21 noviembre 2021

Ciudades Fantasma Vol. II - Desastres Tecnológicos y Antropogénicos

A pesar de años de sucesivos saqueos, Pripyat (Ucrania) sigue siendo una de las ciudades fantasmas más emblemáticas y mejor conservadas

En la anterior entrada vimos como los desastres naturales pueden convertir en inhabitable un sitio o una ciudad de la noche a la mañana. No obstante, no es lo más habitual y muchas veces los habitantes logran sobreponerse a las dificultades y reconstruir su vida; de hecho muchas de las ciudades actuales han sufrido cataclismos terribles a lo largo de su historia.

En esta ocasión veremos otro tipo de desastres, los provocados por la acción humana. Con una capacidad destructiva igual o mayor que la de la naturaleza, desde hace siglos el hombre lleva provocando guerras, incendios, colapsos ecológicos o crisis humanitarias que en ocasiones desembocan en el abandono de una ciudad. Otras veces es la concentración de personas en una misma región la que favorece la aparición de epidemias (algo que hemos podido comprobar durante 2020) o hambrunas.

CAPÍTULO II: DESASTRES ANTROPOGÉNICOS

Los humanos somos buenos generando desastres, no en vano parte de la comunidad científica ha propuesto cambiar el Holoceno por el Antropoceno al considerar la acción del hombre como el mayor factor de cambio en la actualidad. En los próximos años uno de los mayores retos de la humanidad será evitar que toda la Tierra se convierta en un planeta fantasma; pero aquí no veremos fenómenos globales como agotamiento de recursos o la emisión de gases de efecto invernadero... tan solo repasaremos varios ejemplos locales en los que provocamos activamente la destrucción de nuestro propio hogar.

Inundaciones:

No es el más habitual de los motivos, pero la tendencia a establecernos en valles, la necesidad de un suministro de agua cercano y lo imprevisible de algunos regímenes hídricos hacen que todos los años se inunden casas situadas junto a ramblas y que de vez en cuando todo un asentamiento quede sumergido bajo las aguas como vimos en Villa Epecuén o como pasó en 1996 en el camping de Biescas.

Algunas inundaciones son intencionadas, aunque sus resultados no siempre son los previstos.... La inundación del río Amarillo de 1938 fue una inundación provocada por el Gobierno nacionalista de China central durante las primeras etapas de la segunda guerra sino-japonesa. La intención era frenar el rápido avance de las fuerzas japonesas, el resultado fue "el mayor acto bélico medioambiental de la historia"

Así es una apertura controlada de la presa del Río Amarillo

En junio de 1938, los japoneses tenían el control de toda la China del Norte y amenazaban con tomar Zhengzhou, un importante nudo ferroviario. Para detener mayores avances japoneses, Chiang Kai-shek decidió abrir los diques del río Amarillo cerca de Zhengzhou. El valor estratégico de esta inundación ha sido muy cuestionado, no así su impacto ambiental: Las aguas fluyeron hacia Henan, Anhui y Jiangsu, inundando y destruyendo a su paso miles de kilómetros cuadrados de tierra cultivable. La desembocadura del río Amarillo se desplazó cientos de kilómetros hacia el sur. Miles de pueblos fueron inundados o destruidos, millones de habitantes se quedaron sin hogar convirtiéndose en refugiados y más de 800.000 personas murieron ahogadas según las estimaciones más optimistas.

La construcción de presas o embalses también es frecuente que obligue a la evacuación e inundación de numerosas poblaciones, algunas con gran valor cultural o histórico. Numerosas poblaciones en China tuvieron que ser abandonadas durante la construcción de la presa de las Tres Gargantas, esto a su vez provocó que muchos de los habitantes abandonasen el medio rural para irse a vivir a las ciudades. 

La construcción de la presa de Asuán, en el río Nilo, también sumergió sitios arqueológicos y antiguos asentamientos como Buhen bajo el lago Nasser. A pesar de que algunos templos como Kalabsha, Philae o Abu Simbel se salvaron, inundar 5.248 km2 de un territorio con 5.000 años de historia siempre tiene consecuencias, 50.000 nubios tuvieron que ser evacuados y reubicados en otras regiones. 

Cuando se hizo público el (polémico) proyecto, egiptólogos de todo el mundo se llevaron las manos a la cabeza, algunos de los monumentos más antiguos de la humanidad quedarían sumergidos bajo el agua… Durante los meses previos, numerosos arqueólogos se afanaron en salvar todos los monumentos posibles; mientras otros equipos buscaban (y encontraban) nuevos yacimientos, al fin y al cabo, la mayor parte de los tesoros egipcios estaban aun sin descubrir. En una mudanza faraónica, el gobierno egipcio troceó edificios, estatuas, templos y en el caso de Abu Simbel, hasta la montaña en la que se asentaba… y se llevó todas las estructuras que pudo fuera del alcance del agua.

