06 febrero 2021

La Bóveda del fin del mundo - Noruega


Una vidriera sobre la puerta, refleja las luces árticas y las frecuentes auroras boreales de esta región

El Banco Mundial de Semillas de Svalbard (cuyo nombre oficial en noruego es Svalbard Globale Frøhvelv) es una enorme despensa con semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo. Se trata de unas instalaciones subterráneas excavadas a 130 metros de profundidad en una montaña de piedra arenisca de la isla de Spitsbergen, en el archipiélago noruego de Svalbard, cerca de su capital Longyearbyen.​ 

El Gobierno noruego, el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos (Global Crop Diversity Trust) y el Banco Genético Nórdico (NordGen) impulsaron este proyecto de más de 9 millones de dólares, que culminó en febrero de 2008 con la apertura del almacén de semillas más grande del mundo. Ese mismo año fue calificado por la revista Time como el sexto mejor invento del año. 

Este refugio fue creado para salvaguardar la biodiversidad de las distintas especies de cultivos que sirven como alimento a la humanidad. La cripta, también conocida como la bóveda del fin del mundo, está diseñada para ayudar a la humanidad a reiniciar la agricultura tras una eventual catástrofe mundial. Esta suerte de arca de Noé del siglo XXI, pueden funcionar durante siglos independientemente de lo que ocurra en el exterior, aun cuando se agote el petróleo, se produzca una guerra nuclear o una catástrofe climática arrase con toda la humanidad... el tesoro que aquí se almacenan permanecerá a salvo. 


Longyearbyen es la ciudad más septentrional del mundo y es conocida por su sol de medianoche.

Al igual que Superman tenía su fortaleza en una montaña del Círculo Polar Ártico, los humanos hemos recurrido a Spitsbergen, una remota e inhóspita isla cercana al Polo Norte, para poner a salvo nuestro mayor tesoro: el alimento.

La isla de Spitsbergen forma parte del archipiélago de Svalbard, una peculiar región acostumbrada a los récord Guinness. Para empezar, se trata del lugar más septentrional del planeta habitado por población civil, todo cuanto existe en este archipiélago se convierte automáticamente en récord: la iglesia más al norte del mundo, la oficina de correos más al norte del mundo, el museo más al norte del mundo… También tienen el cementerio más al norte del mundo, un lugar absurdamente inútil en el que no se entierra a nadie desde mediados del siglo XX, las autoridades locales descubrieron que los cadáveres no se descomponían, tan solo se congelaban, por lo que establecieron una ley por la que, literalmente, se prohíbe morir en Svalbard, obligando a todo moribundo a trasladarse al continente.

Su capital, Longyearbyen, tiene cerca de 2000 habitantes y es el último rastro de civilización, más allá solo existen pequeñas aldeas y bases científicas dispersas en un territorio violento, inhóspito y salvaje. Sus habitantes deben pasar casi cuatro meses de luz constante y otros tantos de noche eterna; tan solo durante 2 o 3 semanas, los días son equivalentes a las noches. El sol no se pone desde el 19 de Abril hasta el 23 de Agosto debido a su ubicación en el círculo polar ártico; por otro lado, el sol se pone el 25 de octubre y no vuelve a salir hasta pasados unos cuatro meses.

En este archipiélago, la especie predominante no son los humanos, sino los osos polares: con más de 3000 individuos, Svalbard es el lugar con mayor concentración de osos blancos del planeta. Aquí los osos campan a sus anchas, surcan la isla, cazan, observan... son dueños y señores del lugar mientras los humanos se acurrucan en sus refugios y tiemblan de terror al verlos llegar. Los ataques de osos son muy frecuentes, por lo que resulta casi imposible moverse por libre. Todas las actividades son guiadas y los habitantes repiten de forma insistente y machacona que jamás hay que salir de la ciudad sin un arma.


Como un iceberg, el refugio solo muestra al exterior una pequeña parte de su compleja estructura.

Perdida entre la nieve eterna, emerge una pequeña entrada rectangular con estética futurista que muy pocos han cruzado. Oculto a 150 metros bajo tierra, encontramos un bunker dividido en tres grandes salas con miles de cajas de semillas de casi todo el mundo conservadas a 18 ºC bajo cero. La idea básica que justifica esta obra es conservar la menguante biodiversidad agrícola; si en un país o en una región se produce un desastre irreparable, como una guerra que aniquile la agricultura del país, una catástrofe ecológica brutal, la destrucción de otro banco de semillas, actos terroristas, etc... estas semillas permitirían una segunda oportunidad. 

