01 mayo 2021

Castillo de Bannerman - EEUU

Aunque a simple vista pueda parecer un castillo europeo abandonado, el Castillo de Bannerman está en la isla Pollepel, en el río Hudson, a tan solo 80 Km. de la ciudad de Nueva York. Este engendro de castillo en realidad era un depósito militar, un peculiar almacén construido por Francis Bannerman VI para guardar todo el material bélico excedente con el que comerciaba.

La excentricidad de Bannerman estaba a la altura de su riqueza, así que lo que iba a ser un polvorín acabó pareciendo un castillo escocés. Tanta vanidad y mal gusto no debió gustar a los espíritus hostiles que según los nativos americanos habitaban en esta isla; el caso es que durante su poco más de un siglo de historia, el castillo de la isla de Bannerman sufrió todo tipo de catástrofes hasta quedar arrasado.

Francis Bannerman era un inmigrante escocés que llegó a Estados Unidos en 1854; poco a poco había conseguido amasar una considerable fortuna mediante la venta de excedentes militares. La guerra hispanoamericana de 1898 fue particularmente buena para Bannerman ya que pudo adquirir el 90% del equipo militar español que quedó abandonado tras la retirada de Cuba.

Francis “Frank” Bannerman VI

Sin embargo, sus almacenes en el corazón de Nueva York no eran el mejor lugar para almacenar treinta millones de cartuchos españoles. Si explotaban, destruirían toda la manzana y las viviendas cercanas, por lo que Bannerman comenzó a buscar un emplazamiento menos peligroso para su nuevo almacén. La isla Pollepel era perfecta para sus planes, con sus 2,5 hectáreas de roca y alejada 300 metros de la costa del Hudson parecía reunir todos los requisitos. Bannerman compró la isla en 1900; su objetivo era construir un arsenal en el que almacenar toda la munición que después vendería por correo. 

Al año siguiente comenzó el proyecto: Bannerman diseñó los edificios (incluida una pequeña mansión para él y sus invitados) con un claro objetivo en mente: publicitarse. En aquella época dorada, los magnates eran celebridades y modelos a seguir, por lo que el propósito de Bannerman era usar su castillo como un enorme anuncio de ladrillo. El castillo era claramente visible desde la lejanía y Bannerman ordenó rotular "el Arsenal de la Isla de Bannerman" en las paredes del mismo, de modo que cualquier barco o persona pudiese verlo desde la orilla.

La muerte de Bannerman en 1918 supuso el comienzo del fin. La construcción se detuvo y dos años mas tarde explotarían varios kilos de proyectiles y pólvora destruyendo la mitad del edificio. Se cree que la explosión fue causada por un rayo que golpeó el hasta de una bandera.

En 1950, un carguero que pasaba por la zona, se quedó atrapado en mitad de una fuerte tormenta sobre el río Hudson. Finalmente, el barco se estrelló contra la isla, explotó tras el impacto y causó aún más daños en lo que quedaba del edificio. El barco naufragado se llamaba "Pollepel" y dio su nombre actual a la isla (aunque muchos la siguen llamando la "Isla de Bannerman").

Tras el último desastre, la isla quedó deshabitada y el Estado de Nueva York finalmente decidió comprar la isla en 1967. Pero se ve que los espíritus malvados de los que hablaban los nativos, aun no habían acabado de dar su merecido a este desafortunado edificio. Dos años después, se produjo un gran incendio y los techos y pisos colapsaron quedando todo el edificio completamente destruido; la estructura ya era demasiado insegura por lo que se decidió prohibir el acceso a la isla para evitar accidentes. 

A pesar de las restricciones, no faltaron vándalos, intrusos y turistas ataviados con cascos de obra que aportaron su granito de arena al deterioro; sin embargo, fueron los largos años de exposición a los elementos lo que supuso el golpe final. En 2009, colapsaba el 40% de la pared frontal y el 50% de la pared este. 

Hoy en día es implanteable reconstruir el castillo (tampoco parece que su valor artístico lo justifique) por lo que constituye un maravilloso monumento a lo efímero, un recordatorio de que quien juega con fuego, al final, se quema.