11 enero 2022

Ciudades Fantasma Vol. III - Conflictos Bélicos

Como ya vimos en el capítulo anterior el hombre crea y destruye ciudades con idéntica facilidad, si analizamos algunas de estas catástrofes podemos encontrar un denominador común: la guerra.

Ya sea por la contaminación resultante, por los destrozos causados o por el miedo de la población, el caso es que los conflictos bélicos son una de las principales causas por las que numerosos refugiados abandonan sus hogares para nunca más volver. Retomando un ejemplo que ya conocemos, la inundación deliberada del río Amarillo en 1938 causó la muerte de más de 800.000 personas, la mayoría eran aldeanos chinos a los que su propio gobierno ahogó en el trascurso de la segunda guerra sino-japonesa. Por poner en escala estas cifras, serían el triple de víctimas de las causadas por terremoto (y posterior tsunami) del Océano Índico en 2004. 

CAPÍTULO III: CONFLICTOS BÉLICOS

Ninguna catástrofe natural mata con la eficacia de los humanos; el desastre natural más mortífero la historia se considera que fueron otras inundaciones, también en China, durante 1931 y que pudieron causar hasta 4 millones de fallecidos. En la Primera Guerra Mundial perdieron la vida cerca de 10 millones de soldados y unos 7 millones de civiles, en la Segunda Guerra Mundial estas cifras se disparan superando los 60 millones de víctimas, la mayoría de ellas civiles.

En Alemania oriental, numerosas ciudades y pueblos pequeños fueron completamente destruidos durante los dos últimos años de la IIGM. Estos territorios pasarían a formar parte de Polonia y de la Unión Soviética, que por lo visto tenían cosas mejores que reconstruir. Ciudades como Kłomino (Westfalenhof), Pstrąże (Pstransse) o Janowa Góra (Johannesberg) nunca más se volverían a poblar.

No hace falta remontarse hasta la Segunda Guerra Mundial para encontrar otros ejemplos de ciudades que quedaron despobladas tras la guerra: Akarmara, una ciudad minera en Abjasia/Georgia, fue abandonada a principios de los 90 debido a la guerra en Abjasia.

Agdam, en Azerbaiyán

En julio de 1993 las fuerzas armenias ocuparon Agdam, una ciudad en el suroeste de Azerbaiyán, en el transcurso de la Primera Guerra de Nagorno-Karabaj. La intensidad de los combates obligó a sus 40.000 habitantes a huir. Al tomar la ciudad, las fuerzas armenias destruyeron la mayor parte de los edificios para impedir que los azerbaiyanos regresaran a sus casas. Una campaña de bombardeos y artillería pesada durante la retirada de las tropas armenias dejó la ciudad en tal estado que hoy se la conoce como la "Hiroshima del Cáucaso". La ciudad sufrió aun más daños en décadas posteriores cuando los lugareños saquearon sus ruinas en busca de materiales de construcción, tan solo su mezquita sobrevivió a la destrucción y el saqueo. Actualmente, la región está habitada tan solo por vacas, descendientes del ganado que fue abandonado hace más de 25 años años... 

Fizuli (o Füzuli), es otra de las ciudades fantasmas fruto de esta interminable guerra entre cristianos armenios y musulmanes chiitas azerbaiyanos. Tras la caída de la Unión Soviética en los años 90, Fizuli fue ocupada por los separatistas armenios de Nagorno Karabaj. Esta ciudad era la capital del distrito de Fizuli, pero tras la ocupación quedaría abandonada y aislada en la zona de seguridad que rodeaba a la autoproclamada república de Armenia.
Desde entonces, nadie ha vivido allí... sus 17.000 habitantes huyeron junto con cientos de miles de azerbaiyanos ante el avance de las fuerzas separatistas armenias.

Entre las ruinas de la aldea de Garahanbeyli se divisa una bandera azerbaiyana, ondeando entre los restos de una casa destrozada por los disparos de artillería.

El año pasado, la ciudad fue reconquistada por Azerbaiyán tras 27 años de ocupación armenia. Los soldados armenios desplegados en la zona se retiraron en ante el imparable progreso de las fuerzas azerbaiyanas, cuya victoria se plasmaría el 9 de octubre de 2020 en un acuerdo de paz auspiciado por Rusia.

En la actualidad en Fizuli solo quedan las huellas de los tanques, trincheras, cajas de munición vacías y restos militares que los soldados armenios abandonaron en su huida. A pesar de los destrozos, la población azerbaiyana parece que no ha olvidado una región que antaño fue su hogar. Los habitantes más ancianos han regresado a la ciudad, así como a otros pueblos cercanos como Gorgan, con la intención de recuperar su esplendor pasado. 

