19 octubre 2024

Makoko - Nigeria

Una calle/canal en Makoko (Foto: Edward Burtynsky)

Si en la anterior entrada hablábamos de Ganvié,"la Venecia africana", en esta ocasión veremos a su vecina pobre y miserable, el barrio de Makoko, en Lagos, Nigeria.
En este caso cualquier comparación con Venecia resulta ofensiva; Makoko no destaca por su encanto ni por ser un sitio especialmente pintoresco, se trata más bien una isla condenada al caos y la marginalidad, un ghetto flotante en el corazón de la segunda ciudad más grande de África (tan solo superada por El Cairo).

Ya su peculiar nombre ya nos da una pista de su estigma, Makoko significa "criminales", un apelativo que le puso la propia policía de Lagos. Aquí no bucólicos paseos en canoa, ni mercados flotantes, tan solo una brutal bofetada de realidad. Una isla de basura y barro en la que más de 200.000 personas malviven en una situación de extrema pobreza.

Lagos es una ciudad asentada en una zona costera en la que varios ríos desembocan formando lagunas pantanosas, como la laguna de Lagos que da nombre a toda la región. Este nombre se lo pusieron los comerciantes portugueses que fueron los primeros en establecer un asentamiento permanente en esta región del antiguo Reino de Benín. Esta zona era (y es) conocida como Èkó en el idioma yoruba, y hasta 1991 fue la capital de Nigeria. Actualmente cuanta con más de 33 millones de habitantes y es una ciudad con un gran crecimiento demográfico y económico que aspira a ser el centro de negocios de toda África.

Para llegar hasta el barrio de Makoko hay que cruzar el larguísimo, y atascadísimo, puente Ojoo Expy (o Third Mainland Bridge) que se alza sobre la laguna de Lagos. Desde lo alto del puente se pueden divisar los cientos de troncos flotantes, casas de madera y tejados de chapa que dan forma a este impresionante "slum" flotante. 

El enorme puente Ojoo Expy con Makoko a sus pies

Este marginal barrio comenzó a construirse de forma ilegal hace más de 100 años (en 1860 según algunas fuentes), sus primeros habitantes eran pescadores llegados desde Badagry (una ciudad costera junto a la frontera de Benín) en busca de sitios con buena pesca. Un siglo después el asentamiento sigue siendo ilegal y sus moradores siguen dedicándose a la pesca y al ahumado de pescado lo que le da a todo el barrio su peculiar olor a humo.

Efectivamente, Makoko huele a humo, humedad... y basura, una basura omnipresente que se amontona en sus calles llenas de barro, en las orillas del lago, bajo las casas o flotando a la deriva en el agua... Sin infraestructuras ni servicios de ningún tipo, Makoko nunca ha sido reconocido por las autoridades, se trata de un grano en la cara que intenta proyectar Lagos, un rincón abandonado a su suerte que afea la imagen de esta gran ciudad. Ante la ausencia de un servicio de recogida de basuras parte se quema liberando metano, dióxido de carbono, nitrógeno y otras muchas sustancias nocivas al aire y a los pulmones de los habitantes.

En 2009 varios vecinos se hartaron de ser ignorados por las autoridades y comenzaron una iniciativa para construir escuelas, una pequeña clínica y habilitar varios puntos con agua potable. En una laguna repleta de humedad y basura, la malaria causa estragos, sobre todo durante la temporada de lluvias. También hay brotes frecuentes de cólera, fiebre tifoidea, y cualquier enfermedad que se transmita por el agua contaminada.

Estos esfuerzos por mejorar su situación debieron enternecer a un gobierno que en 2012 decidió acabar con sus penurias... emitiendo una orden de desahucio. La policía entró en el barrio para desalojar y demoler «algunas casas» de Makoko peligrosamente cercanas al tendido eléctrico. Sin embargo, según los habitantes la intervención fue mucho más allá: La policía disparó a la multitud, murieron varios habitantes incluyendo a un líder de la comunidad, hubo muchos heridos y prendieron fuego a las casas señaladas (cuyo mayor riesgo era arder por su cercanía al tendido eléctrico). Los desahuciados de Makoko se encontraron de pronto en la más absoluta de las miserias, la pluscuamiseria...