Traslado de Abu Simbel en 1966

Inicialmente la intención era mover 23 templos, pero finalmente solo se pudieron reubicar los tres mayores y desmontar algunos pequeños; numerosos templos y monumentos siguen hoy en día sumergidos esperando su rescate. Aun rebajando las expectativas, se trataba de una empresa que sobrepasaba al gobierno egipcio, afortunadamente la cooperación internacional se volcó en la tarea, hasta 52 países se implicaron en distinto grado en la gesta de salvar todo este patrimonio de las aguas del Nilo.  El gobierno de Egipto, en agradecimiento, obsequió algunos de los monumentos pequeños que había logrado desmontar a los países que le habían ayudado; eso explica porqué hay un monumento a Debod junto a la madrileña Plaza de España.

Existen numerosos ejemplos en prácticamente todos los países del mundo en los que ciudades o pueblos quedan sumergidos bajo las aguas: Loyston, en Tennessee, se inundó como resultado de la creación del Lago Norris; los Pueblos Perdidos de Ontario se inundaron tras la creación de la vía marítima del San Lorenzo en 1958. En Argentina, la ciudad de Federación fue reorganizada y reconstruida en un terreno más elevado para poder construir la Represa de Salto Grande; otros pueblos no tuvieron tanta suerte, como Río Hondo, en la provincia de Tucumán, que quedó sumergido por el embalse del Río Hondo. 

En España, los ejemplos de pueblos sumergidos son numerosos: Oliegos (en el embalse de Villameca), el municipio de Vegamián (en el embalse del Porma), las aldeas del valle de Riaño Lacort (en Aragón) que fue expropiada para construir el embalse de Jánovas, un proyecto que nunca se llegó a materializar.

Fabbriche di Careggine la última vez que reapareció en 1994

En Italia, la pequeña ciudad industrial de Fabbriche di Careggine quedó sumergida en las aguas del lago Vagli tras la construcción de un embalse, sin embargo en este caso el asentamiento se resiste a desaparecer y periódicamente reaparece para recordarnos su existencia, lo que viene siendo un pueblo fantasma modélico.

Este pequeño pueblo de la Toscana tiene sus orígenes en el siglo XII y llegó a ser la morada de unos 150 habitantes; con una elegante iglesia de piedra, la aldea llegó a tener cierto renombre gracias a sus herreros artesanales. En 1946 la compañía energética Enel construyó una presa hidroeléctrica que inundaría todo el valle, incluidas la treintena de casas del pueblo.
Fabbriche di Careggine no desapareció, tan solo se quedó en letargo bajo el agua esperando su momento, como Cthulhu. Cada 10-15 años, hay que realizar tareas de mantenimiento en la presa que implican drenar todo el lago Vagli. Así fue como en 1958, 1974, 1983 y 1994 Fabbriche reapareció de entre las aguas y numerosos curiosos aprovecharon para recorrer sus calles, hasta un millón de personas en el último año. Este 2021 Fabbriche di Careggine volvía a reaparecer, un evento que aguardaban con expectación los políticos locales y el turismo de la zona, pero finalmente el drenado del lago ha tenido que ser pospuesto a 2022.

Incendios:

Obviamente, no vale un incendio cualquiera para despoblar una ciudad, prácticamente todas las ciudades con historia han ardido, una o muchas veces. Sin embargo hay casos (como el pozo Darvaza en Turkmenistán) en los que la estupidez humana logra el incendio definitivo, un fuego que nunca se desmotiva... La ciudad de Centralia, en Pensilvania, tuvo que ser abandonada tras una irresponsable quema de basuras en 1962 que acabó propagándose por las galerías subterráneas de carbón. El subsuelo de la ciudad lleva ardiendo desde entonces, sumiendo a toda la localidad en una siniestra niebla, o humo más bien, que le ha valido el sobrenombre de Silent Hill (una conocida saga de videojuegos de miedo). 

Centralia antes y después de cometer el mayor error de su historia

Más allá del aspecto siniestro de la ciudad, el riesgo a morir por intoxicación de gases mientras duermes no es trivial, por lo que el gobierno decidió expropiar toda la población en 1982. A pesar de que la idea era desalojar toda la zona y de que gran parte de la población ya había abandonado la ciudad, algunos residentes se resistieron a abandonar sus casas por lo que Centralia nunca llegó a estar completamente abandonada. Con el tiempo el fuego se ha extendido hasta la cercana ciudad de Byrnesville, también con minas subterráneas y también evacuada. Aquí podéis encontrar más detalles sobre Centralia.

