06 mayo 2022

Faros

El onírico faro de Tourliti está construido sobre un islote rocoso en la bahía de Andros, en Grecia.

Los faros son sin duda una de las estructuras más desafiantes construidas por el ser humano, y a su vez, una de las obras de ingeniería más antiguas. Probablemente los faros ya existían desde los tiempos de los fenicios y cartagineses, quienes solían encender hogueras en lo alto de sus torres vigía.
Lo que es seguro es que el famoso faro de Alejandría, construido por Ptolomeo II, fue replicado por romanos y griegos por todo su imperio; de hecho, el término "faro" proviene del griego antiguo (pharos) y hace referencia a la Isla de Faro, en Egipto.
Hoy en día todavía se conservan algunos de estos primeros faros como el del Castillo de Dover, en Inglaterra, o la Torre de Hércules, en La Coruña, España.

El faro romano de Dover es uno de los más antiguos que se conservan

Oficialmente la Torre de Hércules fue construida en el Fin de la Tierra (Finisterrae), aproximadamente en el Siglo I después de Cristo; aunque otros estudios sitúan su origen un siglo antes, en el año 4 antes de Cristo. Según la inscripción que hay grabada en la base de la torre, fue diseñada por el arquitecto Cayo Servio Lupo, bajo el mandato del Emperador Trajano. Inicialmente medía 34 metros de altura, por lo que es considerado uno de los edificios más altos que se conservan del Imperio Romano.

El faro fue ideado por el Imperio Romano para facilitar la navegación de los buques que se dirigían a las Islas Británicas en busca de cobre o hierro y cumplió con su función hasta el Siglo V, más o menos hasta que los romanos abandonaron la región aburridos de los continuos ataques bárbaros.

Según cuenta la tradición, los romanos encontraron un altar al sol (Ara Solis) construido en este monte por los pueblos que habitaron estas tierras antes de su llegada.

Hasta el Siglo XVI, el faro pierde su función original y se convierte en una fortificación de carácter militar y defensivo. Expoliado por los habitantes de la zona, que lo veían como una cantera inagotable de piedra y recursos, gran parte de su estructura original acabó siendo saqueada para levantar las edificaciones que se estaban surgiendo en la cercana ciudad de A Coruña.

La misma ciudad que supuso su ruina impulsó las primeras obras de recuperación del faro y su puesta en marcha de nuevo. En el Siglo XVIII, A Coruña era uno de los más activos puertos de España, y Ferrol era una de las bases más importantes de la Armada Española, así que el Ministerio de Marina decide restaurar y modernizar el faro. 

El 4 de enero de 1788, el Rey Carlos III autoriza una reforma integral, a cargo del ingeniero militar Eustaquio Gianini. Tres años después finalizan las obras de restauración que añadirían 21 metros a su altura original hasta los 55 metros que mide hoy en día. Actualmente es el segundo faro más alto de España.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el 27 de junio de 2009, es el faro más antiguo que se conserva aun en funcionamiento.

El faro de Pridrangar es sin duda uno de los más aislados del mundo, situado al sur de Islandia a pocos kilómetros de las Islas Vestman, este faro no solo está perdido en medio del Océano Atlántico si no que además es absurdamente inaccesible.

faro de Þrídrangar, en Islandia

Þrídrangar, que significa "tres piedras" en islandés, es una pequeña formación rocosa en la que sobresalen tres grandes rocas; el faro está situado en la cima de la más alta de ellas. A una altura de 36 metros sobre el nivel del mar, la violencia del oleaje y la empinada forma de la isla, que emerge verticalmente como una columna, hacen imposible acceder al faro en barco.

Fue construido en 1939, pero no se sabe mucho sobre la heroica tarea ni sobre el modo en que se transportaron los materiales hasta la cima de esta peligrosa roca.
Actualmente, la única forma de llegar a Pridrangar es en helicóptero. En lo alto del acantilado hay una pequeña plataforma de hormigón que se construyó al mismo tiempo que el faro y que sirve de helipuerto.

Otro faro que rivaliza en fama y peligrosidad es el de La Jument, en Francia. Situado a 2 Km de la costa sur-oeste de la isla de Ouessant, en Bretaña, esta zona de arrecifes es famosa por su mala mar, con olas que llegan a cubrir los 48 metros de altura que mide esta torre octogonal de granito. Se trata del punto más occidental del territorio francés en Europa, su Finistère, y uno de los más aislados e inhóspitos al adentrarse varios kilómetros en el interior del Océano Atlántico.

Por esta zona pasa una de las rutas de navegación más importantes del Atlántico, que a su paso entre Ouessant y la isla vecina, Bennec, tiene que atravesar el peligrosísimo Estrecho de Fromveur. Un informe de 1904 estimaba que 20.000 navíos circulaban cada año a lo largo de las costas de Ouessant, y que 31 de ellos habían naufragado en los últimos 16 años, en muchos casos con pérdidas humanas.