Bullicio, humo y caos son la normalidad en este barrio

La motivación real de este despropósito podría ser empezar a vaciar un barrio al que el gobierno acusaba de "vivir como animales, entre la basura, sin higiene ni servicios". Si rascamos más la superficie encontramos la huella de las élites de Lagos, que quieren convertir a esta ciudad en la más poderosa de África Occidental (o de todo el continente). En este futuro centro de negocios en el que un skyline de rascacielos dominará el horizonte y la laguna de Lagos sería la cara más visible, Makoko parece ser la piedra en el zapato.

Muy cerca se encuentra la Isla Victoria, todo un monumento a la opulencia; la idea del gobierno parece ser convertir a Makoko en algo muy similar, un barrio de apartamentos de lujo para el que ya hay planos y arquitectos asignados desde hace varios años. Así las cosas nadie se creyó las explicaciones del gobierno.

Conmovido por las injusticias que se estaban cometiendo en este barrio, un abogado decidió defender a los desheredados de Makoko. Junto a los vecinos afectados protestaron ante las administraciones locales y llevaron el caso a unos tribunales que finalmente declararon inconstitucionales los desalojos de Makoto. En 2017, estos mismos tribunales instaron al gobierno a compensar y realojar a todos los afectados... y el gobierno los ignoró muy duro hasta el día de hoy

Mientras, la vida sigue como puede en Makoko. Sus habitantes se han organizado para mantener varias escuelas que ofrecen educación primaria para familias sin recursos. Actualmente el 40% de los niños están escolarizados, al acabar sus estudios, los más afortunados continuan con la educación secundaria en tierra firme. Sin embargo el 60% de los niños siguen sin escolarizar y en muchos casos trabajan para mantener la economía familiar.

Una escuela flotante en Makoko

Otro gran logro ha sido crear dos o tres depósitos de agua potable repartidos por Makoko. Pero también hay nuevos desafíos, el último ha sido la política de dinero electrónico que acaba de implantar el gobierno de Nigeria. En un pueblo de pescadores en el que prácticamente nadie tiene cuenta bancaria, cuando van al mercado a vender su pescado, los clientes no pueden pagarles porque apenas existe el dinero en efectivo. Así, mucho de los habitantes dependen de la ayuda de los jefes locales que si cuentan con dispositivos electrónicos de pago.

Sin duda el lugar tiene cierta belleza apocalíptica. Un laberinto de canales de agua gris en los que flota la basura y los troncos. Mucha de esta madera se trae desde otras zonas de Nigeria para fabricar tablas y muebles con ella.

Cientos de troncos esperan a ser procesados en las afueras del barrio

En contraste con la turbia laguna encontramos las coloridas casas flotantes de sus habitantes, algunas son clínicas, tiendas, peluquerías... pero si algo tienen en común es que todas son minúsculas, estrechas, angostas y oscuras por dentro. 

En muchas de ellas hay redes de pesca colgando, de lo poco bueno de este lugar (y el motivo de su existencia) es que la pesca sigue siendo abundante. Por lo general, los hombres salen a pescar, y las mujeres esperan para recoger las capturas del día y ahumarlas. En demasiados casos los niños les ayudan en estas labores, ya sea pescando o vendiendo productos en puestos ambulantes.

Un padre pesca junto a su hijo

En resumen, la vida sigue a trompicones en Makoko, sin perder la esperanza de mejorar una situación bastante difícil de empeorar pero sin olvidar tampoco las amenazas que oscurecen su futuro. Para quienes viven aquí, esto es su hogar, sus raíces... aunque apeste a basura quemada.

+ info: KumakondaDailyPost