El Santuario de Tofet es un yacimiento arqueológico descubierto hace exactamente un siglo entre las ruinas de la colonia fenicia de Cartago (actualmente Túnez). Se trata de un cementerio inusual en el mundo antiguo: grandes bloques de piedra con inscripciones marcan la ubicación de miles de urnas funerarias. Todas ellas tienen algo en común, contienen los restos incinerados de bebés, corderos, cabritos lechales... no hay ni un solo adulto, ni humano ni animal.
Según las fuentes históricas más antiguas, las cenizas corresponderían a animales recién nacidos y bebés de menos de dos meses, sacrificados por sus padres para cumplir una promesa a los dioses Baal-Amón y Tanit. Ademas, según la mitología, durante los sacrificios estaba prohibido llorar, ya que cada lagrima restaba valor al sacrificio de la víctima.
Todo empezó en 1921, cuando un saqueador de tumbas árabe ofreció a Paul Gielly, un funcionario francés, una rara estela grabada con símbolos de la diosa Tanit. Gielly informó al jefe de policía de Túnez quien a su vez era un experto coleccionista y un gran conocedor del mercado negro de antigüedades. Icard, el jefe de policía, interrogó al ladrón de tumbas hasta que le indicó donde había encontrado la pieza. Tras excavar en el lugar señalado no encontraron nada por lo que decidieron probar otra estrategia: Icard puso bajo vigilancia al ladrón y una noche lo descubrieron sacando estelas votivas de un pozo junto al antiguo puerto... era el santuario de Tanit o Tofet.
Icard y Gielly adquirieron la parcela y comenzaron unos sondeos arqueológicos que continuarían con el polémico Byron Khun, conde de Prorok, dandi y aventurero... Byron aplicaría las metodologías más punteras de la época para sacar a la luz un antiguo santuario al aire libre repleto de bloques de piedra cuadrada que formaban capillas y altares rodeados de numerosas estelas.
Muchas de estas estelas tenían dedicatorias a los patrones de Cartago: Tanit (diosa de la fertilidad) y Baal-Amón (dios del cielo). Las estelas se habrían colocado en la necrópolis durante al menos seiscientos años, desde el siglo VIII AC. hasta la tercera guerra púnica. Junto a las estelas se concentraban los enterramientos de urnas cinerarias formando tres estratos diferenciados en función de su antigüedad. Los investigadores estaban emocionados con la importancia de este yacimiento para comprender las creencias religiosas cartaginesas; lo que no se esperaban era que el análisis de los restos óseos y de los dientes encontrados dentro de las urnas revelase que en esa necrópolis solo había restos de niños con pocos meses de edad, incluso algún recién nacido. También había corderos, carneros o aves, pero siempre animales de corta edad.
Esto parecía confirmar las acusaciones de algunos autores grecorromanos, quienes afirmaban que los cartagineses practicaban sangrientos sacrificios de niños a sus crueles divinidades. En esa misma línea, Gustave Flaubert había recreado la inmolación de infantes en las llamas ante la estatua del dios Moloch en su novela Salammbô (1862). El conde de Prorok no dudó en recurrir al clickbait y comenzó a hablar de "un holocausto de los primogénitos en honor a la Venus vampiro de Cartago y al insaciable dios Moloch-Baal". Estas declaraciones tuvieron su eco en la prensa norteamericana en una época en la que la palabra hebrea escrita en muchas de las estelas "mlk" se traducía como el nombre del dios Moloch.
"Ofrenda a Moloch" de Charles Foster para Bible Pictures and What They Teach Us (1897) |
Hoy en día todavía sabemos si el Tofet de Cartago fue un cementerio infantil o un templo en el que se sacrificaban niños y animales recién nacidos como muestra de agradecimiento a Baal-Amón y Tanit. Lo cierto es que la hipótesis del sacrificio es perfectamente factible. Los epígrafes grabados en las estelas no son funerarios como sería de esperar en un cementerio, son ofrendas votivas, es decir muestras de agradecimiento a una deidad para obtener su favor o en cumplimiento de una promesa. Además hay urnas en las que coexisten restos de ovejas y cabras con restos humanos lo cual sería impensable en un rito funerario convencional.
+ info: NationalGeographic