12 diciembre 2022

Elephant Kingdom - Tailandia

Una cría de elefante esquiva su trágico destino en una reserva tailandesa

Si eres de los que tienen poco aprecio por los animales y por tu propia vida, "Elephant Kingdom", en Tailandia, podría ser el destino de tus sueños. Este parque era famoso por sus rutas con elefantes hasta que hace poco, varias compañías turísticas lo sacaron de sus tours debido a las acusaciones de maltrato animal (el proceso de domesticación de un elefante es de una crueldad insólita).

Pero antes de entrar en detalles, hablemos un poco de lo que representan los elefantes en Tailandia. El elefante ha sido un importante símbolo de la sociedad tailandesa durante muchos siglos. En la actualidad el elefante indio (Elephas maximus indicus), una subespecie del elefante asiático, es considerado el "animal nacional oficial" de Tailandia, un peculiar título que muchas veces no se corresponde con la vida que les espera. 

Lejos de ser venerados, los elefantes en Tailandia eran considerados un sustituto de la maquinaria pesada en tareas de deforestación en la selva; y más recientemente, como una fuente de ingresos con el turismo extranjero. A principios del siglo XX, se estima que había unos 100.000 elefantes cautivos en Tailandia, la mayoría de ellos se empleaban en tareas de tala y desforestación. Sin embargo, esa tala descontrolada estaba destruyendo gran parte del hábitat natural de los elefantes. Su número se fue reduciendo hasta que, en 1986, la especie pasó a considerarse en peligro de extinción.

Para frenar este desastre, la tala incontrolada fue prohibida en Tailandia en 1989. Sin embargo esta medida no contribuyó a arreglar la situación, con la prohibición, los entrenadores de elefantes (más conocidos como mahouts) tuvieron que buscar nuevas formas de sustento. La mayoría de ellos recurrió a la industria del entretenimiento o al turismo, así fue como muchos mahouts se mudaron a Bangkok con sus elefantes. Allí deambulaban por las calles con canastas llenas de fruta que los turistas compraban para dárselas de comer a sus desnutridos elefantes. El "animal nacional oficial" había pasado de destruir su propio habitat, a tener que mendigar por comida, realizar trucos circenses o actuar disfrazados a cambio de unas pocas monedas. 

3 de cada 4 elefantes dedicados al turismo en Tailandia son maltratados

A partir del año 2000 Tailandia experimenta un crecimiento turístico sin precedentes. Los elefantes pasan de ser mendigos a convertirse en un filón turístico inagotable. Numerosas empresas y particulares aprovechan el tirón de los elefantes para ofertar paseos en elefante, espectáculos, posados de fotos...
Para mediados de 2007, ya solo quedaban 3.456 elefantes cautivos en Tailandia y unos 1000 elefantes salvajes en libertad. La caza ilegal unida a las duras condiciones de esta nueva vida (un elefante necesita comer, socializar y andar, muchas horas al día) habían hecho estragos. El 17 de junio de 2010, se aprobaron varias leyes de protección de los elefantes pero el daño ya estaba hecho. 

En los últimos años el turismo se ha empezado a concienciar y muchos de estos espectáculos se han reconvertido en campamentos o santuarios. Este nuevo turismo pretende ser menos dañino, pero sigue siendo un negocio muy lucrativo como demuestra la creación de hasta 223 campamentos de elefantes por todo el país. Para 2017, el número de elefantes cautivos había aumentado hasta los 3783; sin embargo, la pandemia mundial de coronavirus en 2019-20 volvió a ser un duro revés para la industria turística del país y dejó a casi 4000 elefantes en serio riesgo de morir de hambre. Sin los ingresos generados por la industria del turismo, sus propietarios no podían permitirse alimentarlos y muchos tuvieron que vender sus animales para dedicarlos de nuevo al negocio de la tala ilegal.

Un santuario de elefantes en Tailandia

Ya sea para talar, participar en un espectáculo o incluso para no tener sustos en un tour por un parque natural, todos los elefantes deben ser domesticados previamente, un proceso denominado Pajaan que puede llegar a alcanzar unos niveles de crueldad inigualables.

En primer lugar sería bueno matizar el término "domesticar" cuando hablamos de elefantes; no es posible domesticar elefantes africanos y en el caso de los asiáticos solo es posible mientras aun son muy jóvenes. Esto implica empezar con el desagradable rito nada más nacer, cuando aun son crías. Sin embargo, los elefantes en cautividad casi no se reproducen, por lo que encontrar elefantes domesticables para la creciente demanda de la industria turística es una tarea muy complicada. Y aquí es donde entra en escena la caza furtiva, prácticamente todos los zoológicos, parques naturales, espectáculos e incluso santuarios se nutren del tráfico ilegal de crías de elefante para lograr nuevos ejemplares. 

