios de algún testigo permitieron arrojar algo más de luz sobre el misterio: la catástrofe había sido producida por una explosión a unos 7 Km. de altura, tras la explosión, los restos del objeto formaron un bólido de fuego con una cola de 800 Km, precipitándose con un ángulo de entre 10 y 30 grados respecto al horizonte.
La teoría más aceptada es que la mañana del 30 de junio de 1908, una roca espacial de unos 37 metros de diámetro, penetró en la atmósfera de Siberia para poco después detonar en el cielo. Se estima que el asteroide hizo su entrada a la atmósfera a una velocidad de aproximadamente 53.900 kilómetros por hora. Durante su rápida caída, la roca de casi 110.000 toneladas calentó el aire a su alrededor hasta alcanzar una temperatura de 24.700 ºC. Poco después, a las 7:17 am (hora local siberiana), cuando aun se encontraba a unos 8.500 metros de altura, la combinación de presión y calor provocó que el asteroide se fragmentara y se destruyera, produciendo una enorme bola de fuego y liberando una energía equivalente a la de 185 bombas como la de Hiroshima. Si el impacto hubiera ocurrido ocho horas antes, la ciudad rusa de San Petersburgo habría desaparecido del mapa.
Hay numerosas hipótesis que señalan a un meteoro, un fragmento de asteroide o un cometa como responsables de la explosión. Según las simulaciones realizadas, un bólido de entre 5 y 100 metros de diámetro, al ingresar en la atmósfera, es sometido por el aire a una intensa presión en el frente, en cambio, la presión es casi inexistente en la parte trasera. Esta diferencia de fuerzas y temperaturas, hace que el objeto se desintegre súbita y violentamente. Los fragmentos resultantes también son sometidos a la misma diferencia de presiones y terminan destruyéndose en décimas de segundo. De este modo, un objeto sólido se transforma en una nube de residuos y, posteriormente, en una explosión en el aire en un abrir y cerrar de ojos. Es por eso que no hay un cráter de impacto, la mayor parte del asteroide se consume en la explosión
Finalmente, lo que llega al suelo y produce los daños no es más que la onda de choque del bólido. Según algunas teorías recientes, la explosión generó una onda que se transportó hacia abajo velocidades ultrasónicas, esta onda formó un chorro de gas a altísimas temperaturas que se ensanchó con violencia al tocar tierra, tumbando los árboles y matando cualquier animal que encontrase a su paso. Según esta misma hipótesis, en el momento del choque el bosque no gozaba de buena salud, por lo que la devastación causada pudo haberse sobre-dimensionado. La parte negativa de esta teoría es que el responsable pudo ser un objeto mucho más pequeño de lo estimado, en consecuencia, este tipo de sucesos serían mucho más frecuentes de lo que pensamos.
Otro debate aun sin resolver es la composición del intruso y si contenía hielo, roca, hierro o algún otro material. Los meteoritos metálicos son muy densos y en ocasiones pueden quedar casi intactos. La NASA apuesta más por un meteoro pétreo de unos 50 metros cuya explosión liberó suficiente polvo en las capas altas de la atmósfera como para bloquear la luz del Sol durante varios días. Por otro lado, los rusos prefieren hablar de un cometa, al estar formado en gran parte por hielo sería lógico que no se encontrasen restos en la zona de impacto.