18 febrero 2022

Varanasí - India

Benarés (o Varanasí), antiguamente Kashí, es una antiquísima ciudad situada en el estado de Uttar Pradesh, a orillas del río Ganges; es la ciudad más sagrada de la India y uno de los principales destinos de peregrinación del mundo. 

Se trata de una de las siete ciudades sagradas del hinduismo, ya que existe la creencia de que una de las cuatro cabezas del dios Brahmá consiguió descansar al llegar a esta ciudad. Además, según la mitología hinduista, la mano izquierda de Satí (la esposa del dios Shiva, que se suicidó prendiéndose fuego) cayó en esta ciudad; por eso, hoy en día, ambas divinidades cuentan con importantes templos conmemorativos.

Según el hinduismo, todo aquel que muera en Benarés (o a menos de sesenta kilómetros de la ciudad), quedará liberado del ciclo de las reencarnaciones. Esta creencia ha convertido a esta ciudad en "el lugar perfecto para morir" y un destino prioritario para miles de enfermos terminales y ancianos hindús, que vienen aquí a pasar sus últimos días. A lo largo de ambas orillas del Ganges se alinean numerosas residencias destinadas a albergar a los moribundos.

Miles de ciudadanos indios emprenden un viaje sin retorno hasta estas orillas al final de sus días, además, según esta misma tradición, todo hindú deberían visitar Varanasí al menos una vez en su vida. Esto la convierte en una visita obligada para los 1200 millones de personas que siguen esta religión en todo el mundo y en una de las ciudades más sagradas del planeta, ya que Varanasi no solo es importante para el hinduismo, también lo es para el jainismo y el budismo.

El principal destino de los peregrinos que visitan la ciudad son los ghats, nombre que reciben los escalones de piedra que descienden hasta el Ganges. Visitantes y autóctonos suelen empezar el día con un baño en sus aguas , un ritual que se considera purificador de los pecados. Lo cierto es que a su paso por esta ciudad, el río Ganges cuenta con un importante grado de contaminación; en sus oscuras y sagradas aguas se pueden encontrar vertidos de aceite, grasa, gasolina, restos de productos químicos... una amalgama sobre los que flotan ofrendas, cadáveres (humanos o animales) y cenizas procedentes de los crematorios existentes en las orillas del río.

Todos los días al amanecer, los ghats se llenan de hombres y mujeres realizando sus baños purificadores en el río mientras rinden tributo al dios del Sol, Surya. Mientras las campanas resuenan en los templos, cientos de personas bajan los escalones que descienden al Ganges y realizan su rito matinal mientras una larga cola de devotos esperan su turno en el exterior. Una vez terminen las ceremonias matinales, los habitantes de Varanasí se irán sucediendo por estas escalinatas a lo largo de todo el día, para bañarse, asearse, lavar la ropa, meditar, hacer yoga, descansar tras el trabajo o quemar sus muertos.

Existen más de 100 ghats por toda la ciudad, la mayoría construidos en el siglo XVIII. Cada una de estas escalinatas, tiene un nombre y una función especial: Algunos son especialmente populares, como el ghat de Pancha Ganga, donde se cree que convergen cinco ríos sagrados; sin embargo los ghats más conocidos de la ciudad son Manikarnika y Harischandra, los crematorios principales.

En estas dos zonas las piras funerarias arden día y noche, sólo el Ghat de Manikarnika celebra entre 200 y 300 cremaciones cada día. Hay quien afirma que el propio Shiva susurra una canción de liberación (un mantra tarak) en el oído de quienes son cremados aquí, otorgándoles así el moksha, la salvación del ciclo de reencarnaciones.

Para tratarse de un país en el que muchas veces la privacidad destaca por su ausencia, lo cierto es que los indios son muy reservados con sus funerales, las cámaras de fotos están prohibidas y prefieren realizar este rito en la más estricta intimidad. La ceremonia puede llegar a durar diez horas, y el momento cumbre es la incineración, en la que los familiares rodean la hoguera y desafían con la mirada una estampa tan cruda como habitual en esta ciudad.

Cremaciones nocturnas en un ghat de Varanasi (Foto Wayne Pinkston)

El ritual siempre es dirigido por un varón, preferentemente el primogénito del fallecido. Las mujeres se encargan de lavar y engalanar el cuerpo del difunto al que cubren con coloridos ropajes. A la hora acordada, el cadáver es transportado a hombros de su familia en una especie de camilla hecha de bambú. Durante todo el recorrido la familia recita la misma letanía “Ram Nam Satya Hai” (El nombre del señor Ram es la verdad real) hasta que llegan al lugar de la ceremonia. Aquí, la familia entrega el cadáver a los “doms” o cremadores, los descendientes de una tribu clasificada como intocables, la casta más baja de la India. 

Los "doms" preparan la pila funeraria con unos 300 kilos de madera. Se emplean cinco tipos de madera distintos y la proporción de cada una de ellas varía en función de la clase social (y el poder adquisitivo) de la familia del difunto. La madera de sándalo es la más cara, unos 28 euros el kilo, diez veces más que la madera más barata. Pero incluso las ceremonias más discretas vienen a costar unos 800 euros, una cifra astronómica para la gran mayoría de los indios.