Epidemias:

Toda concentración humana (o de cualquier especie animal o vegetal) implica ciertos riesgos epidemiológicos, la propagación es mucho más sencilla cuando existen grupos enorme de individuos conviviendo en un espacio muy reducido. Aunque nosotros lo hayamos recordado recientemente a raíz del coronavirus (COVID‑19), no es un fenómeno nuevo en absoluto; en Reino Unido, miles de aldeas fueron abandonadas durante la Edad Media, como resultado de la Peste Negra, las revueltas, la hambruna o la privatización de grandes cantidades de tierras agrícolas. Rara vez se conservan restos visibles de estos asentamientos, por lo que generalmente no se los considera pueblos fantasmas, el término correcto sería "pueblos medievales desiertos".

Algunas poblaciones del este de Arkansas fueron abandonadas después de que 7,000 habitantes murieran durante la epidemia de gripe española de 1918 y 1919. En el oeste de Irlanda, varias comunidades fueron aniquiladas debido a la Gran Hambruna de la segunda mitad del siglo XIX y los años de declive posteriores.

Un caso bien distinto es el de Dargavs, en Rusia. Este pueblo fantasma está escondido entre las montañas del Cáucaso; también conocida como la "Ciudad de los Muertos", durante años ha sido un lugar temido por los lugareños y repleto de supersticiones.

En este caso, aun tenemos los restos de la ciudad, una antigua necrópolis llena de tumbas y criptas abandonadas, pero no sabemos su historia o el motivo por el qué sus habitantes decidieron enterrar aquí a sus seres queridos. Hoy se cree que fue deshabitada por una plaga que acabó con la mayor parte de su población. Los supervivientes tuvieron que huir para no perder la vida, dejando atrás su pasado y a sus ancestros.

Contaminación: 

Es sin duda, una de las maneras más efectivas e irrevocables de arruinar una ciudad. El caso más común suele consistir en una industria o explotación minera que causa un daño ambiental catastrófico debido a su prolongada actividad, la falta de controles o accidentes involuntarios. Treece y Picher son dos ciudades en la frontera entre Kansas y Oklahoma, antiguamente fueron una de las mayores fuentes de zinc y plomo de los Estados Unidos, tras un siglo de vertidos incontrolados las explotaciones mineras terminaron por contaminar los acuíferos y aguas subterráneas de la zona causando el envenenamiento por plomo en muchos niños de la región. Finalmente, la Agencia de Protección Ambiental compró todas las propiedades y obligó a evacuar la zona. En Times Beach, en Missouri, los residentes tuvieron que mudarse tras verse expuestos niveles muy elevados de dioxinas. Wittenoom, en el oeste de Australia, era una de las mayores fuentes de asbesto azul... La mina (y toda la ciudad) fueron precintadas en 1966 debido a los problemas de salud que generaban.

Uno de los lugares más emblemáticos del Urbex: el parque de atracciones “Luna Park” en Pripyat. Cada día numerosos turistas pasean por este "campo de minas radioactivo" en el que la radiación sube a niveles insospechados en muchos puntos.

El 26 de Abril de 1986, el reactor nº4 de Chernobyl explotaba tras saltarse todos los protocolos de seguridad del reglamento nuclear de la URSS durante una prueba de seguridad. Tras la explosión, el núcleo del reactor quedaba al aire lanzando fragmentos de combustible radioactivo al exterior, las sustancias radioactivas llegaron hasta 1500 metros de altura formando una nube radioactiva que se paseó por toda Europa. Las partículas en suspensión de la zona colindante quedaron irradiadas y el viento las dispersó en la dirección que tocaba en ese instante (inicialmente, la cercana cudad de Pripyat para posteriormente dirigirse a los bosques bielorrusos); poco a poco, las partículas fueron depositándose contaminando todo a su paso: vegetación, ríos, suelo, ganado... con una especie de lluvia radioactiva más conocida como "Fallout" entre los amantes del género post-apocalíptico.

Pero empecemos por el principio... La central eléctrica nuclear memorial Vladímir Ilich Lenin era una planta de energía atómica situada en Ucrania. Cuando se construyó, pasó a ser conocida con el nombre de la cercana ciudad de Chernobíl, a 18 kilómetros de distancia. Cerca de la central se construyó la ciudad de Pripyat para hospedar a los trabajadores de la planta de energía, esta ciudad tenía una población de casi 50.000 personas a mediados de los 80s.

El 26 de abril de 1986, la central sufrió el peor accidente nuclear de la historia y el tiempo se detuvo en toda la región. No era su primera vez, el 9 de septiembre de 1982 ya tuvo lugar una fusión parcial en el reactor n.º 1 que no llegó a transcender debido a la política de hermetismo de la Unión Soviética.

Ese nefasto 26 de Abril, se estaban realizando una prueba en la que se simulaba un corte en el suministro eléctrico. Las primeras sensaciones ya eran malas, sin entrar a un análisis detallado del accidente, basta con decir que en las pruebas previas, prácticamente todo salió mal. Anatoli Stepánovich Diátlov, el ingeniero jefe responsable en ese momento, decidió seguir adelante a pesar de todo preocupado en parte por una inminente visita de varios altos cargos del gobierno soviético.