Desafortunadamente, solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y necesitamos casos como la pandemia de coronavirus para darnos cuenta de la importancia de instituciones como el Banco Mundial de Semillas; pero lo cierto es que hay muchos otros ejemplos, desastres como inundaciones, incendios, terremotos, problemas técnicos, económicos y políticos pueden causar graves pérdidas de cultivos en bancos de genes de todo el mundo, por lo que es muy importante tener una instalación que sirva como respaldo. Los desastres naturales son una constante, y no hace falta irse a un futuro distópico o a una catástrofe de escala mundial para comprobar la utilidad de este backup:

En el año 2015, el Centro Internacional de Investigaciones Agrícolas en Zonas Secas (ICARDA) perdió el control de su banco de genes en Alepo como consecuencia de la guerra civil en Siria. Afortunadamente, muchas de sus semillas tenían un duplicado en este banco, ICARDA retiró varias muestras entre 2015 y 2019 y reconstruyó su colección en los bancos de genes de Marruecos y Líbano.

Ese mismo año se organizó una misión de rescate tras el gran terremoto de Nepal para recolectar semillas de cultivos nativos de tres grandes distritos: Sindhuplanchowk, Dolakha y Ramechhap. Estas semillas son únicas en el mundo y afortunadamente ya están a salvo. 

Cada vez que se abre la fabulosa bóveda del Banco Mundial de Semillas para que salgan semillas, una mala noticia o un desastre natural ha sucedido en algún lugar del mundo: Un buen ejemplo de ello es lo que sucedió en Filipinas en 2006 y 2012, con dos inundaciones desastrosas que casi acaban con todo el material genético del Laboratorio Nacional de Recursos Fitogenéticos (NPGRL) de la Universidad de Filipinas en Los Baños (UPLB).


Como reza su web: "Esta es una instalación de almacenamiento de semillas a largo plazo, construida para resistir el paso del tiempo y el desafío de los desastres naturales o provocados por el hombre"

Todo lo contrario ocurre cuando entran nuevas semillas en el recinto, ya que esto significa que otro tesoro vegetal está a salvo. Idealmente, los bancos de diversidad genética de las especies vegetales silvestres (germoplasma) deberían enviar copias de seguridad de sus semillas con regularidad en los buenos tiempos, no solo en los malos, ya que suele ser demasiado tarde. 

En Febrero de 2020, el banco llegó al millón de muestras con una ceremonia en la que 33 países participaron con un nuevo cargamento de semillas. Este año vence el plazo para que cualquier país proteja su rango genético de cultivos, por lo que a lo largo de 2020 hemos visto a llegar miles de muestras procedentes de instituciones de Colombia (guisante de mariposa, trébol, sorgo y frijoles), México (maíz y trigo), Perú (patatas), Brasil (cebolla, melón y guindilla) o Costa Rica (con distintas variedades de arroz nativo y salvaje). Entre los donantes también figuran otros bancos de semillas, así como muestras de los jardines botánicos del príncipe de Gales o semillas del pueblo Cherokee, la primera tribu estadounidense nativa en almacenar sus semillas tradicionales. Entre las muestras enviadas había tres tipos de frijoles y cuatro tipos de maíz arcoiris, entre ellos el Cherokee White Eagle Corn. Pase lo que pase, el maíz sagrado del pueblo cherokee ya está a salvo.

En este momento, se estiman unos 2,1 millones de especies de plantas únicas a nivel mundial, el Banco Mundial de Semillas actualmente almacena más de 1 millón de estas (1,057,151) enviadas desde 86 donantes de todo el mundo. Por lo que todavía queda casi un millón de muestras de semillas únicas que no están almacenadas en la Bóveda, poner a salvo estas especies es la prioridad principal de este banco para los próximos años.


Svalbard es uno de los mejores lugares del mundo para observar las auroras boreales

Llegados a este punto, es lógico preguntarse quienes son The Global Corp Diversity Trust (GCDT), los administradores de la bóveda. La Fundación, que se describe a sí misma como "una organización independiente regida bajo el derecho internacional", fue fundada en Roma en 2004, por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y Biodiversity International, el representante de CGIAR, un gigantesco consorcio internacional de investigación agrícola. Entre sus patrocinadores encontramos la Fundación de Bill & Melinda Gates, el gigante de la agroindustria estadounidense DuPont/Pioneer Hi-Bred (uno de los mayores propietarios del mundo de semillas transgénicas patentadas), Syngenta (la principal empresa suiza de semillas transgénicas y agroquímicos), la Fundación Rockefeller y el CGIAR (la red global creada por la propia Fundación Rockefeller para promover la «revolución verde» invirtiendo más de 100 millones de dólares en semillas y promoviendo los cambios en las costumbres agrícolas). El GCDT fue presidido hasta 2012 por Margaret Catley-Carlson, ex presidenta del Population Council (antes conocido como la American Eugenics Society), fundado a su vez por John D. Rockefeller III.

Aparentemente, y sin querer entrar en la conspiranoia, parece que muchas de estas instituciones están tomando medidas contra un posible colapso biológico causado por ellos mismos. Afortunadamente, esta iniciativa no es la única de su tipo. El Proyecto de Banco de Semillas del Milenio (Millennium Seed Bank Project), es un proyecto de conservación a nivel internacional coordinado por el Real Jardín Botánico de Kew. Iniciado en el año 2000​ y alojado en el Millennium Building en los terrenos de Wakehurst Place Garden en West Sussex, su propósito es proporcionar una "seguro" contra la extinción de plantas en su medio silvestre, almacenando las semillas para su uso futuro. Las instalaciones del almacenaje consisten en grandes cámaras acorazadas subterráneas que preservan congelada la colección de semillas más grande del mundo. En abril del 2007, se alcanzaron los mil millones de semillas almacenadas,​ con la incorporación del Oxytenanthera abyssinica, un tipo de bambú de África.