Mientras se construye la pira funeraria, se cambian las ropas del difunto por una mortaja blanca y su cuerpo es sumergido en las aguas del Ganges para su purificación y depositado sobre los escalones del ghat. Antes de encender la pila, el cadáver se suele untar con ghee, una especie de mantequilla india que facilita el proceso de cremación. 

El encendido de la pira funeraria es un momento crucial y para ello, antes hay que comprar el fuego divino al Raja Dom, el Rey de los cremadores y “legítimo heredero del mitológico rey Kaaloo Dom”. Esta persona es la encargada de custodiar día y noche el fuego sagrado de Shiva y el único que puede usar su llama. El precio del fuego no es fijo y depende del status de la familia; tras las pertinentes negociaciones, el Raja Dom se encarga de encender la pira.

Jagdish Chaudhary ha sido el Cremador Jefe o "Dom Raja" hasta su muerte en Agosto de 2020. Durante su "reinado" tuvo que resolver las disputas que surgían entre los distintos ghats.

El cuerpo tardará unas tres horas en reducirse a cenizas, durante todo este tiempo, los familiares esperan pacientemente alrededor de la pira. Al cabo de una hora y media, aproximadamente, se produce la explosión de la calavera, otro momento crucial del rito ya que simboliza la liberación del alma del fallecido.

Una de las cosas más impactantes es el silencio en que transcurre todo el ritual. Existe la creencia de que expresar dolor o pena puede perturbar la transmigración del alma, por lo aquí no se llora a los muertos. Es poco frecuente que las mujeres de la familia asistan a esta parte del ritual ya que se las presupone más propensas a manifestar sus emociones.

Mas raro aun es encontrar a la viuda, en parte para evitar que intente auto-inmolarse junto a su esposo fallecido. Esta costumbre llamada "sati" simboliza la devoción suprema de una esposa hacia su marido y llegó a ser bastante común durante el siglo XIX. El gobierno tuvo que tomar cartas en el asunto y prohibir específicamente los sati, siendo en 1987 el último caso conocido.

Cuando se apaga la pira, un sacerdote reúne las cenizas y las deposita en el Ganges donde quedarán flotando rumbo a la eternidad. Entonces la familia da comienzo a trece días en los que deberán llevar una vida piadosa, realizar ofrendas y seguir una rigurosa dieta vegetariana (si es que no la seguían ya). Pasadas estas dos semanas se considera que el fallecido ha alcanzado el nirvana, su alma ha ascendido al cielo libre del ciclo de reencarnaciones y sus familiares lo celebran con un gran festín.

No todos los hindúes son incinerados, se considera que no hace falta incinerar a las "almas puras", como los animales o los niños menores de 3-10 años (en su lugar son sumergidos en el río con una piedra atada a su cuerpo). Tampoco se incinera a los hombres considerados “santos” como sacerdotes, yoguis o brahamanes, ni a las mujeres embarazadas ya que el feto que llevan dentro todavía es un alma pura.

Curiosamente, tampoco se incinera a quienes han muerto por una mordedura de cobra, ya que este animal es uno de los avatares de Shiva y se considera que su veneno ya es suficientemente purificador. Tampoco se incineran personas con lepra para no enfadar al Dios fuego, lo cual desde luego no ayuda a evitar la propagación de la enfermedad. En principio tampoco deberían incinerarse los cadáveres de personas fallecidas por una enfermedad epidémica, no obstante la reciente pandemia causada por el COVID-19 ha encendido piras por toda la India. Nada nuevo para una ciudad en la que niños descalzos juegan entre vacas y sacos con cadáveres....

Varanasí, al igual que sus ritos, es muy muy antigua, ancestral. Algunos dicen que podría ser una de las ciudades más antiguas del planeta, y una de las pocas que continúa poblada en la actualidad. Lo que si es seguro es que lleva habitada desde antes del año 1800 A.C. El escritor estadounidense Mark Twain escribió sobre ella: 

«Benarés es más antigua que la Historia, más antigua que las tradiciones, más vieja incluso que las leyendas, y parece el doble de antigua que todas juntas»

La mayoría de los residentes de esta ciudad de espiritualidad milenaria son shaivite (devotos de Shiva). Los seguidores de Shiva creen que era un dios vegetariano, por lo que la mayoría de los ciudadanos se adhieren a una estricta dieta sátvica ("vegetariana pura"). En 2019, el gobierno del partido nacionalista hindú BJP prohibió la venta y el consumo de carne a 250 metros de todos los templos y sitios históricos. Estamos hablando de una ciudad MUY sagrada, la capital espiritual de India, donde se estima que puede haber unos 23.000 templos.

Desde entonces, casi toda la ciudad sigue una dieta sátvica basada en los principios ayurvédicos y que se caracteriza por los más estrictos estándares de vegetarianismo, prescritos por el Sanatana dharma, una forma absoluta de hinduismo. No solo está prohibida la carne, también se prohíbe el uso de cebolla y el ajo en la cocina, ya que se cree que aumenta la ira, la agresividad y la ansiedad.
Condicionada por estas restricciones, la cocina local de Varanasí se ha convertido en una fuente de inspiración para restaurantes vegetarianos de todo el mundo