Los principales acusados del accidente de Chernóbil durante el juicio posterior; de izquierda a derecha: Víctor Briujánov, el director de la central (condenado a 10 años de reclusión en un campo de trabajos forzados), Anatoli Diátlov, el ingeniero jefe adjunto (encarcelado hasta su muerte 5 años después como consecuencia de la radiación) y Nikolái Fomín, el sub ingeniero jefe. 

Hoy en día todavía no existen trabajos concluyentes sobre la incidencia real de este accidente en la mortalidad de la población, casi todos los estudios deben utilizar modelos teóricos sobre los efectos de la radiación en el cuerpo humano. Lo que si sabemos es que dos trabajadores de la central murieron en la explosión mientras que otros 29 fallecieron durante los tres meses siguientes como consecuencia de la radiación. Al día siguiente, cerca de 1000 personas estuvieron expuestas a dosis muy altas de radiación (más de 500 microSierverts), 20.000 a niveles elevados (entre 250 mSv y 500 mSv) y casi 200.000 recibieron alrededor de 100 mSv. Durante los años siguientes, 600.000 personas recibirían distintas dosis de radiación durante los trabajos de descontaminación, 5.000.000 de personas seguirían viviendo en áreas contaminadas y hasta 400.000 en áreas gravemente contaminadas.

El accidente en el reactor provocó una fuga de radiación que obligaría a evacuar 24 horas después Pripyat y otros 200 pueblos cercanos en Ucrania y Bielorrusia. Mujeres y niños primero, todos los habitantes en varios kilómetros a la redonda debían salir "con solo lo imprescindible para pasar 3 días fuera"... La cruda realidad era que jamás podrían volver, pero no había vehículos ni medios suficientes para evacuar rápidamente a 53.000 personas con todos sus enseres. A pesar de los esfuerzos por escalar la evacuación, una evacuación de esta escala nunca es sencilla, autobuses venidos de toda Ucrania formarían una caravana de 120 Km de largo.

El 2 de Mayo de 1986, las autoridades soviéticas declaran una zona de exclusión de 30 km controlada por el ejército a la que inicialmente nadie podía acceder a excepción del personal autorizado. Entre este personal autorizado estaban los "liquidadores" que acudieron poco después a realizar los primeros trabajos de contención y limpieza. Ataviados con un mono de plástico, una máscara de gas y una placa de plomo en la nuca, muchos de ellos desconocían los peligros de exponerse a la radiación.

Liquidadores recogen escombros del tejado de la planta, solo podían permanecer 40 segundos antes de absorber la radiación máxima. La neblina en la parte inferior de la fotografía es la radiación velando la película.

Destaca el papel de tres operarios de la central: Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov, más conocidos como el "escuadrón suicida". Estos tres hombres si que conocían perfectamente los efectos de la radiación y sin embargo decidieron encargarse de la tarea más peligrosa posible: controlar la inundación de las piscinas de "burbujas" que estaban bajo el núcleo en descomposición.

La situación era extremadamente grave, el núcleo estaba formando una especie de lava radioactiva llamada corio a más de 1.600 ºC. Si la estructura cedía y el reactor caía en las cámaras inundadas, se porduciría una gigantesca explosión de vapor radioactivo cuyas consecuencias iban desde "destruir Kiev", "contaminar el abastecimiento de agua de más de 30 millones de personas" o "dejar inhabitable Ucrania y parte de Rusia durante más medio millón de años" hasta "exterminar media Europa". En resumen, la situación era muy jodida; el contacto entre el corio y el agua podía generar una explosión 230 veces mayor que la de Nagasaki, un evento capaz de comprometer la viabilidad de toda la especie humana.
Durante los primeros días, los equipos de bomberos trabajaron para vaciar parte del agua, logrando reducir la inundación a la altura de la rodilla. Muchos de los integrantes de este primer grupo murieron a los pocos días de la forma más horrible posible, sangrando por todo su cuerpo, con sus órganos internos deshaciéndose y agonizando entre terribles dolores.

Una vez que las piscinas eran transitables llegaba el turno de Ananenko, Bezpalov y Baranov, quienes se enfrentarían a dosis radioactivas de más de 5.000 roentgens/hora, estos niveles de radiación son capaces de broncear la piel en pocos segundos y causan la sensación de tener miles de agujas clavándose por todo tu cuerpo. Los tres eran trabajadores rasos, se presentaron voluntariamente "porque era su deber" y porque conocían a la perfección un sótano con niveles de radiación tan altos que muy probablemente les causarían una muerte agónica allí mismo.
Nuestros héroes suicidas bajaron a las piscinas y a la carrera fueron cerrando las válvulas que controlaban el agua mientras masticaban el sabor metálico de la radiación en su boca, afortunadamente el agua sirvió de escudo contra la radiación y los tres lograron salir vivos para contarlo. Sin embargo no lo contaron, todos ellos eran muy discretos y prefirieron seguir en el anonimato lo cual alimentó numerosas leyendas en las que se habían sacrificado cerrando el viaje del héroe. En realidad, dos de ellos siguen vivos y el tercero murió de un infarto hace poco.