Una ola embiste el faro de La Jument en Febrero de 2016 (Foto: Ronan Follic)

Como suele ser frecuente en estos casos, un trágico naufragio precipitó la creación de este faro: En 1899 el SS Drummond se dirigía a Londres desde las Islas Canarias y en vez de rodear esta peligrosa zona se atrevió a cruzar el Estrecho de Fromveur. Algo salió mal y el barco embarrancó en el arrecife Pierres Vertes. Casi todos los pasajeros perdieron la vida ahogados, tan solo se salvaron 2 tripulantes que fueron rescatados por un pescador y un tercer marinero que de algún modo consiguió nadar 6 Km, de noche y rodeado de niebla, hasta llegar a la isla de Molene. Ese mismo año el gobierno francés decretaba la construcción de una pequeña torre en la roca de la Jument.

Unos años después el proyecto recibió un inesperado impulso... El 27 de marzo de 1904 moría Eugène Potron, un destacado miembro de la Sociedad Geográfica de París, que donó parte de su fortuna para la construcción de un faro "en un arrecife de uno de los peligrosos parajes del litoral del Atlántico, como los de la isla de Ouessant". Esta providencial donación parecía hecha a medida de esta torre, sin embargo tenía una traicionera condición: el faro debía estar terminado en el plazo de 7 años desde la fecha de su muerte.

Así es como empieza una peligrosa carrera contrarreloj:

  • Inmediatamente el gobierno francés se pone manos a la obra, pero pronto comprobaría que el pésimo estado de la mar hacía prácticamente imposible trabajar en la zona entre Octubre y Abril. Tan solo en verano y dependiendo de las mareas era planteable acercarse a los arrecifes.
  • Los días de verano con mareas favorables y buenas condiciones meteorológicas, los obreros se desplazaban en barco de vapor hasta la cercana isla de Ouessant, a 2 Km del futuro faro, y desde allí trataban de acceder a los arrecifes en una barca. El primer año solo lograron desembarcar unas 17 veces, el segundo unas 59; todo esto en total apenas sumaba 200 horas de trabajo y pronto el ministerio de Obras Públicas se dio cuenta de que así, no iban a poder cumplir el plazo fijado.
  • Entonces empezó la chapuza: el gobierno pisó el acelerador y finalmente las obras se finalizaron el 15 de Octubre de 1911, con tan solo 7 meses de retraso. Pero lo que parecía un faro funcional por fuera, en realidad era un edificio vacío por dentro. Durante los siguientes 3 años fareros, albañiles, carpinteros... convivieron mientras remataban las instalaciones.

¿Y cómo era la vida de un farero en esta época? Pues en pocas palabras: insufrible. El faro funcionaba con una caldera de carbón y motores diésel que metían un estruendo infernal las 24 horas del día. Los fareros accedían al faro (los días que el mar lo permitía) subidos por el cable de una grúa situada en un barco que no podía acercarse a menos de 300 metros de las rocas. Una vez dentro, los fareros escuchaban acojonados los envites de las olas que tambaleaban una estructura decidida a desmoronarse. Debido a las prisas, el faro terminó siendo mucho menor de lo que debía, en la primera tempestad en Diciembre de 1911, la torre se agrietó, el agua empezó a filtrarse, la linterna se despedazó derramando el mercurio del mecanismo giratorio por toda la estancia... A lo largo de las siguientes tres décadas todo fueron trabajos de apuntalamiento hasta que en 1934 un ingeniero de puentes dio con una solución basada en tres cables de acero que asentaban la base y que han permitido al faro soportar los envites del mar hasta la actualidad.

Durante la mayor parte del siglo XX, el faro de La Jument aumentó la seguridad marítima de toda esta zona; sin embargo, a principios de los 90 todos los faros se empezaron a automatizar. En el caso de La Jument este proceso empezó durante el verano de 1990 y terminó un año después, el 26 de julio de 1991, con la marcha de los últimos guardianes de la torre.

Esta desaparición gradual del oficio de farero sin duda entristecía a algunos nostálgicos, como al fotógrafo francés Jean Guichard, que llevaba años tratando de capturar la herencia marítima de Bretaña antes de que la automatización acabara con este estilo de vida.

La famosísima fotografía de La Jument de Jean Guichard

El 21 de diciembre de 1989, un frente de baja presión procedente de Irlanda generó vientos huracanados y olas de hasta 30 metros de altura en lo que los bretones denominan Mar de Iroise. Jean Guichard se encontraba en Lorient y rápidamente contrató un helicóptero para tomar varias fotografías aéreas de la tormenta. A pesar de las condiciones de vuelo extremadamente peligrosas, el helicóptero consiguió llegar hasta el faro y revoloteó alrededor suyo para que Guichard tomara varias fotos de las olas. 