Kayakoy ya no es una ciudad, tan solo un recuerdo marchito de lo que fue Livissi

La antigua ciudad de Livissi, actualmente conocida como Kayaköy o «Rock Village», fue construida en el siglo XVIII en el lugar de la antigua ciudad de Lebessus. Habitada inicialmente por cristianos ortodoxos griegos, se cree que fue el sitio escogido por los habitantes de Isla Gemiler para escapar de los piratas que asolaban su isla.

Situada 8 kilómetros al sur de la ciudad de Fethiye; un devastador terremoto y varios incendios arrasaron Fethiye por lo que muchos de sus habitantes se trasladaron a la floreciente Livissi, una ciudad que en su apogeo rondaba los 10.000 - 20.000 habitantes.

Antes de la Primera Guerra Mundial, muchas comunidades griegas vivían apaciblemente en el oeste de Turquía; sin embargo, cuando empezó la encarnizada guerra turco-griega de principios del siglo XX, todas estas comunidades griegas se encontraron en territorio enemigo a merced de los otomanos. Cientos de miles de griegos fueron masacrados durante la guerra como parte de la limpieza étnica llevada a cabo por los turcos. Algunos huyeron a Grecia. Otros fueron deportados a la fuerza. 

Los tejados de Kayakoy brillan por su ausencia

Los habitantes de Livissi, al igual que otras comunidades costeras griegas que habían quedado en territorio de Turquía, tuvieron que huir para evitar su destino incierto; expulsados ​​de sus casas, se dirigieron a pie a otra ubicación hasta una zona segura a más de 200 kilómetros de distancia. Muchos sucumbieron al hambre y a la fatiga, durante estas "marchas de la muerte".

Tras la derrota de Turquía y el colapso del Imperio Otomano, los griegos decidieron invadir Turquía. La guerra duró tres años y dejó un número incalculable de crímenes de guerra en ambos bandos: violaciones, torturas, genocidios y ciudades incendiadas o arrasadas que nunca más serían repobladas…

En 1923 se firmó un tratado de paz en el que ambos países se comprometían a intercambiar la población que había quedado aislada. Más de un millón de cristianos ortodoxos griegos que vivían en Turquía volvieron a Grecia mientras que alrededor de 500.000 musulmanes abandonaron el suelo griego para volver a Turquía.

Cuando se fueron las pocas familias griegas que aun resistían en Livissi, llegaron los musulmanes deportados por Grecia, pero ese terreno no les gustó. Acostumbrados a los fértiles campos de sus antiguos hogares, esta región era un desierto rocoso bastante complicado por lo que optaron por otras regiones y dejaron a la ciudad expuesta al abandono. En 1957, un terremoto de 7,1 grados de magnitud en Livissi dio el golpe final a la ciudad, destruyendo la mayor parte de sus edificios.

Varosha en Chipre es un caso ciertamente extraño

Hace 50 años, Varosha era una de las zonas turísticas más importantes del Mediterráneo. Esta ciudad costera contaba con maravillosas playas, más de cien hoteles, restaurantes y discotecas en las que veraneaban personalidades como Elizabeth Taylor o Brigitte Bardot.

A principios de los 70s, este distrito de la ciudad chipriota de Famagusta, en la República Turca del Norte de Chipre, se convirtió en el primer destino turístico de Chipre y uno de más populares de todo el Mediterraneo. Para satisfacer el creciente número de turistas se comenzaron a edificar enormes hoteles así como lujosos alojamientos que jamás llegarían a terminarse.
Un mal día de 1974 todo cambió, Turquía invade Chipre como respuesta a un golpe de Estado "pro-griego". En plena temporada alta de verano las calles de Varosha quedaron vacías, sus casas fueron abandonadas, los edificios a medio construir se congelaron en el tiempo y sus habitantes huyeron a la carrera dejando atrás su pasado y un futuro hasta entonces prometedor.

El ejército Turco y el Grecochipriota se enzarzaron en un conflicto armado en las calles de Famagusta y la población, temiendo una masacre, abandonó sus casas, trabajos y pertenencias para nunca más volver. El ejército turco tomó el control de la zona durante la invasión y valló la zona convirtiéndola en un área de acceso restringido. Sin embargo, una resolución posterior de Naciones Unidas impediría asentarse en la ciudad "a cualquier persona que no sean sus habitantes originales", con lo que toda la zona quedaría condenada por la falta de entendimiento entre ambos países: sus habitantes no se atreven a volver mientras que los invasores no tienen permiso para repoblarla.

Atrapada en un conflicto que parece ir para largo, esta turística zona costera se convertiría en una ciudad fantasma cada vez más deteriorada. A día de hoy es poco probable poder salvar todas las construcciones que se quedaron a merced de los elementos.

En los últimos tiempos los turcos han especulado con la recuperación y reapertura turística de Varosha, aunque para los chipriotas este precedente sería un paso muy peligroso para la reunificación de la isla. En 2020 el primer ministro de la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre (reconocida únicamente por Turquía) anunció la reapertura al público de las playas de Varosha. Esta nueva provocación del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, fue motivo de preocupación por parte de la Unión Europea y de Naciones Unidas que se han pronunciado numerosas veces en contra de cualquier acción unilateral que torpedee el proceso de reunificación en la isla.