Detalle de la medalla de los liquidadores: una gota de sangre con tres tipos de radiación: alpha, gamma y beta

No todos tuvieron tanta "suerte", hasta 600.000 liquidadores participaron en las tareas de descontaminación según las cifras oficiales; muchos de ellos fueron forzados a realizar la limpieza, otros llegaron atraídos por falsas promesas (dinero, reducción del servicio militar...), incluso hubo voluntarios de buena fe que o bien desconocían por completo los riesgos o bien consideraban que era su deber hacer todo lo posible por paliar la catástrofe.

Los primeros grupos se dedicaron a localizar los restos radioactivos (o galletas), recogerlos con mimo y posteriormente arrojar todos estos escombros de vuelta al núcleo descubierto cual anillo único. No existen cifras oficiales pero hay censos, que estiman que de 600.000 “liquidadores” reconocidos, a la larga murieron 60.000 y otros 165.000 quedaron con graves secuelas que arrastrarían el resto de sus vidas.

Máscaras de gas abandonadas en una escuela de Pripyat

Así como hay ciudades gradualmente despobladas, Prypiat fue abandonada a la carrera, sin mirar atrás, dejando una instantánea perfecta de cómo era la rutina de sus habitantes en aquella época: sus electrodomésticos, sus enseres personales, todos sus recuerdos...

Una ciudad moderna y plenamente equipada era abandonada precipitadamente, dejando atrás todos sus edificios e infraestructuras intactos. Aparentemente uno esperaría encontrar una ciudad congelada en 1986, con sus coches, sus hogares llenos de muebles, electrodomésticos, ropa o juguetes de la época... una especie de cápsula del tiempo a gran escala; por desgracia, al igual que en muchas distopías post-apocalípticas, este escenario también resultaba atractivo para sucesivas hordas de saqueadores a los que les importaba un carajo la radiación y que se dedicaron a descomponer el interior de la ciudad dejando tan solo un caparazón vacío. Hoy en día Pripyat no es una ciudad-museo de los 80, más bien parece el escenario de una fantasía post-soviet-punk.

Todos los 26 de Abril se celebra el Día Internacional en Recuerdo del Desastre de Chernóbyl

El saqueo de Pripyat comenzó pocos días despues de la explosión. En un primer momento, el ejército soviético patrullaba la región y numerosos edificios contaban con alarmas para impedir el acceso, pero paulatinamente las tropas se fueron retirando y empezó el expolio. 

Todos, absolutamente todos, los apartamentos, pisos, casas y negocios de Pripyat fueron saqueados uno por uno. Los saqueadores burlaban los controles del ejército usando pistas forestales y caminos de tierra; llegaban vestidos con buzos de limpiadores y se dedicaban a llenar camiones con cualquier elemento transportable que encontrasen: muebles, electrodomésticos, inodoros, grifería, cocinas, puertas, ventanas, tuberías, hasta los enchufes de las paredes... Por eso todos los interiores de viviendas y edificios de Pripyat suelen aparecer vacíos en las fotografías actuales.

El ejército soviético era incapaz de controlar el acceso en toda la zona de exclusión, mientras los saqueadores esparcían materiales radioactivos por toda la Unión Soviética mediante sus redes de compra-venta. Hoy en día quedan casas en Ucrania donde es posible beber agua de un grifo de Chernóbil o sentarse en un retrete de Pripyat. Sobrepasadas, las autoridades decidieron poner fin al desmadre:

  • En primer lugar mataron cualquier animal, ganado o mascota, que quedase vivo en la región. En muchos casos, sus restos serían incinerados para que nadie aprovechase las pieles contaminadas. Después enterraron casi todos los pueblos y granjas de la zona, hasta 231.
  • En Pripyat, al ejército recibió ordenes de retirar de las calles cualquier material que pudiese tener interés como chatarra para los saqueadores: vehículos, farolas, vallas, mobiliario urbano, tendidos eléctricos... Por eso todas las calles y los exteriores de Pripyat suelen aparecer vacíos en las fotografías actuales.

Uno de los lugares más creepy de esta crisis fue Rassokha, el cementerio de vehículos militares. Todos los automóviles, camiones, helicópteros.. utilizados durante las labores de limpieza acabaron con dosis altísimas de radiación, por lo que el ejercito los dio sepultura una vez terminaron las labores. 

Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, se disuelven las estructuras del antiguo ejército y la zona de exclusión queda sin control. Esto es aprovechado por los saqueadores, que vuelven para llevarse todos los materiales que no habían podido sacar de la ciudad. En 1997 cierra "Jupiter", una fábrica de equipos militares que también sería minuciosamente saqueada. 