Dentro de la torre, las olas habían roto las ventanas inferiores, rasgado la puerta principal, inundado parte de las instalaciones y algunos muebles flotaban o estaban siendo arrastrados por la corriente. Cuando el farero Théodore Malgorn escuchó el ruido del helicóptero en el exterior, bajó las escaleras preocupado para ver qué más se podía torcer ese día. Justo en el momento en que abrió la puerta, una ola gigante se estrelló contra la parte trasera del faro.

En ese preciso instante, Jean Guichard sacó una serie de dramáticas fotografías que alcanzarían fama mundial; Théodore Malgorn, en cambio, apenas disponía de un segundo para darse cuenta de que una ola gigante estaba a punto de tragárselo. Afortunadamente Théodore estuvo muy rápido de reflejos y logró resguardarse en el interior antes de que la ola cubriese por completo la entrada. Cuando le preguntan por este episodio, Théodore Malgorn no disimula su resquemor: "Si hubiera estado un poco más lejos de la puerta, no habría regresado... hoy estaría muerto. No se puede jugar con el mar"

A pesar de la desaprobación de su protagonista, las fotografías de Jean Guichard en 1989 se convirtieron en un éxito internacional y le valieron el segundo premio en el World Press Photo de 1991. Poco después, Guichard publicaría un libro superventas sobre faros y en la actualidad su trabajo es muy respetado en Bretaña por su indudable valor histórico. La Jument apareció en periódicos y revistas de todo el mundo, mientras que la impresión de carteles superaba el millón de copias. De la noche a la mañana, la remota e inhóspita torre de La Jument pasó a ser el faro más famoso del mundo.

El faro de Yeda en Arabia Saudí, es el grande del mundo y supera los 130 metros de altura.

En la actualidad la mayor parte de los faros están automatizados. El GPS y las mejoras en navegación han restado importancia a estos vigilantes incansables; los faros que siguen en uso hoy en día, son operados de forma automática y vigilados a distancia en la mayoría de las ocasiones.

Así se pierde una profesión tan romántica como dura, los guardafaros o fareros, que solían vivir en el mismo faro y se encargaban de su mantenimiento y limpieza. Durante gran parte del siglo XX, el oficio de farero exigía una resistencia titánica a la soledad y una disciplina e higiene extraordinarios. Durante las tormentas las "torres" (los faros que no tienen isla y son prácticamente una torre en el mar) solían quedar aisladas debido a la dificultad de desembarcar, con lo que los vigilantes podían quedar atrapados en ellas durante semanas o incluso meses. El racionamiento del agua era indispensable ya que en muchos casos solo se podía recolectar lo que permitiese la superficie del tejado, el agua que se usaba para bañarse posteriormente se reutilizaba para lavar la ropa, etc...

Thomas Marshall, James Ducat y Donald Macarthur, los fareros  de las islas Flannan en 1900

Como es lógico, una profesión tan desoladora a dado pie a numerosos mitos y leyendas, algunos de ellos reales como en el caso del faro de las islas Flannan, en Escocia. El 15 de diciembre de 1900, el barco SS Archtor vio como el faro de la isla de Eilean Mòr se apagaba. Cuatro días después informó del incidente y rápidamente se preparó una comitiva para llevar víveres a la isla y dar el relevo a los fareros. Sin embargo las condiciones meteorológicas empeoraron y el relevo planificado para el día 20 llegó casi una semana después. A su llegada, la isla estaba arrasada por el temporal, el faro, apagado, tenía todas las puertas y ventanas cerradas por dentro. Al forzarlas para entrar no encontraron ni rastro de Ducat, Marshall y McArthur, los tres fareros que se suponía estaban viviendo en la isla.

No había signos de violencia, el fuego había estado encendido hasta agotar su combustible, ninguno había cogido su equipo de lluvia para salir al exterior y los relojes estaban parados a la hora en que se apagó el faro. El diario de McArthur narraba una terrible tormenta el día anterior que los registros metereológicos no registraron... Por mucho que se buscaron sus cuerpos, jamás se volvió a saber de ellos, se volatilizaron. Recientemente Netflix a rodado una película sobre este misterioso suceso.

El faro de Hudson-Athens en Nueva York, EEUU

A modo de curiosidad, existen faros en ríos, como el faro de Hudson-Athens , también conocido como Hudson City Light, un faro ubicado en una cresta arenosa del río Hudson en el estado de Nueva York. Fue construido en 1874 sobre un cajón de granito con un diseño especial para proteger la torre de los témpanos de hielo y los escombros del río.

También existen "faros aéreos", la mayoría de ellos en aeropuertos militares como el de Torrejón de Ardoz, una especie de aviso a navegantes (por aquí no vas bien)

+info: Col2 - ElPaís