Según cuenta la leyenda, en 1970 unos geólogos soviéticos estaban realizando una prospección de hidrocarburos en esta zona; el desierto de Karakorum ocupa el 70 % de Turkmenistán y se trata de una región muy rica en petróleo y gas natural. En un momento dado la tierra se derrumbó bajo sus pies y se tragó las tiendas y el equipo de los trabajadores. En el lugar del derrumbe apareció una cueva subterránea llena de metano de unos 70 metros de diámetro y unos 30 de profundidad. Superado el susto, los geólogos analizaron el gas para ver si podían sacar algún provecho y llegaron a la conclusión de que la bolsa de gas no era apta para su explotación. En un principio temían que el cráter ocasionara algún tipo de escape de gases peligroso, así que alguien tuvo la brillante idea de prenderle fuego con la esperanza de acelerar su combustión. El equipo estimó que el incendio se extinguiría en unos pocos días, nada más lejos de la realidad... medio siglo después el cráter sigue ardiendo, incansable y amenazador.
Tras la caída de la Unión Soviética, el pozo se convirtió en una importante atracción turística, en parte gracias a la declaración de la zona como reserva natural en 2013. Actualmente el pozo es conocido como "La Puerta al Infierno" y se divisa desde la lejanía gracias a su resplandor, que destaca en el vacío del páramo que lo rodea. Numerosos turistas se acercan hasta este remoto lugar para sentir el calor de las llamas, oír el rugido de la combustión, oler el azufre que despide y asomarse durante un instante al abismo del averno. Dentro del cráter hay una temperatura de unos 400 ºC y su fuego eterno baila y se agita al ritmo de los vientos del desierto. Los visitantes más osados suelen acampar en las cercanías para disfrutar del espectáculo durante la noche.
A pesar de este atractivo turístico, o precisamente por la atención internacional que suscita esta pifia, ha habido varios intentos de apagarlo, todos sin éxito. En 2010 el incansable pozo agotó la paciencia del entonces presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdymukhamedov, quien decidió que ya estaba harto de la incandescencia de Darvaza.
En realidad el cráter está absurdamente lejos de cualquier población, sin embargo, Gurbanguly afirmaba que el pozo era un peligro para la salud, un riesgo medioambiental y, quizás lo más importante, un derroche de recursos. Así que ordenó a sus funcionarios “encontrar una solución para extinguir el fuego”. Lo cierto es que el cráter no amenaza a absolutamente nadie, su huella medioambiental es mucho menor que la de otras industrias del país y el metano que desprende es difícilmente utilizable, pero si que supone un recordatorio permanente de que en ese lugar, se cometió un terrible error de cálculo. Conscientes del autoritarismo de Gurbanguly, los obedientes ingenieros se pusieron manos a la obra...
Normalmente todo buen incendio necesita tres cosas: combustible, calor y oxígeno. Para apagar un fuego basta con eliminar uno de estos tres factores. El combustible parece inagotable ya que esta zona está repleta de bolsas subterráneas de metano, el calor es algo inherente a Turkmenistán, así que la única opción es quitar el oxígeno de la ecuación. Para apagar un fuego de pequeñas dimensiones se puede optar por la espuma de los extintores o una manta para impedir la llegada del oxígeno, sin embargo en un fuego de estas dimensiones haría falta llenar todo el cráter con tierra; aun así, esto quizás detendría el fuego pero no impediría que el metano se siga fugando.
Existe un precedente similar y la solución fue un poco turbia... En 1963, un pozo de gas en Uzbekistán se incendió y ardió de forma constante durante tres años. Los funcionarios soviéticos, hartos del fuego, decidieron cortar por lo sano. Si detonaban una bomba, ésta consumiría todo el oxígeno del área circundante y sellaría las fugas de gas. Pero debía ser una buena bomba, una de las que licua la roca para que se bloqueen los conductos bajo tierra, en resumen... una bomba nuclear.
Sorprendentemente la medida salió bien, y afortunadamente nunca se llegó a replicar en Turkmenistán; a día de hoy todavía es posible visitar este fascinante error que arde incombustible bajo las estrellas del Karakorum. Una penitencia eterna que atormenta a algunos y fascina a muchos otros.
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