El saqueo ha seguido siendo una constante a pesar del endurecimiento de las sanciones, en el año 2000 se observó cierta recuperación de la fauna local en especies como el caballo de Przewalski, sin embargo cinco años más tarde la población había descendido de nuevo debido a la caza furtiva. Los bosques cercanos están llenos de calvas debido a las talas ilegales.

Estado actual de la fábrica de equipamiento militar Jupiter

Paradójicamente, el pueblo de Chernóbil estaba situado casi 15 kilómetros de la  central nuclear (frente a los 3 de Pripyat), por lo que no sufriría un abandono tan drástico. Si bien es cierto que estaba dentro de la zona de exclusión y tuvo que ser evacuada, esta ciudad acabaría siendo el hogar de los vigilantes y el personal administrativo de la zona de exclusión. Antes del accidente, vivían  unas 14.000 personas en la ciudad; actualmente quedan menos de mil que marcan sus hogares con signos y símbolos de la jerga saqueadora para indicar que «el dueño de la casa aun vive en ella».
En las zonas rurales también hubo familias, y muchos ancianos, que decidieron regresar a sus antiguas casas bajo su propia responsabilidad. Se les conoce como "los retornados" y serán unos 700.

Contrariamente a lo que cabría esperar la central nuclear no cerró tras el accidente; hasta su cierre definitivo catorce años después, cerca de 3000 operarios siguieron trabajando en ella. Parte de la plantilla se dedicó a clausurar el reactor Nº 4 encofrándolo en hormigón y drenando el combustible radioactivo, otros siguieron operando los reactores 1, 2 y 3, mientras que otros muchos se centraron en descontaminar la ciudad, reemplazar la tierra y enterrar los objetos contaminados. Cada cierto tiempo se mandaba a estos operarios a sus casas para que fuesen capaces de asimilar toda la radiación absorbida. En 1991 un incendio provocó el cierre del reactor Nº 2. En Noviembre de 1996 se clausuró el reactor Nº 1 que ya había sufrido una fusión parcial del núcleo en 1982. Tras prolongadas negociaciones con el Gobierno ucraniano, la comunidad internacional financió los costes del cierre definitivo de la central que se llevó a cabo el 15 de diciembre de 2000.

La célebre "Piscina Azur" de Pripyat siguió abierta para las liquidadores hasta 1998; a pesar de su deterioro, es uno de los puntos menos contaminados de la ciudad

Técnicamente, Pripyat nunca llegó a estar completamente deshabitada. En la actualidad muchos de los operarios que actualmente están precintando y descontaminando los restos de la central viven en pisos cuidados de Pripyat o Chernóbil. En las calles es fácil encontrarse con militares que patrullan la zona, habitantes retornados, trabajadores de la central, ocupas, turistas... Algunos pisos abandonados están ocupados temporalmente por turistas ilegales que deciden pasar aquí unos días sin tener que obtener un permiso de entrada, son los denominados "stalker", gente que entra ilegalmente en la zona de exclusión.

Actualmente Pripyat es una morbosa atracción turística, una especie de Meca del urbex (turismo basado en la exploración urbana de sitios abandonados). Cada año cerca de 10.000 habitantes visitan Pripyat; cada uno paga religiosamente algo más de 100 euros por el permiso de entrada más el guía turístico y el alojamiento. En total supone casi un millón de euros al año por visitar un cementerio radioactivo con hotel (unos 10 euros la noche), supermercado (el antiguo cine) y hasta una iglesia ortodoxa que celebra misas.

Inmediatamente después del accidente se construyó un «sarcófago» que rápidamente se vio degradado debido a fenómenos naturales y a los errores de construcción lógicos al construir una obra de este calibre con prisas y en un ambiente de alta radiación. En 2004, se inició la construcción de un nuevo sarcófago para el reactor ante el riesgo de nuevas fugas. En noviembre de 2016 se inauguraría el "nuevo sarcófago seguro" (NSC), una estructura móvil con forma de arco de más de 30.000 toneladas de peso, la mayor construida hasta la fecha en el mundo. El coste final de la estructura fue de 1.500 millones de euros financiados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), junto a la colaboración de 28 países que aportaron la mayor parte del capital (1.417 millones de euros)

Si bien es cierto que la radiación ha decaído bastante en la zona (dos días en Pripyat puede ser similar a hacerse una radiografía), todavía no se puede considerar un lugar seguro. Afortunadamente, la mayoría del Yodo-131 liberado en la explosión inicial se ha descompuesto por lo que actualmente la mayoría de los isótopos radioactivos que quedan son Estroncio y Cesio, con ciclos de vida más largos que rondan los 30 años. Otros isótopos como el Plutonio o el Americio tienen menor repercusión en la salud humana pero puede llegar a durar miles de años, probablemente Pripyat no volverá a ser plenamente habitable hasta que pasen 20.000 años.