Las crías son capturadas en la selva y separadas de su familia. Una vez cautivas, se priva al animal de comida y agua, se le aísla en una diminuta jaula donde no puede realizar ningún movimiento y de la que solo sale encadenado y atado, también se le impide dormir, se le golpea y maltrata utilizando unos ganchos metálicos que se enganchan en sus partes más sensibles: orejas y ojos... Básicamente lo que el Pajaan busca es "romper el alma" de los paquidermos, someterles a un sinfín de castigos y palizas hasta que una sola amenaza sea suficiente para que el elefante obedezca. Como es previsible, miles de animales mueren durante este adiestramiento. Cuando termine el pajaan, el elefante tendrá tal miedo a los humanos que hará cualquier cosa que le pidan. Una cría de elefante ya domesticada a través del pajaan se suele vender entre 17.000 y 24.000€.

Un elefante de guerra tailandés en 1866

Una vez explicada la difícil situación de estos animales, volvamos su reino: el "Elephant Kingdom" cerca de la ciudad de Pattaya, una ciudad basada en el turismo sexual en la provincia de Chonburi, Tailandia. Paradójicamente, no hay muchos elefantes en el Reino de los Elefantes; desde que se hizo público el trato abusivo al que se sometían a los animales destinados a entretener a los visitantes, muchas operadoras turísticas decidieron excluir de sus tours cualquier instalación que pudiera ofender (o acabar con la vida) de sus cada vez más concienciados turistas.

Elephant Kingdom se reinventó y actualmente vuelve a ser uno de los destinos turísticos más notables del sudeste asiático gracias a otro animal mucho menos protegido, el cocodrilo. Actualmente, Tailandia tiene la industria de cría de cocodrilos más grande del mundo y dentro de esta nueva fiebre, Elephant Kingdom logró convertirse en todo un referente. Propiedad de la empresa Utairatch Crocodile Farm & Zoo, esta granja es el hogar de unos 4.300 cocodrilos y gaviales, lo cual la ha convertido en un destino muy popular para unos 500 visitantes diarios que acuden a este lugar para observar de cerca estos ágiles depredadores.

Su mayor reclamo es un estanque lleno de cocodrilos en el que los turistas pueden alimentar a los agresivos reptiles desde una destartalada balsa oxidada. Los turistas usan cañas con grandes pedazos de carne cruda para atraer a los cocodrilos hasta la "jaula de alimentación", una plataforma de madera que mide 5 por 10 metros y que flota sobre varios bidones de plástico vacíos. Se supone que la balsa puede albergar entre 10 y 15 personas, una pequeña valla metálica de 1,5 metros impide a los cocodrilos darse un atracón de turistas.

Estas fotografías de turistas japoneses jugándose la vida dieron la vuelta al mundo.

En 2016 un mototaxista tailandés llamado Jon Nok quedó horrorizado por la escena: un montón de turistas se apiñaban en una inestable balsa oxidada mientras daban de comer a los ambrientos reptiles con frágiles cañas de bambú: "He sido taxista durante más de 20 años y nunca antes había visto algo así... Los turistas eran todos chinos y algunos estaban asustados, mientras que otros disfrutaban acercando la comida a las fauces de los cocodrilos y retirándola en el último momento"

Tailandia tiene una horrible reputación en lo referente a la seguridad de sus atracciones turísticas, en los últimos años numerosas muertes y lesiones graves relacionadas con accidentes de autobús, tren, barco, cocodrilos que se comen a humanos en otras granjas de cocodrilos (incidentes declarados oficialmente como suicidios) o turistas que pierden extremidades sacándose selfies, han puesto en entredicho el turismo de aventura, una de las principales fuentes de ingresos del país. 

Cuando Jon subió a Twitter sus fotografías de turistas chinos apiñados en la precaria balsa, éstas se hicieron rápidamente virales y el gobierno tailandés no tuvo más remedio que tomar cartas en el asunto para intentar acallar la polémica. Adisorn Promthep, director general del Departamento de Pesca, suspendió la licencia de cría de cocodrilos de la granja durante 90 días para que los funcionarios comprobaran la seguridad de las instalaciones. Según sus palabras, el Reino de los Elefantes estaría violando una regulación emitida bajo la Ley de Preservación y Protección de la Vida Silvestre de 1992, que requería que todas las atracciones de animales y vida silvestre garantizaran la seguridad de los visitantes y las personas que viven cerca.

Curiosamente, pocos en Tailandia conocían este espectáculo; Uthen Youngprapakorn, el propietario del parque, alegó que había ofrecido estos paseos en la jaula ante la creciente demanda de los turistas chinos y que nunca había existido el menor riesgo. No obstante, el hecho de que optase por un animal menos protegido que el elefante, y por un turismo poco regulado y fuera de los circuitos habituales nos lleva a pensar que la seguridad de animales y turistas no eran una de sus prioridades. Tras una reapertura en la que se eliminó el numerito de la balsa, las condiciones de los animales seguían siendo infames (el caso de los tigres da para otro artículo), los turistas chinos jamás volvieron a la que ya era conocida como "la atracción turística más peligrosa del mundo" y el turismo local ni siquiera se enteró de que el parque había vuelto a abrir. Como resultado, Elephant Kingdom cerró sus puertas definitivamente en 2019 y sus hambrientos cocodrilos se convirtieron en zapatos y cinturones.

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