Oradour-sur-Glane, Francia

Hay otros lugares, como el pueblo francés de Oradour-sur-Glane, que quedan congelados en el tiempo tras un suceso especialmente traumático. Tras el desembarco de Normandia en junio de 1944, y con la Segunda Guerra Mundial próxima a su fin, una división blindada de las Waffen-SS se detuvo en su camino de regreso a Alemania con órdenes explícitas de tomar represalias contra los civiles, y eso es exactamente lo que hicieron: la masacre de Oradour-sur-Glane terminó con casi toda su población, niños incluidos. En total, 642 de sus 663 habitantes fueron asesinados, tras lo cual, la ciudad entera sería reducida a cenizas. 
Años después, el presidente Charles de Gaulle construyó una nueva aldea en un sitio cercano y las ruinas de la ciudad original se mantuvieron a modo de monumento memorial. Hoy en día, sus ruinas son un siniestro recuerdo de la peor cara de la Segunda Guerra Mundial.

Con una intención mucho más ejemplarizante que conmemorativa, Franco hizo algo similar en algunas ciudades españolas tras la guerra civil. Las ciudades que habían sufrido daños superiores al 75% de su superficie pasaron a ser "adoptadas" por Franco. El caso más conocido es Belchite, en Zaragoza, que acabaría siendo la portavoz de todas estas ciudades adoptivas de Franco, de hecho la localidad llegaría a cambiar su nombre por el de "Belchite de Franco"

Tomado por el bando franquista en 1937, Belchite fue atacado por las tropas republicanas para desviar la atención del frente norte del país. La ciudad ofreció una resistencia inesperada al avance del bando republicano en lo que sería una de las batallas más duras y simbólicas de la Guerra Civil española. El resultado de esta refriega dejó todo el pueblo en ruinas. Cuando la Guerra Civil terminó en 1939 con la victoria de Franco, se prohibiría cualquier obra de reparación en Belchite, la idea era dejar la ciudad en intacta en ruinas y construir cerca suyo un Nuevo Belchite que permitiera escenificar la comparativa entre dos épocas y dos sistemas políticos distintos:

Junto a las piedras heroicas del viejo Belchite va a alzarse la traza cordial y acogedora del Belchite nuevo; junto a los escombros, la reconstrucción; junto al montón de ruinas que sembró el marxismo como huella inequívoca de su fugaz paso, el monumento alegre de la paz que la España de Franco edifica... [El símbolo de los dos Belchites, P. Gómez Aparicio]. 

Debido a su pasado convulso, Belchite se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los amantes de lo paranormal, que afirman haber grabado sicofonías en las ruinas de este pueblo.

No es el único ejemplo que podemos encontrar en España, la batalla del Ebro, una de las más sangrientas de la Guerra Civil española, destruyó por completo el pueblo de Corbera de Ebro, en Tarragona. Algunos muros en pie y los pilares y los arcos de la vieja iglesia gótica de Sant Pere nos recuerdan el pasado tranquilo de esta población.

Las guerras y rebeliones en algunos países africanos también han dejado numerosas ciudades y pueblos desiertos. En 2003, cuando el presidente François Bozizé llegó al poder en la República Centroafricana, miles de ciudadanos de se vieron obligados a huir de sus hogares por la escalada de violencia entre los rebeldes armados y las tropas gubernamentales. Los soldados del gobierno arrasaron con todo pueblo acusado ​​de apoyar a los rebeldes, quienes sobrevivían no tenían un hogar al que regresar, solo podían huir a un campamento de refugiados. En medio de esta inestabilidad surgieron numerosos grupos armados que también se dedicaron a castigar toda aldea o ciudad sin protección militar; como resultado, numerosas poblaciones quedaron abandonadas; con la mayor parte de sus habitantes muertos o refugiados, los asentamientos más pequeños quedaron relegados al olvido.

Diversión con kalashnikovs en Sudán del Sur

La ciudad de Lukangol, con más de 20.000 habitantes, fue quemada hasta los cimientos durante los enfrentamientos tribales en Sudán del Sur. La ciudad libia de Tawergha tenía una población de unas 25.000 personas antes de ser abandonada durante la guerra civil de 2011, ha permanecido vacía desde entonces.

El listado de ciudades devastadas que quedan despobladas por la guerra es interminable, especialmente en determinadas zonas como África, Oriente Medio o las ex republicas soviéticas. Normalmente los procesos de descolonización o la desintegración de la URSS son voladuras no controladas que dejan enormes regiones en una inestable situación política y social que se suele traducir en sucesivos conflictos territoriales. Muchas de ellas son quemadas, arrasadas o bombardeadas, por lo que tampoco conservan un gran valor estético o histórico, son cadáveres que nadie quiere recordar y mucho menos repoblar.