El sótano del siniestro Hospital 126 es uno de los lugares más contaminados de Pripyat y del mundo entero.

Mientras tanto, los esfuerzos por renovar la tierra y limpiar las fachadas han propiciado que la vegetación rebrote ocupando espacios antaño urbanos. A esto se le suman osos, ciervos, alces, bisontes, lobos y un sinfín de fauna radioactiva que puede llegar a complicar la vida de los residentes.

Estudios sobre la fauna local han demostrado un leve repunte del número de ejemplares de algunas especies una vez libres de la presión humana. En cambio los efectos de la radioactividad también han provocado una disminución de la variedad de especies así como mutaciones en la pigmentación o alteraciones en su conducta (las arañas construyen telas similares a las que tejen bajo los efectos del LSD)

Bisontes radioactivos en la zona de exclusión de Chernóbil.

¿Y Fukushima?... El 11 de marzo de 2011 un terremoto en Onagawa causaba un consecuente tsunami que arrasaría las costas de Ōkuma. Entre las zonas dañadas estaba la central nuclear Fukushima I operada por Tokyo Electric Power Company (TEPCO), una de las más grandes del mundo. Una ola de 15 metros destruyó cuatro de los seis reactores de la central, obligando a las autoridades japonesas a tomar medidas muy similares a las adoptadas por el gobierno soviético 25 años atrás durante el desastre de Chernóbil.

El gobierno japonés estableció un perímetro de seguridad de 20-30 kilómetros en los que más de 200.000 personas fueron evacuadas (además se las suministró yodo, para proteger la glándula tiroides de la radioactividad). Gran parte de la prefectura de Fukushima quedaría abandonada durante años, arrasada por los efectos del tsunami (a diferencia de Chernóbil, aquí se juntaron dos desastres), contaminada por cesio y plutonio y habitada por miles de jabalíes radioactivos que las autoridades locales a duras penas intenta exterminar.

La naturaleza borra con rapidez la huella humana en la región de Fukushima

Y así permaneció durante más de un lustro. Sin embargo, en los últimos años el gobierno japonés ha rehabilitado y reabierto gran parte de los asentamientos afectados por la catástrofe. En 2021 Japón celebraba sus pospuestos juegos olímpicos por lo que se esforzó al máximo para dar sensación de control de la situación y vuelta a la normalidad. La última ciudad que faltaba por reabrir tras la catástrofe, Futuba, a apenas 4 Km de la central y con una población antaño de 7000 habitantes, fue parcialmente desprecintada hace unos meses (tan solo el 4% del pueblo). 

Existen notables diferencias entre el accidente de Chernóbil, donde se liberaron grandes cantidades de plutonio y americio, con vidas medias de más de 20.000 años y Fukushima, donde tan solo se han liberado pequeñas cantidades de plutonio y cesio-137, con una vida media de 30 años. Mientras la población de Chernóbil ha renunciado a volver asumiendo que el lugar estará contaminado para siempre, la población japonesa no acaba de tenerlo claro. En otras áreas ya rehabilitadas el porcentaje de vecinos que han regresado no supera el 23%. En Futuba, a pesar de los esfuerzos del gobierno por descontaminar la región que rodea la central, apenas un 10% de los antiguos vecinos quieren volver a un lugar contaminado, donde han perdido sus hogares, su sustento económico (la pesca es irremediablemente tóxica) y existen graves carencias energéticas como resultado del cierre de las centrales nucleares.

Aspecto de las calles de Futuba en la actualidad, se espera que esté repoblada a partir de 2022

La guerra, de la cual hablaremos en el próximo capítulo, es otra fuente considerable de contaminación. Todos conocemos los casos de Hiroshima y Nagasaki, estas dos ciudades fueron reconstruidas y hoy en día están muy lejos de ser fantasmas. Pero a veces, el peligro no está en lejanos frentes de guerra, si no en tu propio hogar...

Corría el año 1945 y la empresa de material fotográfico Kodak tenía un disgusto, algunas de sus películas estaban saliendo defectuosas sin motivo aparente. Julian H. Webb, un físico del departamento de investigación de Kodak se encargó de investigar el asunto y pronto se dio cuenta de que la película estaba contaminada por "un nuevo tipo de radiación" a la que no estaban acostumbrados: Cerio 141, un material inestable en condiciones naturales y que difícilmente podía tener un origen natural.