En la colaboración con otros proyectos de biodiversidad se envían expediciones alrededor del mundo para recoger las semillas de las plantas de tierras áridas. En la medida de lo posible, las colecciones se mantienen en el país de origen, enviando duplicados al «Millennium Seed Bank Project» para su almacenaje. Existen instituciones colaboradoras en Australia, China, Jordania, Líbano, América y África. Australia es particularmente significativa pues su flora constituye el 15% del total de las especies del mundo, con el 22% de ellas en peligro de extinción. Todas las semillas están proporcionadas por instituciones altruistas sobre la base del mutuo beneficio.

A diferencia del banco de Svalbard centrado en especies con fines alimentarios, este banco aspira a mantener la biodiversidad global, con especial énfasis en la investigación de la flora de las zonas áridas del mundo (quizás por ser la que más vamos a necesitar). Cuando llegan las semillas, se limpian y se confirma su identificación. Posteriormente se secan, empaquetándolas de nuevo y almacenándolas en condiciones de criogenia. Las semillas se germinan periódicamente cuando son requeridas para la investigación, para comprobar las condiciones de viabilidad y almacenaje o cuando la viabilidad en estado silvestre ha caído a niveles bajos, en este último caso, las semillas obtenidas se distribuyen allí donde se necesiten. 


La entrada a la cripta durante la ola de calor de Julio de 2020

La bóveda está construida para ser una instalación de almacenamiento de semillas de respaldo para los bancos de semillas de todo mundo, actúa como una especie de “caja negra", es decir, no es un banco de genes activo. Al igual que otros bancos, tiene sus medidas de seguridad, y aquí uno de los mayores riesgos es el propio hombre, sobre todo en tiempos de pandemia: mientras las semillas se almacenan, sólo el personal puede manipular las cajas, y nunca jamás se expone el material del interior de las cajas al contacto humano. Gran parte de la vigilancia se realiza de forma remota, no hay personal de forma permanente en las instalaciones. NordGen tiene su oficina central en Alnarp (Suecia) y envía trabajadores cuando hace falta abrir los depósitos, minimizando en la medida de lo posible la presencia física de personas en la Bóveda o sus alrededores.

A esta instalación se la conoce en el mundo anglosajón como Doomsday Vault (la cripta del día del Juicio Final), ya que es capaz de resistir los peores supuestos apocalípticos: erupciones volcánicas, terremotos de hasta grado 10 en la escala de Richter, radiación solar, impactos de bombas nucleares... Su ubicación a 130 metros de altura, garantiza que estará a salvo de la subida del nivel del mar si se derriten los casquetes polares. En caso de fallo eléctrico, el interior está excavado en unas rocas que llevan miles de años enfriándose, mientras que en el exterior, el permafrost (una capa de hielo permanentemente congelada) actuaría como refrigerante natural. Todo esto debería propiciar unas condiciones suficientemente frías para mantener seguras las semillas durante al menos 200 años, incluso sin energía eléctrica.​.. o eso creíamos hasta hace poco. 

La temperatura óptima en el interior de estas instalaciones es de -18º C, algo relativamente sencillo de lograr si te encuentras a tan solo 1300 Km del Círculo Polar Ártico. Sin embargo, a la hora de la verdad, la catástrofe más inminente para la humanidad es el cambio climático (con permiso del Covid-19) y es precisamente este calentamiento global el que ha disparado las alarmas este verano. Durante la última semana de Julio de 2020, una ola de calor sin precedentes, elevó las temperaturas en la región de Svalbard hasta superar los 20 ºC, permitiendo ver la entrada del refugio totalmente libre de hielo. En la pequeña ciudad de Longyearbyen, el asentamiento más cercano a la bóveda, se han llegado a registrar 21,7 ºC, superando así el anterior récord histórico de 1979 (21,3 ºC)

Un estudio publicado en 2019 muestra un aumento de la temperatura media en este archipiélago de unos 5 grados entre 1971 y 2017, el mismo estudio pronostica temperaturas aun mayores para el año 2100, hasta 10 grados más que la media durante el siglo XX. Las instalaciones están preparadas para mantener la temperatura del interior, pero no cabe duda que este aumento de la temperatura exterior lo complica todo. En 2016 el deshielo empezó a afectar a la integridad de las rocas en las que están esculpidas las galerías, produciendo filtraciones de agua e inundando algunas zonas. Este deshielo, mayor cada año, acabó requiriendo varios trabajos de reparación y refuerzo del almacén durante los cuales se invirtieron más de 20 millones de euros para impermeabilizar el túnel de acceso y garantizar la integridad de las instalaciones... la seguridad alimentaria de todo el planeta depende de ello.


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