Webb decidió buscar la fuente de la radiación y descubrió que se debía a unos envases construidos con maíz de los campos de Indiana. La vida media de aquel isótopo artificial era de aproximadamente 30 días, teniendo esto en cuenta, las mazorcas no podían ser las culpables. Todo el maíz se almacenaban en lotes protegidos de la intemperie el tiempo suficiente para que cualquier contaminación ambiental se hubiese degradado, era muy difícil que todos los lotes contaminasen todos los envases. Descartando otras fuentes, Webb llegó a la conclusión de que el cerio había llegado a través de los ríos cercanos que suministraban agua al almacen. Además, observó que los días lluviosos implicaban una mayor radiación poco después, el contaminante parecía estar lloviendo del cielo. Finalmente, Webb publicó su acertada hipótesis: el cerio 141 que contaminaba sus películas procedía de la lluvia radioactiva causada por una detonación nuclear en Nuevo México el 16 de julio de 1945 (la prueba Trinity).

Era la Segunda Guerra Mundial, no se conocían bien las consecuencias, etc... El caso es que Kodac guardó silencio hasta que unos años más tarde volvió a encontrar contaminación por radiación en sus películas. Esta vez la contaminación procedía del Nevada National Security Site, un campo de pruebas en el que se detonaron numerosas bombas nucleares desde 1951 hasta 1992. Pocos días después de las primeras pruebas, Kodak detectó un pico de radiactividad 25 veces mayor de lo normal en una nevada en Rochester, Nueva York; era la lluvia radioactiva fruto de estos ensayos a más de 2500 kilómetros de distancia... 

El Nevada National Security Site hoy es un paisaje lunar, radiado y permanentemente patrullado por un dron que vigila que no entren intrusos 

El caso es que era la guerra Fría, no se conocían bien las consecuencias, etc... y Kodac volvió a guardar silencio a cambio de que el gobierno le mantuviese al tanto de su calendario de pruebas para poder poner a salvo sus películas. A los estadounidenses en cambio, nadie los puso a salvo: 

  • la radioactividad producida por las pruebas nucleares de Nevada entre 1951 y 1962, fue diez veces superior a la ocasionada por el accidente de la central nuclear de Chernóbil. 
  • las emisiones pudieron provocar entre 25.000 y 50.000 casos de cáncer de tiroides, hoy en día existen asociaciones de lucha contra el cáncer que siguen notificando afectados.
  • los habitantes del oeste de EEUU han recibido niveles de radiación que activarían el protocolo de emergencia de una central nuclear. Los niños menores de cinco años en esa época, hasta 10 veces más (entre 150 y 160 rad)
  • los habitantes del este de EEUU han recibido gran parte de las nubes radioactivas de estas pruebas. Con el tiempo, las nubes han pasado a ser lluvias radioactivas regando todo el país, sus alimentos y productos, sus gentes... Hoy en día la mayor parte de los estadounidenses tienen un isótopo radioactivo (Yodo-131) que provoca hasta 11.000 muertes al año. En algunos casos incluso, se puede datar la fecha de la muerte de un norteamericano usando el tiempo de descomposición del isótopo y calculando el tiempo que ha pasado desde que la víctima añadió nuevo yodo a su organismo.

EEUU optó por una mala decisión (explotar bombas atómicas en su propio territorio) que aplicó de un modo democrático; hoy en día existe la plena certeza de que los últimos presidentes de Estados Unidos estaban radiados como cualquier otro ciudadano. Pero... ¿Qué hacían mientras tanto al otro lado del muro? 

Semipalátinsk, en Kazajistán, es probablemente la zona más radiada del mundo. Inhabitable durante los próximos siglos o milenios

Si algo le sobraba a la Unión Soviética eran lugares despoblados como el archipiélago de Nueva Zembla, donde se lanzó la bomba del Zar, la mayor (y más irresponsable) prueba atómica de la historia de la humanidad. Sin embargo, la mayoría de las pruebas atómicas soviéticas se concentrarían en otro lugar, un área del tamaño de Bélgica en la estepa kazaja que la URSS castigaría hasta el hartazgo. El Sitio de Pruebas de Semipalátinsk, más conocido como "El Polígono", era una apacible trozo de estepa en Kazajistán, prácticamente deshabitado, que se llevó la friolera de 456 bombazos nucleares. Los pastores que vivían en la zona se negaron a abandonar su hogar; totalmente inconscientes del peligro, solían reunirse para ver el resplandor de las pruebas en el horizonte... como quien ve una puesta de sol. Desde entonces sus hijos nacen sin piernas ni brazos.

La ciudad de Rerik West, en Alemania, es un área restringida desde 1992 debido a la contaminación causada por la munición de un cuartel soviético abandonado. Tyneham, situada en Dorset, al sur de Inglaterra, fue requisada para su uso en ejercicios militares durante la Segunda Guerra Mundial, a día de hoy continua despoblado y lleno de munición sin detonar debido a los constantes bombardeos durante años. Muchas otras ciudades perdieron su población como consecuencia de la guerra o de algún conflicto bélico, pero eso ya es tema para el siguiente post...

Tyneham, una aldea minada y fantasma al sur de Inglaterra